Leonardo Boff
Si sucede esta tragedia será el fin del sistema-vida y de la especie humana.
Este estado de permanente beligerancia se deriva de la lógica del paradigma
civilizatorio que se ha ido formando lentamente durante siglos hasta llegar a su
paroxismo en nuestros días: la ilusión de que el ser humano es un “pequeño dios”
que se sitúa sobre las cosas para dominarlas y acumular beneficios, a costa de
la naturaleza y de naciones enteras. Hemos perdido la noción de pertenecer a la
Tierra y de que somos parte de la naturaleza. Esa conciencia nos llevaría a
confraternizar con todos los seres de este bello planeta.
Es urgente una nueva relación con la Tierra y con la naturaleza, compuesta de
sinergia, respeto, convivencia, cuidado y sentido de responsabilidad
colectiva.
Esta relación convivial ha estado siempre viva en todas las culturas de
Occidente y de Oriente, especialmente en nuestros pueblos originarios que
muestran hacia la Tierra un profundo respeto.
En nuestra cultura tenemos la figura paradigmática de San Francisco de Asís,
actualizada hoy por el obispo de Roma, Francisco, en su encíclica Laudato Si:
cuidando de la Casa Común. Proclama al poverello de Asís «santo patrón de todos
los que estudian y trabajan en el campo de la ecología… pues para él toda
criatura era una hermana, unida a él por lazos de cariño. Por eso se sentía
llamado a cuidar de todo lo que existe» (n.10 y 11). Con cierto humor recuerda
«que san Francisco pedía que en el convento se dejase siempre una parte del
huerto para las hierbas silvestres» (n.12), pues ellas a su modo también alaban
a Dios.
Esta actitud de ternura lo llevaba a recoger las babosas de los caminos para
que no fueran pisadas. Para san Francisco todos los seres son animados y
personalizados. Por intuición espiritual descubrió lo que sabemos actualmente
por vía científica (Crick y Dawson que descifraron el DNA): que todos los
vivientes somos parientes, primos, hermanos y hermanas, porque tenemos el mismo
código genético de base. Por eso trataba a todos como hermanos y hermanas: al
sol, a la luna, al lobo de Gubbio y hasta a la muerte.
Esta visión supera la cultura de la violencia e inaugura la cultura del
cuidado y de la paz. San Francisco realizó plenamente la espléndida definición
que la Carta de la Tierra encontró para la paz: «es la plenitud creada por
relaciones correctas consigo mismo, con las otras personas, otras culturas,
otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte» (n.16).
El Papa Francisco parece haber realizado las condiciones para la paz que
predica por todas partes y que personalmente irradia. Él expresó emotivamente un
pensamiento que vuelve una y otra vez en la encíclica: «todo está relacionado, y
todos nosotros, seres humanos, caminamos juntos como hermanos y hermanas en una
peregrinación maravillosa, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de
sus criaturas y que nos une también con tierno afecto al hermano Sol, a la
hermana Luna, al Hermano rio y a la Madre Tierra» (n. 92).
En otro lugar aparece la siguiente formulación, ahora crítica: «Es preciso
fortalecer la conciencia de que somos una única familia humana. No hay fronteras
ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, por eso mismo,
tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia» (n.52).
De esta actitud de total apertura, que a todos abraza y a nadie excluye, nace
una imperturbable paz, sin miedo y sin amenazas, paz de quien se siente siempre
en casa con sus padres, hermanos, hermanas, y con todas las criaturas.
En lugar de la violencia coloca los fundamentos de la cultura de la paz: el
amor, la capacidad de soportar las contradicciones, el perdón, la misericordia y
la reconciliación más allá de cualquier presuposición o exigencia previa.
Al abordar el tema de la paz en su encíclica, el obispo de Roma, Francisco,
repite lo que Gandhi y otros maestros han dicho antes: «la paz no es ausencia de
guerra. La paz interior de las personas tiene mucho que ver con el cuidado, con
la ecología y con el bien común, porque cuando es auténticamente vivida, se
refleja en un equilibrado estilo de vida, aliado con la capacidad de admiración
que lleva a la profundidad de la vida; la naturaleza está llena de palabras de
amor» (n.225). En otro momento afirma: «la gratuidad nos lleva a amar y a
aceptar el viento, el Sol y las nubes, aunque no se sometan a nuestro control;
así podemos hablar de una fraternidad universal» (n.228).
Con esta visión suya de paz y de gratuidad él representa otro modo de
ser-y-de-estar-en-el-mundo-con-los-otros, una alternativa al modo de ser de la
modernidad que es estar fuera y encima de la naturaleza y de los otros y no
junto con ellos, conviviendo en la misma Casa Común.
El descubrimiento y la vivencia de esta hermandad cósmica nos ayudará a salir
de la crisis actual, nos devolverá la inocencia perdida y hará que añoremos el
paraíso terrenal cuyas señales podemos anticipar.
*Leonardo Boff es articulista del JB online y ha escrito: Francisco de
Asís y Francisco de Roma: una nueva primavera en la Iglesia, 2015.
Traducción de Mª José Gavito Milano
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