Lc 17, 5-10
«Si tuvierais fe como un grano de mostaza…»
Cuando Jesús quiere resaltar una idea crucial, lanza una exageración descabellada y ya nunca se olvida. Son muchas las que hallamos en el evangelio y que hoy, veintiún siglos más tarde, seguimos recordando y saboreando con deleite: «Coláis el mosquito y os tragáis el camello» «Ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo» «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino» … y tantas otras…
Estas exageraciones extremas tienen una gran fuerza, y esa fuerza estriba en que en ellas nos vemos reflejados de forma tan fidedigna, que nos sentimos concernidos y movidos a reflexión. Jesús, gran conocedor de la condición humana, sabe que este lenguaje resulta mucho más interpelante que los razonamientos lógicos tan de nuestro gusto y del gusto de los sabios y entendidos, y lo usa con frecuencia.
Su formulación paradójica primero nos sorprende, luego nos revela la verdad profunda que encierra y no la olvidamos jamás. Refiriéndonos al pasaje de hoy, en sus paralelos de Mateo y Marcos se alude a la capacidad de la fe de mover montañas, y lo que en principio parece una boutade sin fundamento, se convierte en uno de los mensajes más relevantes del evangelio.
Porque nos está diciendo que no seamos tímidos ni timoratos; que, si tenemos fe en la fuerza del Espíritu, seremos capaces de cambiar el mundo para convertirlo en el reino de Dios, es decir, seremos capaces de mover la mayor montaña que alguien haya podido imaginar… Ése es el sueño de Jesús y la misión que nos encargó a sus seguidores, pero estamos perdiendo la batalla porque no tenemos ninguna fe en la victoria. Derrotados de antemano, bajamos los brazos como los boxeadores que se sienten impotentes ante su rival, y Jesús nos dice desde el rincón del cuadrilátero: “No os rindáis, no os resignéis, está a vuestro alcance, y si tenéis fe lo lograréis”.
Jesús nos está exhortando a que confiemos en la victoria y sigamos en la brecha, pero ¿cómo hacerlo?... En primer lugar, debemos saber que contamos con una gran ventaja, y es que los criterios evangélicos (cuando son genuinos) resultan sumamente contagiosos. Pero también debemos saber que el fundamento de estos criterios es el amor del Padre, y que el mundo nunca creerá en ese amor si en torno suyo solo ve egoísmo, ambición, opresión e injusticia. Nosotros creemos porque lo hemos visto en Jesús, y el mundo creerá si lo ve en nosotros.
«Que los hombres vean en vuestras buenas obras el amor del Padre» … Jesús cree que con esta actitud podemos cambiar el mundo; que, de esta forma tan sencilla, aunque exigente, seremos capaces de mover esa montaña descomunal que hoy nos parece inamovible.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario