Enviado a la página web de Redes Cristianas
Ya es Navidad en la isla de Alborán. No han sido los ángeles quienes me han dado la buena noticia, lo he leído esta mañana en las ediciones digitales de todos los periódicos: ayer , una María negra dio a luz una preciosa niña en la embarcación con la que cruzaba “ilegalmente” el Estrecho.
Igual que hace dos mil años, María huía del futuro
dictado por los Herodes de la miseria y la corrupción. En esta ocasión
no viajaba a lomos de un burro, sino en el húmedo vientre de una patera.
Como entonces, le llegó el momento del parto en pleno viaje y el
pesebre fue sustituido por un desvencijado cayuco. No había posada ni
para ella, ni para los 32 subsaharianos que la acompañaban, entre ellos
siete embarazadas más y seis menores.
La estrella de Oriente se adaptó a los
nuevos tiempos y se transmutó en una llamada de móvil que un ángel
anónimo hizo desde Marruecos avisando de la salida de la embarcación la
tarde anterior.
El calor que otrora dieron al niño un buey y una mula, ayer lo ofreció el regazo del guardia civil que durante dos horas, hasta llegar a Motril, protegió a la pequeña del intenso frío.
¿A qué esperamos para salir corriendo a Alborán y poner a los pies de
la niña el requesón, la manteca y el vino de nuestras rebosantes
despensas? ¿A qué esperan los políticos y sabios para ir a ofrecerle el
oro, el incienso y la mirra de un futuro lleno de posibilidades? ¿Vamos a
dejar que, dos mil años después, la sombra de una cruz se proyecte
sobre el porvenir de esa niña? En cada crío que nace se juega la
salvación compartida de un futuro mejor para todos, empezando por los últimos. Alegrémonos con los pastores porque ya es Navidad en Alborán.
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