En el Evangelio del XVI Domingo del Tiempo Ordinario, el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Mons. Oscar Ojea, destaca que “aparece en primer lugar claramente la prioridad de la oración”. En sus palabras afirmó que “los apóstoles vuelven contentos después de la misión que les había encomendado Jesús y necesitan hablar, necesitan contarle; y para eso quieren estar tranquilos, y Jesús los lleva a un lugar desierto para poder conversar con él”. Ojea resaltó “qué importante es la oración, qué importante es ponernos del lado del Señor para escucharlo y para contarle también nuestras cosas con confianza, como un Padre como un amigo”.
Jesús vio, tuvo compasión y enseñó
Sin embargo, afirmó el obispo, “cuando ellos van a cumplir esta función, aparece la multitud, y acá aparece el tema de la relación de Jesús con la multitud. Jesús ve a la multitud y en el fondo le da prioridad a lo que tenían que hacer ellos. Jesús se queda con la multitud y aquí quiere enseñarles muchas cosas a los apóstoles”. Ahí destacó tres verbos que “utiliza el Evangelio: Jesús vio, tuvo compasión y enseñó. Tres verbos, primero vio, vio la multitud; podría no haberla visto. Nuestra visión es selectiva, vemos lo que queremos, vemos lo que elegimos ver; instalamos los temas que nos parecen importantes y hay muchos que los ignoramos. Sabemos que nuestra vista es selectiva y muchas veces huimos de la realidad. Jesús no huye de la realidad, la enfrenta. Vio la multitud, no le tuvo miedo; era una multitud carente, llena de dificultades, de problemas y, sin embargo, el Señor la ve, la ve; la mira”.
“En segundo lugar, se compadeció de ella, porque la vio como ovejas que no tienen pastor, la vio dispersa. Qué notable este verbo utilizado por el Evangelio. En el fondo es no mirar de arriba para abajo como quien tiene lástima, o como quien ejercita una misericordia falsa. Por eso está tan mal vista la palabra misericordia muchas veces, como si fuera algo mirar por encima del hombro a aquel que está realmente muy abajo y yo tengo que hacer algo por él”, subrayó Ojea.
Tomar el lugar del otro
Según el obispo de San Isidro, “no, es otra cosa, es sentir dentro de uno aquello que le pasa al otro, es tomar el lugar del otro, ponerse en su lugar; es tener en el corazón aquello que le pasa y para eso tengo que estar en el mismo nivel, como el Buen Samaritano que se baja de su cabalgadura para ponerse en el nivel del hermano que sufre”. Desde ahí afirmó que “esta es la compasión de Jesús. Jesús se ha encarnado, Jesús siente en el corazón lo que le pasa al hermano y lo que le pasa a la hermana; esto conmueve, lo vive como si fuera propio, y después entonces se dedica a enseñar”.
Primero, recordó Ojea, “sabemos que enseñar es un continuo ejercicio de escuchar y dar, es un ejercicio mutuo en donde vamos aprendiendo. Jesús aprendía aquello de lo que tenía necesidad la multitud a través de la compasión y Jesús le devuelve a través de su enseñanza todo aquello que puede darle, su Palabra, y la multitud quedaba como colgada de la Palabra de Jesús. Les hablaba como quien tiene autoridad y no como los escribas, estaba sedienta la multitud de su Palabra”. Para ello pidió “que podamos nosotros imitar esta actitud profunda de Jesús, no esquivar la realidad, no tenerle miedo, enfrentarla. Para poder transformarla tenemos que verla”.
En segundo lugar, llamó a “tener compasión del hermano que realmente la necesita, no perder esa sensibilidad, que es el sentimiento de Jesús, ‘tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús’, nos dice Pablo”. Y, en tercer lugar, “poder enseñar aquello que realmente podemos dar de lo mejor que puede salir de nosotros”.
Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica
Religión Digital
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