Monseñor Agrelo, Franciscano español, arzobispo emérito de Tánger
“Ese día perdí la esperanza, pues vi que los jueces prefieren la legalidad a la justicia y dejan sin camino a los que huyen del infierno.
Para esa humanidad a la que llamamos ilegal, sin papeles, este día, en que el Constitucional avala las llamadas devoluciones en caliente, es sólo un día más en su calendario de tristezas. Para ellos, un día más. Para mí, un día de enorme frustración, ira, vergüenza, humillación.
Sabía que mi mundo era una fábrica de pobres. Pero me quedaba la esperanza de que terminaríamos por verlo, por reconocerlo, y suponía que, mientras esa hora no llegase, haríamos algo por remediar el mal causado, aunque sólo fuese esa mísera limosna de no cerrar el camino a los que huyen del infierno.
Esa esperanza está condenada. Los jueces del llamado Alto Tribunal la han llevado al corredor de la muerte. Lo han hecho sin pestañear, pues lo suyo no es la esperanza sino la Constitución; lo suyo no son los pobres sino la ley; lo suyo no es la justicia sino la legalidad; lo suyo no son las heridas de hombres, mujeres y niños atropellados por nuestro bienestar, sino la justificación de quienes los hemos atropellado.
Y lo mío, lo que hoy me queda, es eso: frustración, ira, vergüenza, humillación. Hoy es uno de esos días que se te clavan en el alma como puñales… es un día oscuro, amargo, muy amargo.
Si hoy me preguntas por Dios, creo que hemos legitimado que se le devuelva en caliente al otro lado de nuestras fronteras.
cuando lo atiendes en los pobres, es El, tu Rey, a quien lo sientas a tu mesa. A tu mesa, el Rey: lo has oído: “Yo mismo buscaré mis ovejas”,“yo mismo apacentaré mis ovejas”.
Es el Señor quien lo dice…En el humilde y pobre Jesús de Nazaret, el Señor tu Dios salió en persona a buscarte, se hizo remedio para tus heridas, medicina para tus dolencias, consuelo para tu aflicción, palabra cercana para tu soledad.
En Jesús, el Señor tu Dios vino en persona a ser agua para tu sed, se hizo pan para tu camino, luz para la oscuridad de tus ojos, resurrección y vida para tus huesos olvidados en los dominios de la muerte.
Y por eso, porque el profeta te hablaba de Dios, hiciste tuyas sus palabras con un sentido nuevo que sólo tú puedes les puedes dar, pues sólo tú tienes acceso al misterio de tu relación personal con Cristo Jesús, al misterio de tu relación única con el buen pastor de tu vida; sólo tú sabes del amor con que te cuida, sólo tú sabes de sus desvelos por ti.
Y formando con tus hermanos una sola Iglesia, un solo cuerpo, una asamblea eucarística, vas diciendo lo que Dios es para ti: “¡El Señor es mi pastor!:¡Nada me falta!”. En su tienda, en su casa, a su mesa me hace recostar; aquí sacia mi sed, aquí repara mis fuerzas…
Si lo escuchas y comulgas con él, él será tu buen pastor, él será tu rey.
He dicho: “Si lo escuchas”, “si comulgas con él”.
Y habremos de ahondar en el misterio de esa escucha, de esa comunión. Es el Rey quien nos lo recuerda: si no lo recibimos –si no lo escuchamos y comulgamos con él- cuando se nos acerca en los pobres, tampoco lo habremos recibido, aunque hayamos oído y comido, en el misterio de la eucaristía.
La certeza de que lo escuchamos y comulgamos con él, nos la da el agua que le ofrecemos en los sedientos, el pan con que lo alimentamos en los hambrientos, el su desnudez, el calor con que aliviamos su soledad, el abrigo con que lo protegemos de la angustia.
Escucha, contempla, comulga, ama, y la bondad de Dios y su misericordia te acompañarán todos los días de tu vida.
Escucha, contempla, comulga, ama, y los pobres darán testimonio de que, a tu mesa, has sentado a tu Rey.
Escucha, contempla, comulga , ama y heredarás el Reino preparado para ti desde la creación del mundo”
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