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miércoles, 26 de enero de 2022

¿Fue Jesús célibe o estuvo casado con María Magdalena?

 

Benjamín Forcano, teólogo

Redes Cristianas

Benjamin Forcano2

1. Sobre la Familia de Jesús 
Jesús, como cualquier otro judío de su época, estaba
integrado en una familia, que le confería identidad y reconocimiento social. En Nazaret, con una población de unos 1.600 habitantes, Jesús había alargado sus lazos familiares.
Todo el mundo lo conocía como hijo de María y de José, ejerciendo con toda probabilidad el oficio de su padre. A José no se le menciona para nada desde el momento en que Jesús comienza su vida pública.

La razón más plausible es que José ya no vivía cuando Jesús comenzó su ministerio público, más o menos entre los 30-35 años.
María, por el contrario, sí que aparece y suponiendo que comenzó a ser madre a la edad de 14 años, y que había traído al mundo otros seis hijos por lo menos, tendría unos 48-50 años en el momento de la crucifixión de su hijo. ¿Los hermanos y hermanas de Jesús eran tales, eran hijos de un matrimonio anterior de José
(hermanastros) ligados a Jesús por el vínculo legal del segundo matrimonio de José, o eran primos?

Que los hermanos y hermanas de Jesús fueran primos u otra clase de parientes lejanos es todavía la doctrina habitual de la Iglesia católica romana, aun cuando hace algún tiempo teólogos y exégetas católicos afirman que se trata de hermanos reales. Meier, gran investigador del Jesús histórico, no duda en afirmar que “la
búsqueda de los parientes históricos de Jesús se acerca a lo imposible” (Pg. 328) No obstante, “un juicio sobre el NT y los textos patrísticos como fuentes históricas nos llevan a la opinión más probable de que los hermanos y hermanas de Jesús lo eran verdaderamente” (Pg. 340).

2. ¿Jesús era célibe?
 Nos encontramos con que, en la tradición cristiana, se admite como buena la condición del estado de casado, pero se admite igualmente como superior el celibato al matrimonio. En ese contexto y desde la perspectiva de la fe cristiana, se mantiene la creencia casi universal de que Jesús permaneció célibe.

Pero, aquí utilizamos ahora los argumentos de historiadores modernos. Desde las fuentes históricas, ¿es posible determinar si Jesús estaba o no casado? Conviene no confundir en este punto determinadas ideas negativas sobre la sexualidad sostenidas en la Iglesia católica con el análisis de la historia. Una cosa es la cuestión
histórica del estado civil de Jesús y otra las preocupaciones contemporáneas.

Hay autores que están a favor del matrimonio de Jesús con el siguiente argumento: el judaísmo del tiempo de Jesús tenía una posición muy positiva sobre el sexo y matrimonio; el matrimonio era la norma; por lo tanto, el celibato era inconcebible, luego Jesús estuvo casado. Así razona también el Código da Vinci.

Tratándose de la cuestión decisiva que origina y abarca toda la trama del secreto del Código da Vinci, bien vale la pena exponer los argumentos, si los hay, a favor del celibato de Jesús. Los argumentos serían los siguientes:

1. Los evangelios no hablan para nada de la mujer e hijos de Jesús durante su vida pública. Sí que hablan de su padre, madre, hermanos y hermanas durante su vida privada, pero tampoco en todo ese tiempo se dice nada de su mujer o hijos.Este
silencio, en uno y otro momentos, parece indicarnos que no
existían.

2. Jesús vivía inmerso en el judaísmo del siglo I. Dentro de él, había diversas corrientes ideológicas respecto al sexo y matrimonio. Una era la del judaísmo farisaico y otra la de otros grupos como los esotéricos, proféticos, místicos, etc. Es seguro que algunos o muchos de los esenios eran célibes.

3. También se da como seguro que otros grupos –los terapeutas, establecidos en Egipto-, esenios también o de otro movimiento judío similar, practicaban la abstinencia, encontrándose dentro de él también mujeres. Qumrán, el monasterio del Mar Muerto, expresión concreta del movimiento esenio, albergaba miembros que practicaban el celibato.
Este hecho está acreditado por el testimonio de Josefo y Filón, dos judíos del siglo I.

