fe adulta
El domingo pasado nos dejaba el relato evangélico de Marcos ante la multiplicación de los panes. En su lugar, la liturgia inserta, a partir de este domingo, todo el c. 6 de Jn. Es el más largo y denso de todos los evangelios y que nos va a ocupar cinco domingos. Con diversos símbolos, nos dice quién es Jesús para nosotros, si de verdad queremos seguirlo. Partiendo de la multiplicación de los panes, elabora toda una teología del seguimiento. En el fondo, se trata de un proceso de iniciación catequética, que en la comunidad duraba varios años y que, al final, obligaba a tomar una decisión definitiva: el bautismo o abandonar.
Como siempre en Juan, todo son símbolos. El pan es el signo del alimento espiritual. El monte es el lugar donde habita la divinidad. Jesús subió al lugar que le es propio. Sentarse es el símbolo de enseñanza rabínica. “Estaba cerca la Pascua”, no es un dato cronológico, sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era su obligación. Busca en Jesús la liberación, que el templo no puede darles. Proclamarle Rey es buscar seguridades. En los próximos domingos iremos viendo los demás símbolos empleados en el capítulo.
El dinero es lo que había desplazado a Dios del templo, utilizado por el sistema opresor, es el causante de la injusticia. Comprar pan, es obtener un bien necesario para la vida, a cambio de dinero, inventado para dominar. El vendedor dispone del alimento; lo cede solo bajo ciertas condiciones dictadas por él. La vida no está al alcance de todos, sino mediatizada por el poder. Jesús no acepta tal estructura, pero quiere saber si sus discípulos la aceptan. Felipe no ve solución. Doscientos denarios era el salario de un año.
El dinero sigue siendo hoy la causa de toda desigualdad. Todo tiene un precio. La gratuidad ha desaparecido de nuestra sociedad. Seguimos ante la encrucijada de compartir gratuitamente o el egoísmo feroz, pero no tomamos la decisión definitiva. No tomar el camino espiritual es dejarnos llevar por el hedonismo, la búsqueda de placer a cualquier precio y la huida de todo dolor. En el mejor de los casos, nos empeñamos en ir por dos caminos opuestos al mismo tiempo. Nuestra religión nos lleva a la esquizofrenia sistémica.
Andrés muestra una solución distinta. Habla de los panes y los peces, que descubre como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (muchachito, doble diminutivo) representa al insignificante grupo de los discípulos. Los números simbólicos 5+2=7 indican totalidad. Todo se pone a disposición de los demás. Al ser de cebada, pone en relación este episodio con el de Eliseo. Eliseo dio de comer a cien, con veinte panes. Jesús da de comer a cinco mil con cinco. La propuesta de Andrés es la adecuada pero no hay medios suficientes.
Haced que se recuesten. Comer recostado era signo de hombres libres (las mujeres y los niños no contaban para nada). Jesús quiere que todos se sientan personas con su propia responsabilidad. No quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Aquí está ya apuntando a la falsa interpretación que van a hacer del signo. El lugar (con artículo determinado) era el modo de designar el templo. Dios no está ya en el templo sino donde está Jesús. La mucha hierba, signo de la abundancia de los tiempos mesiánicos.
Pronunció la acción de gracias (eucaristhsaV=eucaristizó). Este dato tiene mucha miga. Se trata de conectar la comida con el ámbito de lo divino (los sinópticos hablan de elevar la mirada al cielo). Se reconoce que el alimento es don de Dios a todos; nadie puede apropiárselo para después sacar provecho de su venta. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario. Su finalidad primera, alimentar, se eleva para convertirlo en signo de Vida. Solo en este nuevo espacio es posible el compartir.
Recoged los pedazos que han sobrado. Lo sobrado no tiene sentido de resto, desperdicio, sino de sobrante, sobreabundante. En la Didaché se llama al pan eucarístico “los trozos” (klasma). Deben recogerlos porque la comunidad tiene que continuar la obra de la entrega. Otra gran diferencia con la experiencia del Éxodo. El maná no duraba de un día para otro; lo que Jesús ofrece tiene valor permanente y hay que cuidarlo. Recordemos que en los Hch se llama a la eucaristía “la fracción del pan”. No es pan, sino pan partido.
Llenaron doce canastas. "doce" hace referencia a las doce tribus de Israel, como símbolo del pueblo que había acompañado a Moisés. Jesús es el nuevo Moisés, el profeta que tenía que venir al mundo. Se trata de un profeta como Moisés que haría los mismos prodigios que él, ahora en beneficio de sus seguidores. Solo buscan su interés y están incapacitados para reconocer la novedad de Jesús. Siguen esperando una salvación material. Más tarde se establece la distinción entre el alimento de Jesús y el maná.
Quieren hacerle rey. No han entendido nada. La multitud queda satisfecha con haber comido, no necesita ni espera nada más. La identificación con Jesús y su mensaje no les interesa. Jesús quiere liberarles, ellos prefieren seguir dependiendo de otro. Jesús les pide generosidad; ellos prefieren recibir sin comprometerse a nada. Quiere asociarlos a su obra; ellos pretenden descargar en él su responsabilidad sin compromiso alguno. La solución que Jesús propone es compartir todo con todos. La salvación no está en que alguien solucione mi problema sino en estar dispuesto a dar a los demás lo que uno tiene y lo que uno es.
Se retiró a la montaña él solo. Es importante notar la doble imagen: Jesús sube a lo más alto, lo divino, mientras los discípulos bajan a lo más bajo, el mar. Ante la total incomprensión de la gente, Jesús no tiene alternativa, se vuelve al monte (lugar de la divinidad). Completamente solo, como Moisés después que el pueblo traicionó a Dios, haciéndose un ídolo. Este paralelo con Moisés muestra la gravedad de lo sucedido. Haciendo de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría de los israelitas en el desierto. En ambos casos quieren adorar a Dios bajo la falsa imagen que ellos habían hecho de Él.
Jesús pudo escapar de la pretensión de aquella gente, pero de nosotros, no puede escapar y lo hemos proclamado rey del universo. Debemos examinar los motivos que nos mantienen unidos a Jesús. ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué venimos a misa? Yo os lo voy a decir: Para asegurarnos sus favores aquí abajo y, además, garantizar una eternidad dichosa en el cielo. ¡Poco han cambiado las cosas! También nosotros seguimos sin querer saber nada del servicio y la entrega a los demás. El evangelio sigue sin estrenar.
Seguimos poniendo lo espiritual al servicio de lo material. No nos interesa lo que Dios quiere sino nuestro placer. Solo nos interesa que Dios se ponga a nuestro servicio. Si todos los que nos llamamos cristianos empezáramos a compartir, como Jesús nos pide, se produciría la mayor revolución de la historia humana. Si esperamos a compartir cuando hayamos cubierto todas nuestras necesidades, nunca compartiremos nada. La técnica del capitalismo es precisamente aumentar las necesidades a medida que se van satisfaciendo.
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