“Los aliento a seguir este camino, no van solos. Recuerden que son hijos e hijas de una historia y de una Iglesia «que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es sudor de frente»”, lo escribe el Papa Francisco en la Carta enviada a los participantes de la XXV Jornada de Pastoral Social de la Arquidiócesis de Buenos Aires, Argentina, que se realizó este 12 de noviembre, en el Auditorio de la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos de la República Argentina (Foetra), en el barrio porteño de Almagro.
Vivamos la profecía de la fraternidad
La misiva del Santo Padre fue leída el sábado pasado durante la XXV Jornada de Pastoral Social de Buenos Aires, que este año se centra en el tema de “La Nación como comunidad de destino”. A los participantes, el Pontífice les recuerda que, su compromiso revela “la necesidad e importancia de esta sana costumbre”.
“Vuestro compromiso no consiste solamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista sino ante todo una atención creativa y respetuosa que aprendió a reconocer al otro como a un hermano (Cfr. Evangelii Gaudium, 199). El Espíritu nos moviliza para que vivamos la profecía de la fraternidad”.
El crecimiento de polarizaciones y extremismos
El Papa Francisco también invitó a los participantes en este evento a imaginar un futuro posible, y para ello es necesario dar una mirada a la situación mundial. Es necesario tener presente las guerras con su amenaza nuclear, la reciente pandemia y sus consecuencias en diferentes niveles, la crisis ecológica y migratoria, el aumento de la cultura de la explotación y el descarte… problemáticas a las que se podrían sumar las situaciones locales.
“Detrás de estas realidades, como música de fondo, me preocupa el crecimiento de polarizaciones y extremismos que impiden construir y encontrarse en un «nosotros» común. Son muchos los conflictos que el repliegue en trincheras, tantas veces, ideológicas impiden solucionar. Poco a poco se erosionó el sentido de pertenencia capaz de romper la tiranía de la división y el enfrentamiento para posibilitar, con todas ·las diferencias legítimas que puedan existir, la congruencia de las voluntades en la búsqueda del bien común; que es mucho más que la suma de bienes individuales”.
Recuperar nuestra capacidad de diálogo
Ante el crecimiento de estas polarizaciones que, corroe todo intento de soluciones y lo único que instala es desazón y descreimiento, el Santo Padre destacó que es necesario recuperar nuestra capacidad de diálogo para encontrar caminos de solución.
“En este contexto es imperioso recuperar nuestra capacidad de diálogo, esto es, acercarse, escucharse, conocerse y reconocerse para buscar puntos de contacto que nos ayuden a trascender. Para ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar. En reiteradas ocasiones invité a desarrollar una cultura del encuentro, que vaya más allá de las dialécticas que enfrentan. Es un estilo de vida, de cultura y ciudadanía que tiende a conformar ese poliedro que consiente muchas facetas sin perder la unidad”.
El lugar de la esperanza es el aquí y ahora
Finalmente, el Santo Padre concluyó su misiva recordando que, son hijos e hijas de una historia y de una Iglesia que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es sudor de frente.
“Sabemos que las acciones y transformaciones posibles crecen y se desarrollan en la misma tierra que es capaz de engendrar la cizaña. El lugar de la esperanza es el aquí y ahora y está reservado para aquellos que no tengan miedo de aceptar, como el Señor nos indicó, que trigo y cizaña crecen juntas (cfr. Mt 13, 24-30). Sin esta perspectiva será muy difícil promover cualquier acción y emprendimiento que quiera impulsar, como señala la convocatoria de este año: La Argentina como comunidad de destino”.
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