4. Fueron célibes también figuras bíblicas como las del profeta Jeremías del AT, Elías, Juan Bautista, etc.

5. Se puede constatar también, dentro del mundo grecorromano del siglo I después de Cristo, la existencia de un celibato vocacional en destacados hombres de la filosofía: : Epitecto, Apolonio, etc.
Es lógico, por tanto, concluir que el celibato no estaba ausente en el judaísmo del siglo I. El erudito judío Geza Vermes no tiene dificultad en ver a Jesús como célibe y explicar este estado poco habitual por su llamada profética y la recepción del Espíritu (Cfr. Jesus the Jew, 99-102).

J.P. Meier, después de hacer un análisis largo desde los contextos del celibato de Jesús en el judaísmo, concluye: “En suma, no podemos tener una absoluta certeza sobre si Jesús estaba o no casado. Pero los varios contextos, tanto próximos como remotos, en el NT lo mismo que en el judaísmo, señalan como hipótesis más verosímil la de que Jesús permaneció célibe por motivos religiosos.

Digamos que Jesús probablemente interpretó su celibato como necesidad impuesta por su misión profética, totalmente absorbente, orientada a Israel para hacer del dividido y pecador pueblo de Dios un todo purificado en preparación para la llegada final de Dios como rey. Es, por tanto, posible que Jesús -quizás con tono irónico- se cuente a sí mismo entre quienes “se hacen eunucos por el reino de Dios”. El total silencio sobre una mujer y unos hijos de Jesús en contextos donde son mencionados varios familiares suyos bien puede indicar que nunca estuvo casado” (Idem, pp. 353-354).

3. ¿Estuvo Jesús casado con María Magdalena? 
Si hacemos caso a las investigaciones anteriores, queda la hipótesis más probable de que Jesús no estuvo casado con Maria Magdalena.
Magdalena, oriunda de Magdala, una pequeña ciudad de Galilea, pertenecía al círculo de los discípulos de Jesús, pues en ella se dan de hecho, aunque apenas se le nombre como tal, las características del discípulo. No sólo eso, sino que era reconocida como ocupando un puesto preeminente: ella figura siempre a la cabeza de las demás mujeres y es reconocida como la principal en seguir, acompañar y ayudar a Jesús.

Según los especialistas, Magdalena estaba soltera y entre ella y Jesús había una gran amistad, debido seguramente a que Jesús la curó de una grave enfermedad, lo que propició una especial cercanía y afecto entre ambos.
Esta especial amistad dio lugar a que entre las diversas comunidades primitivas existentes, unas se decantasen por su liderazgo, y otras por el de Pedro, haciendo valer la preferencia que sobre ella mostraba el Señor.
Naturalmente que unos y otros iban a interpretar esa amistad con matices y acentos distintos; unos tratarían de reivindicarla para asegurar el protagonismo de la mujer en la Iglesia, con responsabilidades y servicios equiparables a los de los discípulos varones y otros tratarían de rebajarla, influidos probablemente por
ideas que atribuían a la mujer una condición de indignidad e inferioridad.

En esto, Jesús demostró actuar con libertad e innovación,
favoreciendo un cambio radical, de igualdad, que afectaría de
diversa manera a los grupos que se iban formando.
Tema éste apasionante, que puede ilustrar la evolución del
papel que la mujer ha tenido o debiera haber tenido en el desarrollo
posterior de la Iglesia.

Carmen Bernabé, teóloga y doctora bíblica, en su libro “María
Magdalena, tradiciones en el cristianismo primitivo”, demuestra que
las características que los textos extracanónicos atribuyen a María
están basadas en los evangelios, sobre todo en el de Juan, que la
presentan como discípula, receptora y transmisora de una
revelación especial y concluye su estudio con esta valoración: “
Parece que María Magdalena tiene un papel importante en la
interpretación del destino de Jesús a la que iban a llegar los
primeros discípulos, así como en la decisión de la conveniencia de
iniciar la misión, con la que se debió enfrentar muy pronto aquella
comunidad.

