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miércoles, 28 de agosto de 2024

EN MEMORIA DE PEDRO CASALDÁLIGA


col martell

 

Para el día de su muerte, Pedro tenía escrito:

Hiciste la belleza
porque sabías que mis ojos
exultarían viéndola.
Me esperas en la muerte
porque sabes
que necesito verte
.

Como si fuera de ayer, escribo esta “memoria” de nuestro querido Pedro Casaldáliga. Su testimonio quedó tan clavado en el alma de la Sociedad y de la Iglesia, que en el futuro será como faro que haga imposible oscuridades y encallamientos del pasado y haga realidad sus sueños de una humanidad fraterna, más justa y libre. ¿Quién no ha oído hablar de Pedro Casaldáliga? Sin embargo, muy pocos han logrado medir la inmensa talla de su vida en la Iglesia y en el ámbito global del mundo.

1. ¿Pedro Casaldáliga fue siempre el mismo?

Escribir sobre Pedro Casaldáliga cuando nos dejó en la tierra la estela luminosa de sus 92 años, es un desafío y una interpelación. Y es también un deber, un servicio a la humanidad para quienes han compartido su estilo de evangelizar en la Iglesia y en la sociedad.

Yo lo conocí, siendo claretiano como él, por los años 1967, cuando él rondaba los 39 años y yo los 32. Fecha clave, porque Pedro, con su labor de 6 años en Sabadell con los obreros y emigrantes; 3 años en Barcelona como animador de comunidades cristianas y movimientos sociales; 3 años en Barbastro como formador de seminaristas claretianos y misionero en el Pirineo; 4 años en Madrid como director de la revista “El Iris de Paz” , rebautizada por él con el nuevo nombre de “Revista de Testimonio y esperanza” ; y en Guinea como impulsor de los Cursillos de Cristiandad, había sin duda ensayado no poco de lo que el concilio Vaticano II aportó y elaboró para la Iglesia universal.

Como remate de este período, fue elegido para asistir como delegado en 1968 al Capítulo General de los Claretianos, que se proponía asimilar la renovación decretada por el Vaticano II. A los claretianos jóvenes nos tocó vibrar con la tarea de este Capítulo claretiano, apostando decididamente por la tendencia renovadora, pilotada por Casaldáliga, denominado en aquella ocasión como el Che de la sierra maestra claretiana. Y, como cumbre de sus deseos, Pedro decidió, acabado el Capítulo, cumplir su sueño de irse a Misiones, concretamente a la Amazonía del Brasil, al Matto Grosso.

Sin este período previo, no se entiende el itinerario posterior de Pedro Casaldáliga. Su excepcional modo de vivir y evangelizar no comienza con su ida al Matto Grosso. Es anterior y no hace sino confirmarse en el nuevo contexto en que le toca actuar. La savia renovadora la llevaba ya dentro. Pedro lo expresa con naturalidad: “Los pobres son la niña de mis ojos. A mí siempre se me ha quebrado el corazón ver la pobreza de cerca. Me he llevado bien con la gente excluida. Soy incapaz de presenciar un sufrimiento sin reaccionar. Por otra parte, nunca me he olvidado de que nací en una familia pobre. Me siento mal en un ambiente burgués. Siempre me pregunté que si puedo vivir con tres camisas, por qué voy a necesitar diez en el armario. Los pobres de mi Prelatura viven con dos, de quita y pon. Estoy convencido de que no se puede ser revolucionario ni profeta, ni libre sin ser pobre. Siendo pobre me siento libre de todo y para todo. Mi lema fue: ser libre para ser pobre y ser pobre para ser libre”. Si sientes la pobreza como una cuestión de justicia y decencia humana, necesariamente sentirás compasión, mostrarás amor y te rebelarás con indignación. “No podíamos ver todo eso con los brazos cruzados. Quien cree en Dios, debe creer en la dignidad del hombre. Quien ama al Padre, debe servir a los hermanos. El Evangelio es un fuego que le quema a uno la tranquilidad. No se puede ser cristiano y soportar la justicia con la boca callada. Jesús dice en el Evangelio que Él nos juzgará el último día por lo que hayamos hecho con nuestros hermanos más pobres y pequeños”.

2. Su coherencia de vida, confiere a Pedro libertad profética y credibilidad universal.

Sin dejar de encomiar a gente por su defensa de la justicia y la verdad, me resulta difícil encontrar un testimonio tan contundente como el de Pedro Casaldáliga. Pedro muestra coherencia extrema entre lo que dice y lo que hace y por eso es creíble.

