Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Es un tema reiterada e intermitentemente recurrente. Yo he escrito varias
veces en este blog, y normalmente he mostrado mi inconformidad con el asiduo
estado de cosas en este tema. Los funerales de Estado, la presencia de
autoridades, como tales, en celebraciones litúrgicas, algunos de ellas
sacramentales, donde una autoridad, como tal, no tiene ni sitio ni cabida. Otra
cosa es como miembros de una comunidad parroquial, sin destaques ni
rimbombancias, ni fotos, ni imágenes en los telediarios. Y esa flagrantes
anormalidad la tiene que solucionar no las autoridades políticas, sino las
clericales. Si alguien de mis lectores ha leído “El Principe”, de Maquiavelo,
sabe perfectamente que el poder político se expande, como los gases, y ocupa
todo el espacio que puede, por las buenas, o, con excesiva frecuencia, por ls
malas. Así que si las autoridades religiosas no solo reciben con buena cara, se
irritan por la ausencia, y hasta invitan a las autoridades políticas, es lógico,
y racional, que éstas acudan de muy buen grado. Que sean creyentes,
practicantes, y no digamos, que pauten su vida y sus políticas por el evangelio,
eso no importa nada. Pero esa connivencia impide, obviamente, como comprobamos
por desgracia, que la Iglesia cumpla su deber profético en beneficio de sus
fieles, que son también, ciudadanos.
El propio presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cardenal
Ricardo Blázquez Pérez, que acaba de ser reelegido esta semana para un trienio
más, aseguró el otro día, a raíz de la polémica de la misa los domingos en la
TVE 2, que él siempre estaría atento, y acudiría, a defender que se cumplan en
España los Derechos Humanos, y uno de ellos es el Derecho de libertad religiosa.
Claro que anterior a éste es el derecho de “Libertad de conciencia”, y nos
gustaría que la Iglesia lo defendiera con el mismo ímpetu. Parece, por sus
palabras, que en nuestro país no se respetara la libertad Religiosa, que no haya
hábitos, sotanas y alzacuellos por las calles, que no se vean imágenes con sus
pasos, con los hermanos vistiendo los hábitos de la correspondiente Hermandad,
tapados hasta la coronilla, excepto los ojos, (¿alguien se atrevería, por
seguridad, prohibir esos atuendos en Semana Santa?), siendo muchas veces
escoltados por soldados, guardias civiles, o policías municipales con traje de
gala, y otros funcionarios de seguridad del Estado.
Así como que, creo recordar, este mismo Estado favorece, en la declaración de
la renta, que se beneficie a la Iglesia. Etc., etc. O facilitarle la adquisición
de canales de comunicación, como frecuencias radiofónicas, y señales de
televisión. Insinuar que retirar de un canal público, como es la “Dos de
Televisión española”, la retransmisión de la misa dominical, atentaría contra la
libertad religiosa, es confundir a la gente. Mucho más cuando el Estado respeta,
y hasta privilegia, la posesión, por parte de la Iglesia, de medios de
comunicación que pueden, perfectamente, hacerse cargo de esas retransmisiones,
que no serían pagadas con dinero público, sino que correrían a cargo de la
propia administración de los medios de comunicación eclesiásticos. ¿Tan
complicado es que el canal 13 tv, propiedad de la CEE, retransmita la misa
dominical? Ganaría en audiencia y en calidad. Me gustaría que alguien que lo
sepa, o se lo figure, me responda a esta pregunta: ¿por qué, y quienes, tienen
tanto interés en que la retransmisión de la misa dominical se realice desde una
medio de comunicación público? ¿No será por mostrar poder en el espacio público
nacional, (en la mejor línea del Evangelio (¡!)?)
Lo que es insoportable para una mentalidad medianamente cristiana es que este
tipo de cuestiones se diluciden más por ideología que por convicciones
eclesiales. Ayer oía yo afirmar, en un programa de televisión, a un periodista
tertuliano, que “él era ateo por la gracia de Dios”, pero que no podía consentir
en que unos desaprensivos, (lo que decía de ellos se puede resumir en este
término), por menosprecio a la Iglesia, solicitaran algo tan fuera de tono. Que
si los que presentaban este proyecto desconocían la maravillosa tarea da
Caritas. Y cosas por este estilo.
Pero no oigo a muchos tertulianos intentar enjuiciar las incesantes, -y
algunas de ellas, desproporcionadas-, inmatriculaciones de propiedades que la
jerarquía de la Iglesia hace en su beneficio. En una reacción parecida a la de
la denuncia de Podemos por parte de la APM, en la que los periodistas eran los
acosados, en este caso me parece que el carburante que alimenta las llamas de la
crítica no es tanto el aprecio de la Eucaristía, y los derechos conculcados de
la Iglesia, sino la oportunidad que se ofrece de lanzar diatribas y
descalificaciones a un partido que se siente peligroso y problemático para la
colectividad. Sigo recordando, por si alguno lo ha olvidado, que no me cae
simpático el tono, y el estilo, algunas veces faltón y sobrado de un partido
joven que parece creer que solo él se acerca con las manos limpias y el corazón
incontaminado a la Democracia. Pero ni en éste, ni en otros casos, de política,
religión, sociología o deporte, procuro no dejarme llevar por el argumento tan
frágil e inconsistente, tan frecuente entre nuestros conciudadanos, de “me
gusta, no me gusta”. Hay también muchas cosas en otros partidos y agrupaciones
que no me gusta nada. Pero eso no lo convierto en argumento contrario y, mucho
menos, concluyente,
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