Pedro Moya Milanés
Hablar de la guerra de Ucrania es hablar de muchas cosas: del espanto de las víctimas, las oleadas de refugiados, el destrozo de las ciudades, la crueldad totalitaria de sus mentores, el colapso de unas relaciones históricas, la razón de la fuerza como criterio inapelable de actuación, el frío cálculo de las estrategias de dominio y destrucción…. Pero no es mi intención detenerme en ninguna de esas facetas, que tan profusamente vienen siendo abordadas por analistas de todo el mundo. Trataré solo de reflexionar sobre un elemento colateral, el de la dimensión “religiosa”, que de manera turbulenta subyace en el seno de las iglesias ortodoxas desde que se inició la invasión rusa.
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