Lo llamamos el “Obispo de los pobres” y, como a él, a otros. Pero Pedro lo siente como si le fuera algo natural: “Señor, no sé si he sabido hallarte en todos, pero siempre te he amado en los más pobres”.

Y su declaración la convierte en realidad como acaso nadie puede imaginar: “Cuando me muera, advierte firme al “Movimiento de Trabajadores sin Tierra”: me enterráis junto al río Araguaia, en la tierra, donde yo he enterrado a tantos indígenas, a tantos peones perseguidos o huidos de Haciendas y a tantos niños sin caja. “Oídlo bien: como un pobre más, siete palmos de tierra, una crucecita de palo y… la resurrección”.

Al respecto, puede que nos venga ahora la fastuosidad de los entierros de Papas, Obispos incluso beneméritos, en catedrales, con mausoleos de mármol, personajes venidos del mundo entero, ceremonias ostentosas, exhibiendo indumentaria, títulos y honores. Pedro Casaldáliga no podía acceder a otra cosa que a su identidad con los más pobres, pues era su obispo.

3. ¿Qué o quién da base a la libertad de Pedro Casaldáliga?

Recuerdo esto, porque encuentro natural que mucha gente se pregunte: ¿De dónde le viene a Pedro la libertad de cuestionar procedimientos, costumbres, normas que no ayudan a vivir según el Reino de Dios?

Le viene, en respuesta suya, de sentirse en radical seguimiento e identificación con Jesús de Nazaret, lo cual implica adoptar el obrar mismo de Dios que se nos revela en Jesús, su hijo predilecto.

Y si todos nosotros somos con Jesús hijos de Dios, debemos reconocerlo sobre todo en sus hijos más desatendidos y necesitados.

Jesús en una de sus narraciones magníficas lo deja bien claro: “Os encontrareis con gente que pasa hambre, que tiene sed, que es extranjero, no tiene que vestir, está enfermo o está en la cárcel, …Os lo repito: cuanto hagáis con cada uno de estos hermanos míos más humildes lo estáis haciendo conmigo mismo”( 25, 35-40).

El tener a Dios como Padre supone obrar como Él y, en consecuencia, obrar como Jesús: “Rezar por los que os persiguen, querer a los que no os quieren, mostrar afecto a los que no son de vuestra gente, no ofender a los que os afrentan, compartid generosamente lo que tenéis y no volver nunca la espalda a los que os piden” (Mt 5, 9-48).

Resulta engañoso, por tanto, creerse conocer a Dios y llevarse bien con él sin portarse como conviene con sus hijos. La grandeza del hombre no consiste en dominar, sino en servir .Y nada hay que lo aleja tanto de él como el odio contra uno cualquiera de nuestros prójimos.
El odio rebaja y degrada al ser humano, lo hace incapaz de ver su yo reflejado en el otro y de estimarlo como si se tratara de uno mismo. Nadie puede ser uno mismo si no logra aceptar al diferente, al otro y tratarlo como a sí mismo.: “Quien dice amar a Dios, a quien no ve; y aborrece a su prójimo a quien ve; ese tal es un mentiroso”.

Quizás comprendamos ahora de dónde le viene a Pedro Casaldáliga la gran libertad de cuestionar ante quien sea cualquier comportamiento eclesiástico o civil, que no concuerde con los principios del Reino de Dios. Él le ha mostrado fidelidad radical y de ella no le aparta soborno ni amenaza alguna. Y es que en su testimonio está presente el espíritu mismo de Dios: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Y ahí, creyentes y no creyentes, clamarán: “Chapoo”, como me lo expresó en cierta ocasión Julio Anguita al hablarle yo de Pedro Casaldáliga.

Sólo procediendo de esta manera, se entiende que Pedro pida a la madre de Jesús que nos enseñe: “A ese Jesús carne de su carne, más nuestro que suyo, más del pueblo que de casa, más del mundo que de Israel, más del Reino que de la Iglesia, aquel Jesús que por el Reino del Padre, se arrancó de sus brazos de madre y se entregó a la muchedumbre, sólo y compasivo, poderoso y servidor, amado y traicionado, fiel ante los sueños de su Pueblo, fiel contra los intereses del Templo, fiel bajo las lanzas del Pretorio, fiel hasta la soledad de la muerte»

4. Hecha suya la vida de Jesús, Pedro entra en todo y a todos con su misma libertad
Si Pedro Casaldáliga tomaba parte en todo ámbito y problema humano, era porque debía colaborar a resolverlo con la sabiduría y fuerza liberadoras del Nazareno.

