religión digital
"El mensaje del Sínodo es sencillo: estamos aprendiendo a caminar juntos y a sentarnos juntos para partir el único pan, para que cada uno y cada una encuentre su lugar. Todos están llamados a participar en este viaje, nadie está excluido. Nos sentimos llamados a ello para poder anunciar de forma creíble el Evangelio de Jesús a todos los pueblos”. Esta es una de las conclusiones de «Ensancha el espacio de tu tienda» (Is 54,2), el documento de trabajo para la Etapa Continental del Sínodo que se acaba de presentar en Roma.
Un documento intenso, de 46 páginas, que resume los centenares de miles de folios llegados a Roma durante la primera etapa del Sínodo, desde las conferencias episcopales a la vida religiosa, pasando por la propia Curia, el ‘Sínodo digital’ o propuestas enviadas fuera de lo institucional (como las mujeres católicas o los gays cristianos).
Y que lo hace bien estructurado, con referencias continuas a varios textos (la síntesis española apenas aparece en una ocasión, y refiriéndose a la necesidad de “asumir ministerios estables, ejercer una corresponsabilidad real en el gobierno de la Iglesia, dialogar con las otras Iglesias y con la sociedad para acercarse fraternalmente a los alejados”) y sin tomar postura en ninguno de los temas polémicos, como el papel de la mujer, el acceso a la comunión de divorciados vueltos a casar, las reformas en los ministerios o las bendiciones de parejas gay.
Una permanente conversión
Sí asume, en sus conclusiones, dos horizontes temporales clave. “El primero es el horizonte a largo plazo, en el que la sinodalidad toma la forma de una perenne llamada a la conversión personal y a la reforma de la Iglesia. La segunda, claramente al servicio de la primera, es la que centra nuestra atención en los encuentros de la Etapa Continental que estamos viviendo”.
Y una convicción: “El Pueblo de Dios expresa el deseo de ser menos una Iglesia de mantenimiento y conservación, y más una Iglesia misionera”, y por ello “la alegría de caminar juntos y el deseo de seguir haciéndolo”, aunque no define cómo: “el modo de conseguirlo como una comunidad católica verdaderamente global es algo que todavía está por descubrirse del todo”.
“Somos una Iglesia que aprende, y para ello necesitamos un discernimiento continuo que nos ayude a leer juntos la Palabra de Dios y los signos de los tiempos, para proceder en la dirección que el Espíritu nos señala”, culmina el texto, que proclama la necesidad de “una reforma igualmente permanente de la Iglesia, de sus estructuras y de su estilo”, siguiendo “las huellas” del Concilio Vaticano II.
"No faltaron las dificultades” , entre los que no se fían del Sínodo y los que muestran su preocupación de que las discusiones “puedan presionar para que se adopten en la Iglesia mecanismos y procedimientos centrados en el principio de la mayoría democrática”
¿Cuáles son los grandes temas del documento?
En primer lugar, la constatación de que “el Sínodo avanza”, pese a las dificultades. Y es que la participación ha superado cualquier expectativa. En general, la Secretaría del Sínodo recibió las síntesis de 112 de las 114 Conferencias Episcopales y de todas las 15 Iglesias Orientales Católicas, además de las reflexiones de 17 de los 23 dicasterios de la Curia Romana, así como las de los superiores y superioras generales (USG/UISG), los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, las asociaciones y movimientos de fieles laicos. Además, se recibieron más de mil contribuciones de particulares y grupos, así como las opiniones recogidas a través de las redes sociales gracias a la iniciativa del “Sínodo Digital”.
En el proceso, apunta el documento, “no faltaron las dificultades” , entre los que no se fían del Sínodo y los que muestran su preocupación de que las discusiones “puedan presionar para que se adopten en la Iglesia mecanismos y procedimientos centrados en el principio de la mayoría democrática”. Por el otro lado, existe “la percepción de la Iglesia como una institución rígida que no quiere cambiar y modernizarse”.
