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miércoles, 26 de octubre de 2022

DESATANIZAR A SATÁN O DIABLO


col boff

 

En estos tiempos de campaña política y presidencial no es raro que un candidato satanice a su adversario. Se hace inclusive una división esdrújula entre quién está de parte de Dios y quién de parte del Diablo o de Satán.

Ese término Satán (en hebraico) o Diablo (en latín) ha ido adquiriendo muchos significados, positivos y negativos, a lo largo de la historia. Esto ocurre en muchas religiones especialmente en las abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islamismo).

No obstante, debemos decir que nadie ha sufrido tantas injusticias y ha sido tan “satanizado” como el mismo Satán. Al principio no fue así. Por esta razón es importante recordar brevemente la historia de Satán o del Diablo.

Él se cuenta entre los “hijos de Dios” al igual que los demás ángeles, como se dice en el libro de Job (1,6). Está en la corte celestial; por lo tanto, es un ser de bondad. No es la figura mala que adquirirá más tarde. Pero recibió de Dios una tarea inusitada e ingrata: debe poner a prueba a las personas buenas como Job que es “un hombre íntegro, recto, temeroso de Dios y alejado del mal” (Job 1,8). Debe someterlo a todo tipo de pruebas para ver si, en realidad, es aquello que todos dicen de él: “no hay otro igual en la tierra” (Job 1,8). Como prueba promovida por Satán, Job pierde todo, la familia, los bienes y los amigos. Pero no pierde la fe.

A partir de siglo VI aC se produjo una gran mutación, cuando los judíos vivieron el cautiverio babilónico (587a.C.) en Persia. Allí se confrontaron con la doctrina de Zoroastro que establecía un combate entre el “príncipe de la luz” y el “príncipe de las tinieblas”. Ellos incorporaron esta doctrina dualista y maniquea que dio origen a Satán como parte del reino de las tinieblas, el “gran acusador” o el “adversario” que induce a los seres humanos a actos de maldad. Después se produce un enfrentamiento entre Dios y Satán. En los textos judaicos tardíos, a partir del siglo II, especialmente en el libro de Henoc se elabora la saga de la revuelta de los ángeles dirigida por Satán, ahora llamado Lucifer, contra Dios. Se narra la caída de Lucifer y cerca de un tercio de los ángeles que le siguieron y acabaron siendo expulsados del cielo.

Surge entonces la pregunta: si fueron expulsados, ¿dónde los ponemos? Ahí se hizo uso de la categoría del infierno: del fuego ardiente y de todos los horrores, bien descritos por Dante Alighieri en la segunda parte de su Divina Comedia dedicada al infierno. 

En el Primer Testamento (el Antiguo) casi no se habla del diablo (cf.Cron 21,1;Samuel 24,1). En el Segundo Testamento (Nuevo), aparece en algunos relatos “… serán lanzados en el horno de fuego; ahí será el llanto y el crujir de dientes” (Mt 8,12;13,42-50;Lc 13,27) o en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16,23-24) o en el Apocalipsis (16,10-11).

Esta comprensión fue asumida por los teólogos antiguos, de modo especial por san Agustín. Él influenció toda la tradición de las Iglesias, la doctrina de los papas y ha llegado hasta hoy.

La categoría del infierno y de la condenación eterna fue determinante en la conversión de los pueblos originarios de América Latina y de otros lugares de misión, produciendo miedo y pánico. Sus antepasados, se les decía, por el hecho de no haber sido cristianos, están en el infierno. Y se argumentaba que si ellos no se convertían y no se dejaban bautizar conocerían el mismo destino. Esto se puede ver en todos los catecismos que se elaboraron poco después de la conquista, con los que se pretendía convertir a aztecas, incas, mayas y otros.

"El significado de los demonios y del infierno de los horrores representa una pedagogía del miedo para, por medio del miedo, hacer que las personas busquen el camino del bien. Demonio e infierno son por lo tanto creaciones humanas, una especie de pedagogía siniestra"

Fue el miedo lo que condujo y sigue conduciendo a la conversión de multitudes, como ha demostrado el gran historiador francés Jean Delumeau. Es apelando al Diablo, a Satanás, como hoy en día, en tiempos de ira y de odio social, se busca descalificar al adversario, a menudo convertido en un enemigo al que hay que desmoralizar y eventualmente liquidar.

Aquí debemos superar todo el fundamentalismo del texto bíblico. No basta citar textos sobre el infierno, incluso en boca de Jesús. Debemos saber interpretarlos para no caer en contradicción con el concepto de Dios y destruir incluso la buena nueva de Jesús, del Padre lleno de misericordia, como el padre del hijo pródigo que acoge al hijo perdido (Lc 15,11-23).

En primer lugar el ser humano busca una razón para el mal en el mundo. Tiene gran dificultad para asumir su propia responsabilidad. Entonces la trasfiere al Demonio o a los demonios.

En segundo lugar, el significado de los demonios y del infierno de los horrores representa una pedagogía del miedo para, por medio del miedo, hacer que las personas busquen el camino del bien. Demonio e infierno son por lo tanto creaciones humanas, una especie de pedagogía siniestra, como todavía hay madres que dicen a los niños: “Si no te portas bien, por la noche viene el lobo malo a morderte el pie”. El ser humano puede ser el Satán de la tierra y de la sociedad. Él puede crear el “infierno” para los otros por medio del odio, la opresión y los mecanismos de muerte, como infelizmente está ocurriendo en nuestra sociedad.

"Debemos superar todo el fundamentalismo del texto bíblico. No basta citar textos sobre el infierno, incluso en boca de Jesús. Debemos saber interpretarlos para no caer en contradicción con el concepto de Dios y destruir incluso la buena nueva de Jesús"

En tercer lugar, Satán o el Diablo es una criatura de Dios. Decir que es una criatura de Dios, significa que, en cada momento, Dios está creando y recreando esta criatura, incluso en el fuego del infierno. ¿Puede Dios que es amor y bondad infinita proponerse hacer eso? Bien dice el libro de la Sabiduría: “Sí, tu amas a todos los seres y no detestas nada de lo que hiciste; si odiases alguna cosa no la habrías creado; y cómo podría subsistir alguna cosa si no la quisieses… salvas a todos porque te pertenecen, oh Soberano amante de la vida” (Sab 11,24-26). El Papa Francisco lo dijo claramente: “no existe condenación eterna; ella es sólo para este mundo”.

En cuarto lugar, el gran mensaje de Jesús es la infinita misericordia de Dios-Abba (papá) que ama a todos, también a los “ingratos y malos” (Lc 6,35). La afirmación del castigo eterno en el infierno destruye directamente la buena-nueva de Jesús. Un Dios castigador es incompatible con el Jesús histórico que anunció la infinita amorosidad de Dios para con todos, también para con los pecadores. El salmo 103 ya había intuido eso: “El Señor es compasivo y clemente, lento para la cólera y rico en misericordia. No está siempre acusando ni guarda rencor para siempre. No nos trata según nuestros pecados… como un padre siente compasión por sus hijos e hijas, así el Señor se compadecerá de los que le aman, porque conoce nuestra naturaleza y se acuerda de que somos polvo… la misericordia del Señor es desde siempre para siempre”(103,8-17). Dios no puede perder nunca a ninguna criatura, por más perversa que sea. Si la perdiese, aunque fuera una sola, habría fracasado en su amor. Y eso no puede suceder.

Bien dijo el Papa Francisco que predica incansablemente la misericordia: La misericordia siempre será mayor que cualquier pecado y nadie puede poner límites al amor de Dios que perdona” (Misericordiae vultus, 2).

Esto no significa que se entrará en el cielo de cualquier manera. Todos pasaremos por el juicio y por la clínica de Dios, para purificarnos, reconocer nuestros pecados, aprender a amar y finalmente entrar en el Reino de la Trinidad. El purgatorio no es la antesala del infierno, sino la antesala del cielo. Quien está en él purificándose participa ya del mundo de los redimidos.

El infierno y los demonios y el principal de ellos, Satán, son proyeccionesnuestras de la maldad que existe en la historia o que nosotros mismos producimos y de la cual no queremos responsabilizarnos y la proyectamos en estas figuras siniestras.

Tenemos que liberarnos, finalmente, de tales proyecciones, para vivir la alegría del mensaje de salvación universal de Jesucristo. Eso deslegitima toda satanización en cualquier situación, especialmente en política y en las iglesias pentecostales que usan de forma totalmente exorbitante la figura del demonio y del infierno. Esto asusta a los fieles en lugar de consolarlos con el amor y la infinita misericordia de Dios.

"Fue el miedo lo que condujo y sigue conduciendo a la conversión de multitudes, como ha demostrado el gran historiador francés Jean Delumeau. Es apelando al Diablo, a Satanás, como hoy en día, en tiempos de ira y de odio social, se busca descalificar al adversario, a menudo convertido en un enemigo al que hay que desmoralizar y eventualmente liquidar".

 

Leonardo Boff

Religión Digital

*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y ha escrito: Vida para além da morte, Vozes, 2021, muchas ediciones. En español, Hablemos de la otra Vida, publicado por Sal Terrae.

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