María Magdalena era, sin duda, la figura más
importante, del grupo de discípulas, así como Pedro fue de los
varones. María Magdalena fue una figura muy cercana a Jesús, con
una relación especial, en cuanto se adivina más intensa que la que
tienen las otras mujeres discípulos. No se está defendiendo aquí,
como a veces se ha hecho, una relación matrimonial entre ella y
Jesús, algo que no es posible demostrar basándose en los textos;
sino una relación de amistad cercana y preferente” (EVD, p. 265,
1994).

No dejan de ser sugerentes las investigaciones últimas
acerca de la identidad y significado de la expresión del cuarto
evangelio “uno de sus discípulos, aquel al que amaba Jesús” (Jn
12,23; Jn 19,25-27; Jn 21,7; Jn 21, 20.

Hay autores que hacen luz sobre este punto, argumentando
de esta manera: Al pie de la cruz o, más bien, un poco lejos
mirando, sólo podían encontrarse mujeres, sin saber a ciencia cierta
si eran cuatro o dos. De ser dos, serían María la madre de Jesús y
Maryam Magdalena. “En esta escena no es la madre el centro, sino
la discípula de Magdala, a la que se quiere ensalzar y con ella la
tradición de la propia comunidad, precisamente con la entrega que
Jesús le hace de su propia madre. En ningún caso y en ningún
estado de la redacción se menciona a ningún otro hombre fuera de
Jesús”(Juan Manuel Lozano, Un retrato de Jesús, Nueva Utopía,
pg. 143, 2006).

.
Leyendo ahora el texto “Jesús viendo a su madre y al
discípulo que amaba” los autores lo interpretan como la entrega que
Jesús hace de su madre a Magdalena. Ella la recibió en su familia.
“Los cristianos de entonces, escribe Lozano, entendían
perfectamente que el discípulo (ho mathetes) al que Jesús había
amado particularmente, era Maryam Magdalena, a quien Jesús dejó
confiada su propia madre. No, ciertamente, a ningún hombre que no
ha aparecido hasta ahora. Más cerca de Jesús, no se podía colocar
al discípulo que Jesús amaba…Con esta entrega por Jesús de su
madre el cuarto evangelio pretendió presentarse como el libro de
una comunidad, cuya tradición venía nada menos que de Maryam
Mgadalena. Maryam es su heroína, como Pedro acaba siéndolo del
Evangelio de Mateo. El cuarto Evangelio realiza la tarea de glorificar
a su héroe, aquí heroína, colocando a Maryam al pie e la cruz y
haciendo que Jesús le confíe su madre” (Idem, Pgs. 156-159).
Los apuntes anteriores nos permiten decir que las
afirmaciones del Código da Vinci, no parten de una
investigación histórica seria y quedan, por lo mismo, relegadas al
mundo de la ilusión.

El secreto, que abarca la novela entera, que sustenta la teoría
de que el Santo Grial es Maria Magdalena, que se transmite a
través de la dinastía merovingia y lo conserva seguro el Priorato de
Sión mediante la creación de los Templarios su brazo armado, que
señala a la Iglesia católica como exterminadora del culto a la diosa
femenina y de la degradación y marginación de la mujer, que
explica el invento político de la Divinidad de Jesús y el alza
inconmensurable del poder patriarcal y machista en la Iglesia, que
ha creado el engaño bimilenario del cristianismo, se convierte en
fantasía, en pura ilusión de quien intenta pasarlo como verdad
a través de una novela.

Todo depende, para la consistencia del secreto, en que Jesús
de Nazaret estaba casado y estaba casado con María Magdalena.
La Iglesia católica no admitió esta verdad “natural, obvia,
pública y rigurosamente histórica”, tuvo poder para desterrarla y
entonces para no desaparecer, esta verdad comienza a
conservarse en secreto, el SECRETO más importante y mejor
guardado de todos los tiempos. Y eso es lo que, al parecer con
argumentos irrefutables, pretende finalmente mostrar y anunciar
Dan Brown a la engañada y manipulada humanidad: Jesús estaba
casado y lo estaba con María Magdalena.

La trama, el contenido y las consecuencias
del Código da Vinci se vienen abajo con la
facilidad de un sueño. Dan Brown nos ha
ofrecido un sueño con pretensiones de realidad,
pero por suerte la realidad es más fuerte que la ilusión.

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