Resistencia del clero, pasividad de los laicos
“Numerosas síntesis mencionan los temores y las resistencias de parte del clero, así como la pasividad de los laicos, su miedo a expresarse libremente y la dificultad de articular el papel de los pastores con la dinámica sinodal”, añade el resumen, aprobado por el Papa Francisco. “Existe una percepción generalizada de separación entre los sacerdotes y el resto del Pueblo de Dios”, al que se suma “el escándalo de los abusos cometidos por miembros del clero o por personas que ejercen cargos eclesiásticos”. Una de las tesis mayoritarias entre los grupos sinodales, precisamente, giró en torno a “pedir un cambio en la cultura eclesial con miras a una mayor transparencia, responsabilidad y corresponsabilidad”.
El título del documento (Ensancha el espacio de tu tienda), apunta a la idea de “imaginar a la Iglesia como una tienda, o más bien como la tienda del encuentro que acompañó al pueblo en su travesía por el desierto. Está llamada a expandirse, pero también a moverse”, “acogiendo a otros en ella, dando cabida a su diversidad”.
La vida religiosa, clave
En este sentido, cobran especial relevancia las percepciones de la vida religiosa, que clama por “el sueño divino de una Iglesia global y sinodal que vive la unidad en la diversidad. Dios está preparando algo nuevo y debemos colaborar”.
No es fácil: son muchas las síntesis que señalan “la persistencia de obstáculos estructurales, por ejemplo: estructuras jerárquicas que favorecen las tendencias autocráticas; una cultura clerical e individualista que aísla a los individuos y fragmenta las relaciones entre sacerdotes y laicos; disparidades socioculturales y económicas que benefician a las personas ricas e instruidas”.
Es generalizada la preocupación por la escasa presencia de la voz de los jóvenes en el proceso sinodal, así como por su cada vez mayor ausencia en la vida de la Iglesia, resultando de “la necesidad de una Iglesia más sinodal con miras a la transmisión de la fe en la actualidad”.
Numerosas síntesis señalan la falta de estructuras y formas adecuadas para acompañar a las personas con discapacidad, pese a que episcopados como el español obviaron por completo esta realidad. Del mismo modo, se destaca el compromiso del Pueblo de Dios por la defensa de la vida frágil y amenazada en todas sus etapas.
Divorciados vueltos a casar y comunidad LGTBQ
Una fuente particular de sufrimiento son todas aquellas situaciones en las que el acceso a la Eucaristía y a los demás sacramentos se ve obstaculizado o impedido por diversas causas. Son intensas las peticiones para que se busque una solución a estas formas de privación de los sacramentos, como “el uso del cobro de tarifas por el acceso a las celebraciones, que discrimina a los más pobres. Muchas síntesis también dan voz al dolor que experimentan los divorciados vueltos a casar por no poder acceder a los sacramentos, así como los que han contraído un matrimonio polígamo” aunque, admiten, no hay unanimidad en estas cuestiones.
¿Quiénes son los descartados? “Los grupos que experimentan un sentimiento de exilio son diversos, empezando por muchas mujeres y jóvenes que no ven reconocidos sus dones y capacidades. Dentro de este conjunto heterogéneo de personas, muchos se consideran denigrados, abandonados, incomprendidos”, reconoce el documento, que señala a los que, “por diversas razones, sienten una tensión entre la pertenencia a la Iglesia y sus propias relaciones afectivas, como, por ejemplo: los divorciados vueltos a casar, los padres y madres solteros, las personas que viven en un matrimonio polígamo, las personas LGBTQ".
"Las síntesis muestran cómo este reclamo de una acogida desafía a muchas Iglesias locales: «la gente pide que la Iglesia sea un refugio para los heridos y rotos, no una institución para los perfectos. Quieren que la Iglesia salga al encuentro de las personas allí donde se encuentren, que camine con ellas en lugar de juzgarlas, que establezca relaciones reales a través de la atención y la autenticidad, y no con un sentimiento de superioridad”. Algo similar sucede con los curas casados.
