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miércoles, 25 de septiembre de 2024

PAZ, VIOLENCIA Y RELIGIONES


col anso

 

La paz, un bien preciado, pero frágil y amenazado

La paz es uno de los bienes más preciados y anhelados por la humanidad, pero, al mismo tiempo, uno de los más frágiles y amenazados. Rastreando las huellas de la historia, en vano buscaríamos un estado duradero de paz. A lo más, encontraríamos armisticios, es decir, breves periodos intermedios entre dos guerras, que no son precisamente remansos de paz, sino tiempo dedicado de manera calculada a preparar nuevas guerras con nuevos y más destructivos mortíferos de los seres humanos y de la naturaleza. La humanidad, o por mejor decir, sus dirigentes, también los religiosos, parecieran seguir la consigna belicista: "Si quieres la paz, prepara la guerra". Una consigna muy alejada del ideal ilustrado de la "Paz perpetua" que propusiera Immanuel Kant -cuyo tercer centenario de su nacimiento estamos celebrando este año- en la obra del mismo título, publicada en 1795, donde podemos leer:

 “Esta facilidad para hacer la guerra, unida a la inclinación que sienten hacia ella los que tienen la fuerza y que parece congénita a la naturaleza humana, es el más poderoso obstáculo para la paz perpetua”. ¡Kant, siempre tan oportuno, certero y actual!

Y las religiones, ¿qué actitud adoptan ante la violencia, ante las guerras? Lo que comprobamos es que existe una falta de sintonía entre los mensajes de paz que predican y algunas de sus manifestaciones históricas violentas a través de las cuales han logrado imponer las creencias por la fuerza de las armas y dominar las mentes y las conciencias de la gente.  Lo que decía con gran lucidez de los cristianos Baruc Spinoza, que sufrió en su propia carne la expulsión de la comunidad judía, es aplicable a no pocos creyentes y dirigentes de otras religiones:

"Me ha sorprendido a menudo ver a hombres que profesan la religión cristiana, religión de paz, de amor, de continencia, de buena fe, combatirse los unos a los otros con tal violencia y perseguirse con tan terribles odios, que más parecía que su religión se distinguía por este carácter que por lo que antes señalaba. Indagando la causa de este mal, he encontrado que proviene, sobre todo, de que se colocan las funciones del sacerdocio, las dignidades y los deberes de la iglesia en la categoría de las ventajas materiales, y en que el pueblo imagina que toda religión consiste en los honores que tributa a sus ministros".

Dios, “la palabra más vilipendiada”

Más contundente se muestra el filósofo judío Martin Buber en torno a la utilización de la palabra “Dios” para legitimar la violencia e incluso para ejercerla en su nombre y por mandato suyo. “Dios -afirma- es la palabra más vilipendiada de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan mancillada, tan mutilada... Las generaciones humanas han hecho rodar sobre esta palabra el peso de su vida angustiada y la han oprimido contra el suelo. Yace en el polvo y sostiene el peso de todas ellas. Las generaciones humanas, con sus partidismos religiosos, han desgarrado esta palabra. Han matado y se han dejado matar por ella. Esta palabra lleva sus huellas dactilares y su sangre... Los hombres dibujan un monigote y escriben debajo la palabra ‘Dios’. Se asesinan unos a otros, y dicen: ‘lo hacemos en nombre de Dios...’. Debemos respetar a los que prohíben esta palabra, porque se rebelan contra la injusticia y los excesos que con tanta facilidad se cometen con una supuesta autorización de ‘Dios’. ¡Qué bien se comprende que muchos propongan callar, durante algún tiempo, acerca de las ‘últimas cosas» para redimir esas palabras de las que tanto se ha abusado!’. Bien seguro que ya no será posible purificar la Palabra de «Dios» de tanto vilipendio y mancillamiento, de tanto desgarro y mutilación, de tanto secuestro y manipulación a que ha sido sometida a lo largo de los siglos. Pero no nos descorazonemos. Porque sí, podemos, mancillada y mutilada como está, levantarla del suelo y erigirla en un momento histórico trascendental”.

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