Con motivo del asesinato del niño Mateo, en Mocejón, Toledo, ultraderechistas, que lo son todos por este mismo hecho, han reactivado su propaganda xenófoba utilizando, como en tantas otras ocasiones, mentiras para fomentar el odio a los extranjeros. Tenemos que unir todas nuestras voces para condenar tan rastrero comportamiento. Fomentar odio entre la gente es indigno de cualquier persona que se estime como tal, pero hacerlo a base de fabricar bulos, produce escalofríos por la calaña de gente que deben ser los que lo hacen.
Compartir alguna de las ideas políticas de la ultraderecha no puede llevar a nadie a apoyar cualquiera de sus varias opciones políticas, por conllevar también la propagación del odio. Los partidos políticos que incluyen entre sus ideas y comportamientos el odio al extranjero, o al diferente en general, no pueden ser apoyados de ninguna manera, ni, por supuesto, votados, por nadie que tenga una mínima sensibilidad humana, mucho menos por un cristiano, cuya visión del ser humano viene a reforzar la dignidad de la persona, lo que siempre nos exigirá solidaridad con quien nos necesita, como sucede con los migrantes que llegan desesperados buscando acogida en país extranjero, aunque, como es lógico, sean diferentes a nosotros en cultura, lengua, religión, color de la piel…
Hay quien ve a la ultraderecha como la gran defensora de los valores cristianos. Esto no es verdad. Dicen defender la civilización occidental cristiana, que viene a ser, una vuelta a los ideales de cristiandad, un modo de nacional cristianismo, excluyendo de Europa cualquier otra opción religiosa, lo que chocaría con los grandes principios sobre los que hoy gira la sociedad europea: libertad, igualdad y fraternidad, defendidos igualmente por el humanismo cristiano.
Es evidente que la postura de la Iglesia católica sobre la migración en absoluto coincide con la de la extrema derecha, como ha mostrado bien claramente apoyando la Iniciativa Legislativa Popular para regular a 500.000 inmigrantes ilegales en España y posteriormente, ya hace más de un mes, el 4 de julio, cuando el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, García Magán, en la rueda de prensa posterior a la Comisión Permanente que aborda el tema de la migración, afirma que la acogida a los migrantes que llegan a nuestro país se inscribe para la Iglesia en la defensa de la dignidad de la vida. «El sí a la vida incluye la acogida de los migrantes».
Bien es verdad que en lo que se refiere a la Iglesia católica uno puede quedar confundido al oír algunas declaraciones de obispos españoles que son bastante restrictivas con la migración, pero no perdamos de vista que ni son las oficiales de la jerarquía católica, ni son muchos los que así piensan, felizmente. Aún sin tener nada que ver con incitar al odio, puede inducir al equívoco oír a algún obispo emplear un lenguaje tan parecido al que utilizan los políticos de la ultraderecha diciendo que hay que “conocer bien a los que entran”, que “no es posible dar vía libre, pues no cabemos todos en España”, como justificando el rechazo, o, al menos, como pidiendo que haya una buena selección, para que solo puedan entrar “los buenos”. “En España no caben todos. En España caben los que caben…”. “… se nos puede colar gente que son indeseados. Porque vienen con su carnet terrorista, porque vienen con su tráfico de cosas, tráfico de blancas, tráfico de drogas, tráfico de armamento etc…” Sí, son palabras de un obispo español dichas en una entrevista en un medio digital conservador de información religiosa.
La postura cristiana sin matices la define claramente Jesús de Nazaret: …Fui forastero y me acogisteis. Luego vendrán las leyes a determinar cuántos, cómo y demás circunstancias. En el debate entre las distintas fuerzas políticas y sociales se irá encontrando un equilibrio generoso y razonable de acogida y de atención a quienes llegan en busca de un mejor futuro.
25 de agosto de 2024. José María Álvarez. Miembro del Foro de Cristianos Gaspar García Laviana.
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