También, excluidos en la Iglesia y la sociedad, “los más pobres, los ancianos solos, los pueblos indígenas, los emigrantes sin pertenencia alguna que llevan una existencia precaria, los niños de la calle, los alcohólicos y drogadictos, los que han caído en las manos de la delincuencia y aquellos para los que la prostitución es la única posibilidad de supervivencia, las víctimas de la trata de personas, los supervivientes de abusos (en la Iglesia y fuera de ella), los presos, los grupos que sufren discriminación y violencia por motivos de raza, etnia, género, cultura y sexualidad”.
Moral sexual, sin posición comunitaria definitiva
“Algunas síntesis destacan la importancia del papel de la Iglesia en el espacio público, particularmente en relación a los procesos de construcción de la paz y la reconciliación”, señala el texto, que también considera que “no hay sinodalidad completa sin la unidad entre los cristianos”.
"Cuestiones como la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto, la anticoncepción, la ordenación de mujeres, los sacerdotes casados, el celibato, el divorcio y las segundas nupcias, la posibilidad de acercarse a la comunión, la homosexualidad y las personas LGBTQIA+” en las que, se confirma, “no es posible formular una posición comunitaria definitiva sobre ninguna de estas cuestiones”
Como ejemplo, el documento aborda la síntesis de Sudáfrica, en la que se constatan “cuestiones como la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto, la anticoncepción, la ordenación de mujeres, los sacerdotes casados, el celibato, el divorcio y las segundas nupcias, la posibilidad de acercarse a la comunión, la homosexualidad y las personas LGBTQIA+” en las que, se confirma, “no es posible formular una posición comunitaria definitiva sobre ninguna de estas cuestiones”.
Jomar Cala
Las síntesis expresan un profundo deseo de reconocer y reafirmar la dignidad común como base para la renovación de la vida y los ministerios en la Iglesia.
Contra el clericalismo, por la mujer
Así, aunque “el tono de las síntesis no es anticlerical (contra los sacerdotes o el sacerdocio ministerial”, si se observa “la importancia de librar a la Iglesia del clericalismo, para que todos sus miembros, tanto sacerdotes como laicos, puedan cumplir con la misión común. El clericalismo se considera una forma de empobrecimiento espiritual, una privación de los verdaderos bienes del ministerio ordenado y una cultura que aísla al clero y perjudica al laicado”.
Junto a ello, uno de los temas más abordados es el de “establecer una nueva cultura, con nuevas prácticas, estructuras y hábitos”, especialmente, respecto “al papel de las mujeres y a su vocación, enraizada en la dignidad bautismal común, a participar plenamente en la vida de la Iglesia”.
“Se trata de un punto crítico sobre el que se registra una creciente consciencia”, apuntan el documento, que insiste que “desde todos los continentes llega un llamamiento para que las mujeres católicas sean valoradas, ante todo, como miembros bautizados e iguales del Pueblo de Dios”.
"La Iglesia debe encontrar formas de atraer a los hombres a una participación más activa en la Iglesia y permitir que las mujeres lo hagan más plenamente en todos los niveles de la vida eclesiástica"
“En una Iglesia en la que casi todos los responsables de la toma de decisiones son hombres, hay pocos espacios en los que las mujeres puedan hacer oír su voz. Sin embargo, son la columna vertebral de las comunidades eclesiásticas, tanto porque representan la mayoría de los miembros practicantes como porque se encuentran entre los miembros más activos de la Iglesia”, se lee en una síntesis, mientras que el documento constata que “está claro que la Iglesia debe encontrar formas de atraer a los hombres a una participación más activa en la Iglesia y permitir que las mujeres lo hagan más plenamente en todos los niveles de la vida eclesiástica”.
Religiosas, "mano de obra barata"
“Ante las dinámicas sociales de empobrecimiento, violencia y humillación a las que se enfrentan en todo el mundo, las mujeres piden una Iglesia a su lado, más comprensiva y solidaria en la lucha contra estas fuerzas de destrucción y exclusión”, sostiene el texto, que vuelve a echar mano de la denuncia de la vida religiosa, que constata que “Las religiosas suelen ser consideradas mano de obra barata. En algunas Iglesias se tiende a excluir a las mujeres y a confiar las tareas eclesiales a los diáconos permanentes; y también a infravalorar la vida consagrada sin hábito, sin tener en cuenta la igualdad fundamental y la dignidad de todos los fieles cristianos bautizados, mujeres y hombre”.
Casi todas las síntesis plantean la cuestión de la participación plena e igualitaria de las mujeres, aunque “no concuerdan en una respuesta única o exhaustiva a la cuestión de la vocación, la inclusión y la valoración de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad”.
“Se expresan posturas mucho más diversificadas con respecto a la ordenación sacerdotal de las mujeres, que algunas síntesis reclaman, mientras que otras la consideran una cuestión cerrada”
Muchas síntesis, tras una atenta escucha del contexto, piden que la Iglesia continúe el discernimiento sobre algunas cuestiones específicas: el papel activo de las mujeres en las estructuras de gobierno de los organismos eclesiásticos, la posibilidad de que las mujeres con una formación adecuada prediquen en los ambientes parroquiales, el diaconado femenino. “Se expresan posturas mucho más diversificadas con respecto a la ordenación sacerdotal de las mujeres, que algunas síntesis reclaman, mientras que otras la consideran una cuestión cerrada”.
Una Iglesia "toda ministerial"
Algo similar sucede en la corresponsabilidad de los laicos, que como afirma la síntesis italiana, ha ayudado a redescubrir la corresponsabilidad que proviene de la dignidad bautismal y ha permitido la posibilidad de superar una visión de la Iglesia construida en torno al ministerio ordenado para avanzar hacia una Iglesia “toda ministerial”, que es comunión de carismas y ministerios diferentes”.
No faltan los interrogantes sobre los espacios para el posible ejercicio de la ministerialidad laical: «muchos grupos desearían una mayor participación del laicado, pero el margen de maniobra no está claro: ¿qué tareas concretas pueden realizar los laicos? ¿Cómo se articula la responsabilidad del bautizado con la del párroco?”, se preguntan desde Bélgica.
¿Hay soluciones? No las pretende este documento de síntesis, que apunta a que “el proceso sinodal ha puesto de manifiesto una serie de tensiones, explicitadas en los párrafos anteriores. No hay que tenerles miedo, sino articularlas en un proceso de constante discernimiento en común”.
“Corresponderá al derecho canónico acompañar este proceso de renovación de las estructuras a través de los cambios necesarios en las disposiciones vigentes actualmente”, añade el documento, que interpela directamente a la sinodalidad en el interior de la Curia Romana, y a la hora de hallar “lugares institucionales de inclusión, diálogo, transparencia, discernimiento, evaluación y responsabilidad de todos”.
La liturgia, y el enfrentamiento ideológico
Otro punto de fricción, constata el documento, está en la liturgia, con el “discernimiento de la relación con los ritos preconciliares”, advirtiendo que “la Eucaristía, sacramento de la unidad en el amor en Cristo, no puede convertirse en motivo de enfrentamiento ideológico, ruptura o división”.
Con todo lo que sí preocupan son “las limitaciones de la praxis celebrativa, que oscurecen su eficacia sinodal. En particular, se subraya: el protagonismo litúrgico del sacerdote y la pasividad de los participantes; el alejamiento de la predicación respecto a la belleza de la fe y la concreción de la vida; la separación entre la vida litúrgica de la asamblea y la red familiar de la comunidad”.
Finalmente, en cuanto al debate futuro, el documento reclama que “todas las Asambleas sean eclesiales y no solo episcopales, asegurando que su composición represente, de manera adecuada, la variedad del Pueblo de Dios: obispos, presbíteros, diáconos, consagradas y consagrados, laicos y laicas”, con “una particular atención en la adecuada presencia de las mujeres y los jóvenes (laicos y laicas, consagrados y consagradas en formación, seminaristas); personas que viven en condiciones de pobreza o marginación y quienes están en contacto directo con ellas; delegados fraternos de otras confesiones cristianas; representantes de otras religiones y tradiciones de fe y algunas personas sin afiliación religiosa”.
Jesús Bastante
No hay comentarios:
Publicar un comentario