Su caminar en este planeta tierra, iba a estar señalado por las palabras y acciones de cada lugar y momento, siempre al estilo de Jesús para lograr esa gran familia de hermanos.-
El desafío es permanente en un mundo donde todos tratamos de abrirnos camino buscando que se nos reconozca y reserve un puesto en la sociedad. Nadie viene a este mundo por sí mismo ni para sí solo. Somos dependientes y desde esa dependencia nacemos, nos necesitamos y nos relacionamos: nos aceptamos o nos rechazamos.

La aceptación supone que somos portadores de una misma naturaleza, que somos capaces de conocerla y cuidarla en nosotros y en los demás, secundando la norma universal de “Tratar a los demás como nosotros queremos que nos traten”. La vida de todos es tan digna como la nuestra, sujeto de idénticos derechos y obligaciones.

Por tanto, se sea varón o mujer, joven o viejo, blanco negro, europeo, americano o asiático, trabajador de una u otra profesión, constituimos una comunidad humana universal, que descarta cualquier tipo de exclusión o discriminación. Todos somos ciudadanos, con una misma dignidad y derechos, siendo creyentes o ateos.

Pero, lo que en modo alguno se puede admitir es la pretensión de quienes, idólatras del dios dinero, se dedican a sacrificar en su altar, a miles y millones de vidas para superar la frustración de su egoísmo y codicia y la desesperación de su malograda vida.

5. Algunos hechos relevantes del vivir “libre y pobre –pobre y libre” de Pedro Casaldáliga
Creo interpelante recordar ahora algunos hechos en los que Pedro manifestó de manera relevante su libertad profética:
-La innovación ritual y programática de su consagración episcopal.
– El no ir a Roma para hacer la visita “ad limina”.
-La acogida del equipo expulsado de la Congregación claretiana.
-Su viaje a Nicaragua
 para apoyar la Revolución Sandinista.

A)- Inusual la celebración de su Consagración episcopal.
Pedro Casaldáliga llegó ilusionado al Matto Grosso, consciente de que llegaba a un lugar donde le tocaría mostrar la fuerza liberadora del proyecto de Jesús. Llegó en 1968 y a los cuatro meses, se propuso visitar y conocer el lugar y condiciones de vida de la gente entre quienes iba a realizar su misión. Pasaron casi tres años y ya tenía en su mano el mapa de lo que pronto iba a ser su Prelatura: un territorio de 150.000 km., 1/3 de España, con fincas de hasta 700.000 hectáreas.
Le quisieron nombrar obispo y él se negaba, pero muchos amigos le obligaron a que aceptara para poder trabajar más y mejor para el bien de todos.

En pocos días, logró tener a punto el Documento “Una Iglesia en conflicto con el latifundio y la marginación social”.
Y sobrevino lo que acaso nadie esperaba: la alarma, el escándalo y la persecución. Gobierno, Policía y hasta el mismo Nuncio le pidieron que no lo publicara en el extranjero. Pedro acababa de dar puntilla a la complicidad histórica de una Iglesia con los poderosos de este mundo. Hasta cinco veces estuvo a punto de ser expulsado del país. Pero el Papa Pablo VI lo defendió: “Tocar a Pedro es tocar al Papa”. Y se evitó la expulsión.

En su consagración episcopal, Pedro Casaldáliga dejo bien plasmado su programa pastoral, expresado en una celebración que sobrepasó todo ritualismo tradicional.
Poéticamente anunciaba:

Tu MITRA
será un sombrero de paja; el sol y la luna; la lluvia y el sereno;
el pisar de los pobres con quien caminas y el pisar glorioso del Señor.

Tu BÁCULO
será la verdad del Evangelio y la confianza del pueblo en ti.

Tu ANILLO
será la fidelidad a la Nueva Alianza del Dios Liberador
y la fidelidad al pueblo de esta tierra.

Tu ESCUDO
la fuerza de la esperanza y la libertad
de los hijos de Dios.

Tus GUANTES
el servicio del amor.

B) Negación de ir a Roma para realizar la “Visita ad limina”.
Pedro consecuente consigo y la tarea eclesial que le correspondía, decidió no hacer la “Visita ad limina” para ver al Papa, que los obispos tienen que hacer por prescripción canónica cada cinco años. Él lo explicó: tales visitas no cumplen con su objetivo de informar al Papa sobre los problemas de cada diócesis, se reducen a un despliegue de ceremonias más o menos ostentosas. Y añadía además: Yo soy un pobre y los pobres no viajan.

Pedro cumplió su palabra, jamás viajo a España, ni siquiera cuando murió su madre, (cuya noticia yo le trasmití). Lógicamente, de Roma le llamaron la atención, le enviaron un delegado y él admitió que si el Papa lo deseaba, él lo haría sin demora. Luego resulta que tardaron más de dos años en recibirlo. Y sabiendo la repercusión que iba a tener, determinaron que la difusión fuera nula o lo menos posible, que llevara sotana, y se abstuviera de hacer declaraciones públicas.

Pedro se había hecho preceder con una carta al Papa, donde ponía en acción su corresponsabilidad episcopal, mencionándole una serie de puntos que debía acometer para transformar la Iglesia y hacerla fiel seguidora de Jesús. Tuvo también una sesión en que los cardenales Gantin y Ratzinger lo sometieron a examen. Casaldáliga contestó con serenidad y gran lucidez.

Posteriormente, con una dureza ajena a este encuentro, oficiales de la Curia mandaron a Casaldáliga un documento de unos 10 puntos controvertidos, para que los firmase. Casaldáliga los rechazó argumentando que no era eso lo que él y el Papa (incluidos los dos cardenales) habían acordado. Y la cosa terminó ahí, sin más instigación.

C) Pedro Casaldáliga, sin dudarlo acogió al equipo claretiano expulsado de la Congregación.

Muchos teólogos hubieron de afrontar represión y censura debido a la involución instaurada por los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Yo formaba comunidad claretiana con otros cinco compañeros más, creada expresamente por nuestros superiores para enseñar, difundir y asegurar la renovación del concilio Vaticano II.
Publiqué por entonces el libro “Nueva Ética Sexual” que, tras unos s años de pacífica circulación, fue sometido a examen por Roma, dictando después de largo proceso, sentencia de prohibición del libro y del autor. Los cinco compañeros se solidarizaron conmigo y asumimos juntos la decisión de no tolerar la disolución de la comunidad. Al no aceptar dicha disolución, tuvimos que emprender una serie de recursos que anulara la orden dada. La decisión, tomada en última y máxima instancia, nos expulsaba de la Congregación.
Esto suponía que seguíamos siendo sacerdotes, pero teníamos que buscar un obispo benévolo que nos acogiera.

Dentro de España vimos que no era nada fácil que un obispo acogiera a un grupo de seis, en tales circunstancias. Y, dado que, con Pedro, además de claretiano, teníamos intensa y convergente relación, procedimos a exponerle con tiempo si nos acogía en su Prelatura, llegado el caso. Producida la sentencia, teníamos asegurada ya su respuesta, que me comunicó en persona cuando lo visité. Fueron éstas sus palabras: “Mira, Benjamín, por el amor que os tengo, contad incondicionalmente conmigo hasta la muerte. Soy vuestro obispo”. Y, desde entonces, se incrementó y reforzó la red inmensa de amigos y colaboradores que, en España sobre todo, habíamos construido. Éramos, en palabras suyas, “La trinchera teológica de la Prelaturas en el Primer Mundo”.

D) Su solidario e incondicional apoyo a la revolución sandinista.

Al igual que en los anteriores puntos, tengo que ser breve. Pedro, no viajaba ni salía del Brasil según tenía decidido, pero viajar a Nicaragua era una prueba de su libertad profética. No le eran favorables los aires de la política internacional, del superconservador Papa polaco Juan Pablo II, ni por supuesto la posición de los obispos de Nicaragua. Pero, Pedro, en conciencia y en fidelidad al Evangelio, tenía que hacerse presente para apoyar la revolución sandinista, -revolución la más “pura” de la historia-, también la primera que se hacía con la Iglesia y no contra la Iglesia, y así poder ejercer en medio de ella la pastoral de la Frontera y de la Consolación.

Vivo e interpelante es el libro que escribió “Nicaragua combate y profecía”.
Lo dedica a todo el pueblo nica: “Digo en voz alta lo que en conciencia no podía dejar de decir. Y a cuantos creen en el Dios de la Vida y de la Liberación les pido que oren también -además de actuar- para que el Reino siga aconteciendo en Nicaragua”.

“Una reciente señal de la envergadura del fenómeno nicaragüense es que su sola y estimulante presencia ha motivado a salir de Brasil por primera vez en 18 años, al obispo y poeta Pedro Casaldáliga, quien ejerce una incansable labor evangelizadora. Durante dos meses se integra a una tierra que se puebla de hombres y mujeres que, aun discrepando sobre el cielo, coinciden sobre el suelo y sin violencia ni mayores desgarramientos convierten aquella tierra de nadie en tierra de todos” (Mario Benedetti).

“Pedro Casaldáliga prolonga la estirpe de ciertos padres de nuestra fe latinoamericana. Igual que aquellos en su tiempo, también Pedro en el nuestro es incomprendido, mal visto, obligado a justificarse ante las más altas esferas de la Iglesia. Y en el caso de que Nicaragua sea invadida –ha prometido Pedro- volverá a ella, para consolar y estar en la frontera, para dar vida a sus hermanos, como Dios manda” (Leonardo Boff).

