El
profesor Sergei Shkarovskij, de la Universidad Estatal de Moscú, autor
del polémico libro 33 días en el Vaticano, sobre la muerte de Juan Pablo
I, el cual asegura que fue resultado de un atentado, lanza una
advertencia contundente: “El Papa Francisco debe tener cuidado. Los
enemigos del papa Luciani todavía están presentes en la Iglesia”. La
espontaneidad, sencillez y abundancia de gestos simbólicos del papa
Francisco le han ganado gran popularidad no sólo en los medios
internacionales, sino entre los fieles. Sin embargo, a pesar del clima
general favorable en torno al Papa, también han surgido críticas
severas, que se expresan especialmente en Internet.
La última exhortación Evangelli Gaudium es la puntilla para criticar las propuestas del Papa
de reformas que no se concentran en las estructura de la Iglesia, sino
que proponen recuperar la misión evangelizadora de una Iglesia en
declive y envejecida.
Lo que está en juego no sólo es el futuro pastoral de la Iglesia,
sino sus equilibrios de poder internos. Se mezclan intereses religiosos,
políticos, económicos y geoestratégicos que rebasan a un Papa que
quiere realizar cambios de fondo. No es casual que la primera amenaza
viene del brazo financiero de la mafia italiana que durante décadas ha
utilizado al Vaticano para lavar dinero. Así lo aseveró Nicola Gratteri,
fiscal italiano, quien advirtió al periódico The Washington Post que el Papa corre peligro. La voluntad de Francisco, que busca transparentar el IOR (Banco Vaticano) en el fondo, perturba los centros de poder
infectados y se pone en riesgo ante el crimen organizado. Por tanto, lo
que está en juego no sólo son las reformas ni la pastoralidad de la
Iglesia, sino las fibras de poder que trastocarían a una curia entramada
en poderes financieros e influencia en la política internacional.
De entrada Bergoglio no era candidato
de los grandes bandos curiales de poder. La periodista argentina
Elisabetta Piqué, muy cercana al Papa, en su libro Francisco: vida y
revolución, registra tensiones entre el cardenal Bergoglio con Angelo
Sodano cuando era secretario de Estado, por arbitrarios nombramientos de
obispos en Argentina y por presionarlo para endurecer su posición
frente al gobierno. Por su parte, sobre el tema del aborto y de la mujer
en la última extortación, Hans Kunk en su último artículo, “Contra el
viento de proa de la curia”,
previene sobre la presión y boicot de sectores curiales allegados a
Ratzinger, señalando: “Algunos observadores se preguntan con
preocupación: ¿sigue el papa emérito Ratzinger actuando como una especie
de papa en la sombra a través del arzobispo Gerhard Ludwig Müller,
prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y de Georg
Gänswein, secretario personal de Ratzinger?”
No debemos olvidar al lobby gay, transversal y presente en los
diferentes bandos curiales. Para algunos la actitud de Francisco de
mayor respeto y apertura hacia los homosexuales propiciaría una actitud
más benevolente hacia el pontífice. Para otros analistas la identidad de
este grupo no es la condición gay, sino los privilegios, las canonjías y
el poder; ante la amenaza de perderlos presentarán un frente de
combate. ¿Cuántos secretos de poder y corrupción guarda la relatio en
Vatileaks elaborada por Julián Herranz y otros cardenales? Difícil
responder; el texto es alto secreto de Estado.
En suma, Francisco asciende al papado gracias a la fractura de los
bandos en la curia. Pero las propuestas de reformas estructurales que
propone amenazan los privilegios y el poder de los actores
tradicionales; por tanto, Francisco puede ser un factor que unifique a
las camarillas ante un enemigo común al acecho.
Otro flanco de abierta oposición es la ultraderecha católica y todos
los coros devotos emparentados a los lefebvristas. Cuestionan al Papa
por demasiado simple, muy coloquial y hondamente “populista”, es decir,
quedar bien con las audiencias y decir lo que quieren oír. Esta derecha
católica respiró con alivio al encontrar en la exhortación que en el
tema del aborto y la defensa de la vida desde la concepción el
magisterio de Bergoglio está totalmente en línea con los de todos sus
predecesores, aquí no hay horizonte de apertura.
No podemos dejar de lado los grupos de presión que han constituido
algunas órdenes y movimientos religiosos, como Comunión y Liberación,
los Focolares, la comunidad de San Egidio, los Neocatecúmenos, el Opus
Dei y los legionarios de Cristo. Acaba de ser publicada una sugerente
investigación periodística en Roma sobre el tema, pues describe las
trayectorias, ambiciones, modus operandi y poder de estos movimientos
que han sido cobijados por diversos sectores de la curia. El libro se
titula El lobby del Vaticano, de Charlotte Zavattiero, quien también
notifica: “Los movimientos que se presentan en este libro, junto con sus
líderes, representan uno de los mayores desafíos para el nuevo Papa.
Francisco aspira a una Iglesia abierta, sin los privilegios de estos
movimientos clericalizados y más allá de la politiquería de poder
religioso. ¿Lo logrará?” Otro frente incómodo son los vaticanistas e
intelectuales católicos de peso. Sólo un ejemplo: Vittorio Messori,
converso ratzingeriano, cuestionó a Francisco por aspirar a un mito, que
es el sueño del Papa de “un retorno a la Iglesia primitiva, a la
pobreza, la fraternidad, la sencillez, la ausencia de estructuras
jerárquicas de la ley canónica”, sueño que para Messori no es más que un
mito sin fundamento bíblico ni histórico.
En otro momento recorreré los cuestionamientos más filosóficos y
teológicos de intelectuales católicos soberbios que no perdonan a
Francisco su crítica al eurocentrismo y al fracaso del modelo pastoral
europeo que ha sumido en una crisis sin precedentes a la Iglesia.
Igualmente, aunque no son los enemigos devotos, pero conviene repasar lo
que en Roma se denomina con menosprecio el “progresismo adolescente”.
Es decir, aquellos sectores progresistas cuyas expectativas subieron
ante las diversas señales del Papa y ahora empiezan a decepcionarse
porque Bergoglio no ha ido más a fondo en materia de la moral sexual de
la Iglesia y, de manera preponderante, el papel de la mujer en la
Iglesia.
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