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miércoles, 26 de octubre de 2022

¿SOLO UN GOLPE DE EFECTO O ALGO MÁS PROFUNDO?


col zapatero

 

El pasado lunes, 10 de octubre, el Papa Francisco aceptaba la renuncia del hasta ahora arzobispo de Valencia, cardenal Cañizares, cuando aún faltaban cinco días para cumplir los dos años de prórroga, desde que solicitara ser relevado el 15 de octubre de 2020, día en que cumplió los setenta y cinco años, la edad preceptiva para presentarla. Resulta más que sospechosa tal celeridad, sobre todo si nos retrotraemos al caso del arzobispo de Valladolid, cardenal Blázquez, que lo mantuvo cinco años más en dicha sede desde que presentó la renuncia, o al arzobispo de Madrid, cardenal Osoro, que lo sigue manteniendo como titular de la archidiócesis matritense, a pesar de haberse cumplido ya dos años y cinco meses desde que la presentó.

Por otra parte, el 16 de julio de este mismo año la Santa Sede hacía público el nombramiento de José María Gil Tamayo como arzobispo coadjutor de Granada, tomando posesión de su cargo el día 1 de octubre. Con ello el Vaticano quería mostrar quién era el obispo de su confianza para poner solución a los “desmanes”, de manera especial en su relación con el clero, que se han venido sucediendo en dicha diócesis de manos de su pastor actual, Francisco Javier Martínez Fernández.

El caso más llamativo, sin embargo, ha sido la aceptación de la renuncia del obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, el 21 de setiembre, nombrando al obispo auxiliar de Madrid, Jesús Vidal Chamorro, administrador apostólico de dicha diócesis. El día 7 de julio había presentado su renuncia, al cumplir la edad preceptiva de 75 años, tal y como prevé el Código de Derecho Canónico. Nada que objetar si este fuera el habitual proceder en todos los casos por parte del Vaticano. Pero cabe decir que no acostumbra a ser así, ni siquiera en circunstancias de enfermedad o de limitaciones físicas, como fue el caso de Juan José Asenjo Pelegrina, arzobispo emérito de Sevilla en la actualidad, cuya renuncia le fue aceptada seis meses después de haberla solicitado, a pesar de que su limitación física más que extrema, debido a una enfermedad grave de la vista, le impidiera, según había manifestado él mismo, ejercer debidamente sus labores pastorales, razón por la cual solicitó de manera insistente su relevo. Es habitual que la Santa Sede prorrogue por algún tiempo la continuidad del obispo que presenta la renuncia, llegando a alargársela un año o algo más en algunos casos.

Refiriéndome al caso más llamativo, es evidente que no ha sido así en la persona de Juan Antonio Reig Pla, que fue relevado justamente a los dos meses y medio; y no precisamente nombrando otro obispo titular, que hubiera sido lo normal, sino haciéndolo mediante la fórmula de un administrador apostólico, en la persona de Jesús Vidal Chamorro, obispo auxiliar de Madrid, en este caso.   

No quiero decir con ello, me gustaría que quedase claro, que, según mi manera de entender las cualidades que debiera tener un obispo y su quehacer pastoral, ninguno de los tres sustitutos sea la alegría de la huerta, ni mucho menos; ahora bien, debo reconocer que, si los comparamos con sus respectivos, no hay color, que decimos vulgarmente.

Claro que si nos retrotraemos poco tiempo atrás, nos encontramos con la resolución del caso de otro obispo digno de mención, pero no precisamente por su ejemplar proceder pastoral al frente de otra diócesis; me refiero al obispo Munilla. Dicen que, si por aquello de los protocolos, las diplomacias vaticanas o vete tú a saber, el caso es que, a pesar de su más que pésimo hacer en la diócesis de San Sebastián, pastoralmente hablando, no podían trasladarlo a otra diócesis más pequeña, porque hubiera sido interpretado como degradación, y menos aún a otra que tuviera el rango de arzobispado, aunque fuera también bastante inferior a la suya de origen, en cuanto a fieles se refiere, porque se hubiera interpretado, en este caso, como un ascenso. Para ello se buscó la solución que nadie en “su sano juicio pastoral” podrá llegar a entender nunca: traslado a la diócesis de Orihuela-Alicante que, si nos atenemos a las cifras del Anuario Pontificio, duplica a la de San Sebastián a nivel de fieles. Después de dar muchas vueltas, uno llega a la conclusión que puede ser debido a que lo administrativo es mucho más importante que lo pastoral; o a que a lo mejor es verdad, una vez más, que los designios de Dios son inescrutables; aunque posiblemente, para ser más exactos, tendríamos que decir que los “intríngulis” de los hombres son, cuando menos, paradójicos y no hay “dios” que los entienda.

Vistas así las cosas, me temo que habrá que esperar a la edad de jubilación, si es que Dios no se los lleva antes junto a sí, para solucionar los casos de los Demetrio Fernandez, Córdoba, y Jesus Sanz Montes, Oviedo, por mencionar los más flagrantes.

Pues bien, me gustaría decir que, volviendo a los casos anteriores, pero de manera especial al del obispo dimisionario de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, la actuación del Vaticano ha sido eficaz, tanto que a nadie le ha dejado indiferente; tampoco al mundo político y social, a quien en varias ocasiones había vapuleado fuertemente el ínclito obispo por medio de sus sermones y homilías.

A nadie se le escapa que, dado que el Vaticano queda bastante lejos, debajo de todo esto están los informes de la Nunciatura y la mano de los cardenales Omella y Osoro, presidente y vicepresidente respectivamente de la Conferencia Episcopal Española y eclesiásticos de la total confianza del papa Francisco. Como tampoco a nadie le cabe la menor duda que la asignación de la diócesis de Alcalá al obispo Reig Pla fue debida en su momento a la enorme influencia del otrora poderoso cardenal Rouco Varela, también de la máxima confianza del entonces papa Benedicto XVI.

Todo esto me lleva a pensar, fríamente mirado, que la cosa no tiene solución, porque todo dependerá de cómo sople el Espíritu Santo, o cómo le hagan soplar, todo hay que decirlo, con el consiguiente resultado de un papa de esta tendencia o de la otra; que, a su vez, comportará nombrar unos hombres de confianza de su cuerda en vez de la otra en los puestos claves de la Iglesia.

En fin, que como se siga nombrando desde el silencio y el ostracismo de unos, muy pocos, y la aquiescencia del resto, que son la mayoría de la Iglesia y de las comunidades, vamos a continuar “como era en un principio, ahora y siempre”.

Por eso me pregunto si esto ha sido un golpe de efecto sin más, o es un aviso para navegantes de que hay algo más profundo detrás de ello que va a perdurar.

 

Juan Zapatero Ballesteros

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