6) El lema de Pedro: ser libre para ser pobre y ser pobre para ser libre.

“Mi lema, escribe Pedro, fue: ser libre para ser pobre y ser pobre para ser libre”.

En el sistema eclesiástico, la libertad brilla por su ausencia. Educa para la obediencia, no para la libertad. Quizás por eso, Pedro deja escrito: “Si me bautizas otra vez, un día…; di a Dios y al mundo, que me has puesto el nombre de Pedro-Libertad”.
Pedro es un hombre libre ante las instituciones, sean políticas o religiosas; libre ante las personas, los grupos y las ideologías; es la palabra libre, el gesto en rebeldía, la osadía que bebe en la fuente del Espíritu, que es viento y fuego y revienta estructuras y cadenas.

Es difícil manipular a Pedro. Él es él, y porque es él antes que todo, su relación con las cosas y con las personas es de extremo respeto, delicadeza y libertad. Trata a todos y a todas exactamente igual, se entrega entero en cada encuentro y quien se relaciona con él sale convencido de que fue tratado como alguien muy especial y único.

Si Pedro es libre es porque a la vez es pobre. Lo tiene muy claro: la actitud ante los pobres define la actitud ante Dios. Encontrarse con el pobre es encontrarse con Dios. Por tanto, quien no toma en serio al pobre, no puede encontrarse con Dios: “Quien cree en Dios, debe creer en la dignidad del hombre. Quien ama al Padre, debe servir a los hermanos. El Evangelio es un fuego que le quema a uno la tranquilidad. No se puede ser cristiano y soportar la justicia con la boca callada. Jesús dice en el Evangelio que Él nos juzgará el último día por lo que hayamos hecho con nuestros hermanos más pobres y pequeños”.

“Si vivir es convivir, todos y todas debemos ser reconocidos como personas en la radical dignidad de la raza humana. La más esencial tarea de la Humanidad es humanizarse-. Humanizar la Humanidad es la misión de todos, de todas, de cada uno y de cada una de nosotras. La ciencia, la técnica, el progreso solamente son dignos de nuestros pensamientos y de nuestras manos, si nos humanizan más. Y esto nos compromete a transformar el mundo juntos.

El pequeño mundo del propio corazón, del propio hogar, de la vecindad y de él gran mundo de la política y de la economía y de las instituciones. Otra ONU es posible, y necesaria. La paz y el diálogo son necesarios entre las religiones para que haya paz en el mundo. Un diálogo generador de humanidad. Es hora, pues, de creer en plural unidad en el Dios de la vida y del amor y de practicar la religión como justicia, servicio y compañía. Un Dios que separa la humanidad es un ídolo mortífero”.

Su radicalidad por la pobreza y libertad, la tiene escrita Pedro en estos versos:

No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada,
no matar nada;
no callar nada.
Solamente el Evangelio, como una faca afilada,
y el llanto y la risa en la mirada,
y la mano extendida y apretada,
y la vida, a caballo, dada.
Y este sol, y estos ríos, y esta tierra comprada,
para testigos de la revolución ya estallada.
¡Y mais nada!

Su radicalidad le ha llevado a decir: “El teólogo Karl Rhaner escribía: En el siglo XXI un cristiano, o será místico o no será cristiano. Que conste que yo considero a Rhaner como el mayor teólogo del siglo XX. Sin embargo, creo, con la más estremecida convicción evangélica, que hoy, ya en el siglo XXI, un cristiano o cristiana, o es pobre y/o aliado o aliada visceralmente de los pobres, o no es cristiano, no es cristiana. Ninguna de las famosas notas de la Iglesia se mantiene en pie si se olvida esta nota fundamental, la más evangélica de todas: la opción por los pobres”.
Pedro siendo distante, extranjero y prójimo se hace hermano universal.

“Cuando los tiempos actuales perturbados hubieren pasado, cuando las desconfianzas y mezquindades hubieren sido engullidos por lo vorágine del tiempo, cuando miremos para atrás y consideremos los últimos decenios del siglo XX y los comienzos del siglo XXI, identificaremos una estrella en el cielo de nuestra fe, rutilante, después de haber parado nubes, soportando oscuridades y venciendo tempestades: es la figura simple, pobre, humilde, espiritual y santa de un obispo que, extranjero, se hace compatriota, distante se hace prójimo y prójimo se hace hermano de todos, hermano universal: Don Pedro Casaldáliga” (Leonardo Boff, p. 103).

 

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