Gestionar los sentimientos y escuchar a quien comparte
El psiquiatra y psicodramatista Enrique Saracho –director de EDIREN
Cooperativa de Salud– suele decir, al hablar de los sentimientos y emociones,
que son una “moneda de dos caras”. No solo no es extraño, sino más bien al
contrario, que sentimientos aparentemente “contradictorios” aparezcan
simultáneamente en la persona. Así, ante el mismo acontecimiento, podemos
experimentar, a la vez, alegría y tristeza, amor y odio, excitación y temor…
Nuestra formación racionalista puede llevarnos a pensar que no es posible que
convivan dos sentimientos opuestos; sin embargo, así es como suelen aparecer.
Esa misma formación recibida nos hace también etiquetar lo que sentimos,
catalogando nuestras emociones como “positivas” o “negativas”. Sin embargo,
todas ellas tienen un porqué y un para qué: todas tienen una causa y todas
tienen una “misión” que cumplir en nuestro proceso de crecimiento.
Comprender cómo aparecen sentimientos y emociones nos ayuda a gestionarlos
adecuadamente. Si no comprendemos su naturaleza, fácilmente podemos
confundirnos, culpabilizarnos, ofuscarnos… Con ello, es probable que no logremos
sino añadir sufrimiento inútil y tomar decisiones equivocadas.
Aquella misma formación racionalista ha podido grabar en nosotros el mensaje
de que “querer es poder”. Y que basta una decisión consciente para modificar un
sentimiento. Pero no es así. Los sentimientos tienen su propia “vida”, con una
dinámica y un “tempo” que no dependen de nuestras decisiones mentales. Los
pensamientos podemos cambiarlos con cierta rapidez; elaborar los sentimientos
hasta que se “resuelvan” suele ser un proceso más prolongado, que requiere, de
entrada, mucha paciencia. Como alguien ha dicho, “los pensamientos van en avión;
los sentimientos en burro”.
¿Cuáles son los pasos que ayudan en ese proceso?
Esquemáticamente, podrían nombrarse los siguientes:
Sentir lo que aparece en nuestro psiquismo, en lugar de “llevarlo a la
cabeza” y racionalizarlo. Sabemos bien que la racionalización es un mecanismo de
defensa con el que solemos alejarnos de lo que realmente sentimos. Pero tal
mecanismo, inevitable quizás en un primer momento, al ocultar lo que sentimos,
termina volviéndose contra nosotros: todo lo ocultado, antes o después,
reaparecerá, probablemente con una carga mayor. El olvido –como la represión–
oculta el sentimiento, pero no lo elimina.
Nombrar el sentimiento y emoción, porque de ese modo lo delimitamos. Ya no es
“algo” borroso que parece ocuparlo todo, sino un objeto bien preciso ya
identificado.
Aceptar (legalizar) el sentimiento, otorgándonos el derecho a sentir lo que
sentimos. Entre la resistencia y la resignación, la aceptación significa
reconocer lo que en este momento ha aparecido. No implica que eso me agrade o
no; sencillamente reconozco que está ahí.
Compartir lo que sentimos. Necesitamos un “interlocutor” válido –luego diré
algunas condiciones que se requieren para ello- ante quien verbalizar lo que se
está moviendo en nosotros. El hecho de verbalizarlo, sobre todo ante alguien
“válido”, facilita que podamos tomar una distancia sana que nos hará ganar en
libertad interior.
Elaborar todo lo que se ha removido en nosotros. Respetando su propio
proceso, integramos todo lo que el sentimiento o emoción tenía que decirnos. De
ese modo, ha sido para nosotros un mensajero o una oportunidad para crecer y
madurar como personas.
¿Qué rasgos caracterizan una escucha válida? ¿Qué actitudes vivir cuando
alguien nos comparte sus sentimientos?
También de manera esquemática, podría decirse que un interlocutor válido:
Escucha y no da soluciones;
no minimiza ni trivializa los problemas;
no compara con otros casos o personas;
no hace juicios de valor;
no “positiviza” la situación, porque eso implica no aceptar lo que la persona
está viviendo;
no se altera ni se hunde por lo que escucha, porque puede hacer pie en su
propia consistencia interior;
no está todo el tiempo pendiente de la persona: está presente y disponible
pero no invade ni agobia.
Es sabia la persona capaz de gestionar sus sentimientos y emociones
adecuadamente. No podemos hacer nada para que aparezcan o dejen de aparecer;
nuestro poder está en el modo de gestionarlos. Y es esto lo que será decisivo en
el camino de nuestro crecimiento personal.
Sabiduría se requiere también para pedir ayuda, siempre que es necesaria, y
para escuchar eficazmente a quienes nos comparten lo que viven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario