Jaime Richart, Antropólogo y jurista
¿Qué esperaba ayer el ser humano que pudiese ocurrir hoy, después de un siglo
de arrojar a la biosfera trillones de toneladas de partículas contaminantes?
¿Cómo es posible que creyéndose capaz de calcularlo todo no calculase, ni
calcule, lo más importante para la humanidad: su supervivencia? ¿Cómo ha sido
tan necio que no ha calculado las consecuencias de la violación sistemática de
la Naturaleza, como una y otra vez un proxeneta viola a una mujer o a otro
hombre? ¿Cree que es posible compensar semejante miserable falta de inteligencia
con los logros de la tecnología y de la ciencia?
De acuerdo, la ciencia y la tecnología avanzan con la velocidad de vértigo, y
la electrónica aporta toda clase de pasatiempos y utilidades. Pero ¿para qué? De
los pasatiempos el humano se acabará cansando. Y las utilidades se volverán
contra él, porque ¿de qué le servirá al ser humano que la Ciencia y la Medicina
le reparen la cadera o el corazón rotos o le extirpen estupendamente un tumor,
si lo que luego le espera es eso cada vez más estructural: soledad, tedio,
tristeza y quizá desesperación por sus míseras condiciones de vida y por haberle
alejado tanto los dirigentes y los explotadores de cada sociedad y del mundo, de
la naturaleza?
¿Cuánto tiempo estará contento por satisfacer fácilmente su curiosidad en las
enciclopedias y cuánto durará la excitación de compartir su soledad en las redes
sociales? ¿Cuánto puede durarle la sensualidad del dinero, la que proporciona el
dinero y la acumulación de dinero… si es que tiene acceso al dinero?
El ser humano está sacrificando la cultura, la filosofía, las humanidades y
los valores más antiguos del espíritu y de la mente. Y todo para venerar al
coche y a la electrónica. Y todo para rendirse a una comodidad que ya no sabe
disfrutar y que le irá conduciendo a la molicie colectiva y al embrutecimiento
antes de perder la capacidad de pensar y antes de adquirir la destreza de pensar
por cuenta propia.
A diferencia del ave, que no se jacta de saber volar, se ufana el humano de
su inteligencia. Y sin embargo no ha conseguido averiguar cuál es el sentido de
la vida ni hacia dónde se dirige él, ni hacia dónde camina la civilización a la
que pertenece. Hoy día, precisamente gracias a la tecnología conocemos hasta qué
punto en el animal están presentes la compasión, la solidaridad y la
inteligencia, mientras los dirigentes del mundo carcen de compasión, de
sentimiento de solidaridad y de inteligencia natural llevando al planeta y a la
humanidad hacia el abismo.
Pase que en los primeros 50 años no reparase en las gravísimas consecuencias
de los excesos cometidos contra la Naturaleza. Pero cuando años después el caos
climático, que sólo los cretinos niegan, es manifiesto y manifiestos los
estragos que causa, el humano pone también a prueba su escasa inteligencia
respecto a las capacidades que la ciencia le atribuye y de las que él se
pavonea.
Sea como fuere, lo cierto es que poniendo muy en duda la inteligencia útil
para todos, algunos sociobiólogos pronostican precisamente que el suicidio de la
humanidad será su último avatar…
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