Se me ha ocurrido hoy echar cuentas. Calculo que a lo largo de mi vida he predicado por lo poco unas cuatro mil veces.
Hay ciertas cosas que no se pueden saber, pero lo que siento a mi alrededor es que no van surgiendo comunidades cristianas alternativas. Y me lleva a pensar si será que mis palabras no han sido semillas de Reino.
Puede ser que no he predicado el Evangelio, que no he acertado en la forma y en el estilo de Jesús que, como nos dice el Evangelio, hablaba con autoridad, porque decía palabras de vida, porque lo acompañaba con su vida y su testimonio, porque decía y hacía. Es cierto que a medida que Jesús habla, hay muchísimos discípulos que se van de Él y quedan muy pocos ante la cruz.
No se trata de multitudes. Quizás la Palabra ha hecho surgir la fe en bastantes personas y grupos. Pero me gustaría preguntar a los oyentes si les ayudo a calar en el Mensaje, si les animo a vivir a Jesús, si les lleva y me lleva a trabajar por los valores del Reino, si los oyentes son anunciadores de ese Evangelio.
De todas formas, voy descubriendo que la homilía desde el púlpito no es el mejor sistema. Se precisan grupos de diálogo y comentario para que la Palabra llegue y cale en lo vital, implicando la vida.
Partimos de que la Palabra muchas veces no se entiende, no se lee despacio y con la entonación adecuada y por eso resbala en los oyentes. Luego, el comentario que hacemos los predicadores no tiene un lenguaje claro, inciso, y muchas veces está hecho con comentarios de libros más que como experiencia de nuestra vivencia. Aquí veo yo el secreto: anunciar a los demás mi experiencia y comunicar mi enamoramiento de Jesús a los demás. No predicar lo que han oído toda la vida y ya lo oyen como algo que conocen. Muchas veces son ya viejos cristianos, que siguen la tradición de cumplir con la misa y alguna devoción.
Y, por parte de los predicadores, porque es la hora y mi oficio.
Pienso que la Palabra de Dios ha de tener el sentido de releer la actualidad, los problemas, las realidades desde Jesús. No sé cómo hacerlo, pero cuando predico, intento que sea breve, que sea el mensaje de Jesús, que lleve la luz a las realidades de mi vida y que sea positivo. La predicación con el evangelio en una mano y la realidad de la prensa en la otra para saber por dónde va la vida.
Y ha de tener novedad. Lo que Jesús decía con Autoridad, que cale y transforme. Como una espada que llega al fondo del corazón. Sí, porque será buena señal que esa Palabra nos haga pupa, nos interrogue, nos inquiete, nos abra nuevos caminos.
Aprender a echar el Bando de Jesús, pero al oído de cada uno.
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