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miércoles, 6 de diciembre de 2023

Inmaculada (B) EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO Lc 1,26-38

col labrador

 


El evangelista Lucas sostiene su narración de la infancia de Jesús en la figura de María.  Más allá de las interpretaciones que en los siglos posteriores se han ido haciendo de ella Lucas describe a la madre de Jesús como discípula y profeta. A lo largo de su relato sobre los orígenes del Mesías el autor del Evangelio va a invitar a sus lectores/as a reflexionar sobre la fe y el modo de actuar de María de Nazaret para que puedan incorporarla como referente en sus vidas.

Compañera en el camino de liberación

La escena de la anunciación, que aparece después del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista, presenta a María, con tintes panegíricos, como alguien que escucha y pone en práctica la palabra de Dios. El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una joven pobre de Nazaret, un pueblo campesino insignificante de Galilea. La joven estaba desposada con un hombre de nombre José, pero, de acuerdo con los usos matrimoniales judíos, todavía no se ha. mudado a la casa de él para vivir juntos. El mensajero celestial anuncia la voluntad de Dios de que María tenga un niño que será grande, el Mesías, el Hijo santo de Dios. Segura de que el Espíritu le dará la fuerza y la protegerá, ella da su libre consentimiento, asumiendo su parte en la gran obra salvadora de Dios confiando, con la certeza profunda de que nada es imposible para Dios.

Para construir la escena de la anunciación Lucas va a combinar dos formas literarias frecuentes en la Escritura: El anuncio de un nacimiento (Jue 13, 2-23; Gn 16; Gn 18, 1-16) y la vocación de un profeta (Ex 3, 1-14; Jue 6, 11-24; Jr 1, 4-10). Ambos tipos de relato tienen una estructura similar en la que se destaca el proceso vivido por quien recibe el mensaje que pasa de la incredulidad a la confianza a lo largo del diálogo que entabla con el mensajero divino.

El evangelista en su relato une el anuncio del nacimiento de Jesús con la llamada de María como mujer a quien Dios encarga una misión. El anuncio de su maternidad es a la vez una llamada profética para actuar en la tarea de liberación que Dios promueve. Su libre aceptación la embarca en una aventura con un horizonte incierto que ella asume confiada porque se sabe sostenida en el Dios que desde siempre había acompañado a su pueblo.

Dios le promete su presencia

El enviado divino asegura a María el éxito de la su misión: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te volverá en su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios” (Lc 1, 35). Sus palabras no buscan predecir el milagro de una gestación irregular sino asegurar a la joven galilea la presencia cálida y constante de Dios ante el gran desafío de su vida.

Del mismo modo que, después de la resurrección, Jesús asegura a sus discípulos/as que vendrá sobre ellos/as la fuerza del Espíritu Santo (Hech 1,8) y ellos y ellas experimentarán esa fuerza para anunciar la Buena Noticia hasta los confines de la tierra, María se siente fortalecida para acoger el nuevo camino al que Dios la invita.

Por otro lado, la expresión “envolver en su sombra”, que se recoge en las palabras del mensajero, se hace eco de aquella nube que cubría la tienda del encuentro que Moisés había levantado en el desierto (Ex 40, 33ss). Una nube que visibilizaba para el pueblo la presencia de Yavé. Un presencia que protegía, refrescaba y guiaba. María, quizás, al escuchar la expresión evocó su tradición creyente, la esperanza compartida con su pueblo y sintió que el Dios que acompañó al pueblo en el éxodo también la acompañaría a ella haciéndose misericordia y fidelidad en todo momento.

Encuentro con el Dios vivo

Lo que le anuncia el mensajero no es que Dios la dejará embarazada, sino que Dios actuará en ella con su poder creador, señalando la relevancia de la misión a la que está siendo invitada. Por eso, ante la duda de María, el mensajero no le explica como va a suceder su embarazo, sino que la invita a confiar porque Dios hará posibles los caminos como los ha hecho para su prima Isabel (Lc 1, 36-37).

Como recuerda Elizabeth Johnson: “No tenemos acceso a la experiencia religiosa de María, pero sí podemos decir sencillamente que por el poder del Espíritu ella se encontró con el misterio del Dios vivo, el Dios gracioso de su vida, la sabiduría salvadora de su pueblo. En ese encuentro quedó echada la suerte para la llegada del Mesías” (Verdadera hermana nuestra, 295).

María en el misterio íntimo de este encuentro responde con valentía, escuchando y cumpliendo la Palabra de Dios que sobre ella pronuncia el mensajero. Ella no responde de forma sumisa sino libre. Ella sabe que aceptando la propuesta divina se hace servidora no sirviente. Ella responde desde la fe que la libera del miedo y la impulsa a poder lo mejor de sí misma en la misión incierta que asume.

María de Nazaret se convierte así para nosotras/os en un referente poderoso de libertad y creatividad, de fe y compromiso, de fidelidad y valentía, de promesa y esperanza. Con ella acogemos a ese Dios que libera, empodera y salva y que también nos invita al seguimiento y a la profecía generación tras generación.

 

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