Bien, hermano Francisco, bien
Se está inaugurando la restauración de la Catedral de Notre Dame de París, la cual costó 700 millones de euros. Asisten unos 35 jefes de estado y un centenar largo de obispos, acompañados de un órgano de 8000 tubos.
Tu Francisco, declinaste asistir. Hiciste muy bien, porque mientras se escenifica esa suntuosidad están muriendo cada día 18000 niños de hambre. Esa teatral escenificación inaugural, con tanta presencia política y episcopal está muy lejos del Evangelio, muy lejos de la causa de los oprimidos de este mundo, muy lejos de los emigrantes que huyen del hambre, muy lejos del cuidado del planeta tierra que cada día es más un pobre más entre los empobrecidos del mundo. Haces muy bien en no asistir, porque ni Jesucristo ni Dios habitan en templos de piedra, ni de hierro, ni de madera, ni vidrieras de colores, ni en los tubos de un órgano. Habitan donde hay hambrientos, sedientos, enfermos, desnudos, emigrantes y encarcelados, donde hay una tierra oprimida explotada, contaminada y enferma.
Ahí es donde hay que atender, cuidar, reconocer, rehabilitar y dignificar a Jesucristo. El mejor templo, la mejor catedral, la mejor iglesia de Dios son los seres humanos. Así se lo dice San Pablo a los cristianos de Corinto y nos lo dice hoy a nosotros: “¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario”. (1Co 3,16-17). El santuario era la parte más sagrada del templo: la parte más sagrada para Dios es el ser humano, y la tierra que le mandó cuidar y cultivar, la que nos sostiene hasta el fin de nuestros días en este mundo.
Tu sabes, hermano Francisco, mejor que nadie que estamos destruyendo miles de santuarios humanos todos los días, santuarios que estamos quemando en África, en la India, en Hispanoamérica, en Bangladés, en Haití y en muchos más sitios. Los quemamos de hambre, por falta de comida; de sed, por falta de agua; de frío, por falta de ropa; de enfermedad, por falta de médicos, medicinas y hospitales; de desesperación y angustia en pateras y cayucos; de tristeza y soledad en miles de encarcelados.
Con 700 millones que costó esa reparación de los daños del incendio de Notre Dame, y muchos más que se gastan en palacios, en grandes estadios de fútbol, en viviendas y coches de lujo, en aviones privados, en iluminaciones y banquetes navideños que tanto contrastan con el nacimiento de Jesús acostado en un pesebre, con todo eso, cuántos incendios humanos se apagarían, que están quemando cada día a los oprimidos de este mundo!
¡Cuánto falta aún por hacer para un mundo un poco más humano!
Os deseo todo bien para compartirlo con tod@s y con la madres naturaleza.-Faustino
Faustino Vilabrille
Religión Digital
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