FE ADULTA
Razón y Fe, 2022, t. 286, nº 1459, pp. 209-220, ISSN 0034-0235 209
1. Usar y tirar: la sociedad de la banalidad
Los sociólogos insisten en que hemos construido y estamos construyendo una sociedad cada vez más banal, más vacía, más consumista de evasiones. Tal vez siempre lo haya sido, pero antes se intentaba disimular, se consideraba un hecho negativo, mientras que ahora no hay ningún empacho en aceptar la banalidad.
Es una banalidad que abarca muchos aspectos y que se ha infiltrado en el sistema circulatorio de la vida social, aunque probablemente no tenga ese carácter peyorativo que, a priori, pueda parecer, pues el ser banal no deja de ser una opción más de las muchas que ofrece la existencia humana.
Es un hecho que, en las nuevas generaciones de ciudadanos occidentales, en general, aumentan las actividades banales; no hay más que fijarse en la forma en que reciben la información, siempre en exceso, pero de forma muy ligera, procesan cantidad de información en soportes de fácil asimilación: en audio o en pantalla, con mensajes cortos, que apenas requieren esfuerzo intelectual, o a través de las redes sociales, que suelen ser el mayor canto que se ha inventado a la banalidad. Las generaciones emergentes huyen de la prensa y, en particular, de los artículos largos de opinión; les basta, en el mejor de los casos, con leer titulares, aunque, naturalmente y gracias a Dios, hay honrosas excepciones.
Esta banalidad se plasma en el ‘usar y tirar’ que tanto se está instalando en la nueva sociedad: se utiliza ropa de usar y tirar, comida de usar y tirar –léase comida instantánea en abundancia, con cantidad de sobras que acaban en el contenedor de basura–, muebles de usar y tirar… hasta parejas de usar y tirar; la vieja costumbre de parejas bastante estables está dando paso a numerosas y sucesivas parejas de duración efímera y escaso compromiso.
Si se contempla críticamente el conjunto de valores de nuestra sociedad, llama la atención que las redes sociales construyen la vida como una sucesión de banalidades, sin gran apego por casi nada y con una gran dosis de provisionalidad, pensamiento Ikea y por extensión, a los afectados por esta corriente ideológica, generación Ikea. Y daba a entender con este símil mueblístico la preferencia de estas generaciones por lo inmediato, sin planteamientos de futuro ni de permanencia, a lo cual, sin duda, colabora la provisionalidad de buena parte de los trabajos y los sueldos de la actual clase trabajadora, que no permiten proyectos estables de futuro, aunque tampoco me parece suficiente motivo para abrazar esa banalidad generalizada en la que está inmersa la sociedad.
Insisto en que, cuando se habla aquí de banalidad, no se hace de forma peyorativa –uno ya tiene edad suficiente como para no dar consejos a nadie sobre la manera de conducir su vida– sino como una constatación, mezclada con sorpresa, de que los hábitos, sobre todo intelectuales, están cambiando y que el antiguo valor del esfuerzo y la sólida formación está dando paso a la liviandad, a la ligereza… a la banalidad.
2. Zygmunt Bauman y la ceguera moral de la cultura
Cuando se habla de “banalidad”, un referente obligado es el sociólogo Zygmunt Bauman. El 9 de enero de 2017 falleció en su casa de Inglaterra el sociólogo de origen polaco a los 91 años. Desde su punto de vista, lo que denomina la “modernidad líquida” –como categoría sociológica– es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados.
La metáfora de la liquidez –propuesta por Bauman– intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones y por unos principios éticos inciertos. El amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, y se reduce al vínculo sin rostro que ofrece la realidad virtual. Surfeamos en las olas de una sociedad líquida que puede licuar incluso a las religiones.
Tal como han apuntado los comentaristas, la modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición descubren la falta de certezas. Esta humanidad moderna se encuentra ahora con la obligación de ser libre asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta. Por eso, ahogarse en un océano de banalidad es la solución inmediata para sobrevivir.
Este es el sombrío panorama que nos describe Bauman. Este es ahora muy conocido por acuñar el término, y desarrollar el concepto, de la llamada modernidad líquida. Tal difusión ha tenido este término que, junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman fue ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010.
El último de sus libros traducidos al castellano, Ceguera Moral (1), insiste más aún sobre las consecuencias extremas a la que puede llevar la modernidad líquida: a la pérdida del rumbo moral, a la ausencia de unos principios éticos de validez universal y perenne que den cierta solidez al edificio de las sociedades occidentales.
Pero ¿qué lugar puede ocupar la experiencia religiosa en este contexto? Si las religiones suelen ofrecer fortaleza y seguridad, ¿qué se puede esperar en la época de la modernidad líquida? ¿Abre Bauman alguna posibilidad? ¿Hay brotes de un posible retorno de lo religioso (como apuntaba José María Mardones hace muchos años) (2) en un mundo deseoso de certezas?
3. Los rasgos pesimistas de la sociedad occidental según Zygmunt Bauman
El fallecimiento de Bauman ha reactivado el interés por sus ideas. En un ensayo de Mónica Redondo (3), “5 ideas de Zygmunt Bauman que retratan a la sociedad moderna”, se apuntan cinco claves para entender lo que está pasando en nuestro mundo. La Modernidad Líquida de Bauman rompe con las estructuras fijadas en el pasado.
La filosofía de vida, los valores y lo que se considera ético y moral ha cambiado radicalmente en los últimos años, a causa de los cambios políticos y sociales ocurridos a partir de la segunda mitad del siglo xx.
En el libro Modernidad líquida, Bauman es capaz de explicar los fenómenos sociales de la era moderna y qué es lo que nos diferencia de las generaciones anteriores. A partir del año 2000, año de su publicación, el filósofo polaco escribe una serie de obras que resumen sus conceptos sobre la realidad que nos rodea: Amor líquido (2003), Vida líquida (2005) y Tiempos líquidos: vivir una época de incertidumbre (2007).
Estos parecen ser los puntos más significativos de Bauman:
1. La realidad líquida consiste en una ruptura con las instituciones y las estructuras fijadas. En el pasado, la vida estaba diseñada específicamente para cada persona, quien tenía que seguir los patrones establecidos para tomar decisiones en su vida. En la modernidad, el filósofo polaco afirma que las personas ya han conseguido desprenderse de los patrones y las estructuras, y que cada uno crea su propio molde para determinar sus decisiones y forma de vida. La sociedad actual se basa en el individualismo y en una forma de vida cambiante y efímera.
2. En la vida líquida según Bauman, la sociedad se basa en el individualismo y se ha convertido en algo temporal e inestable que carece de aspectos sólidos. Todo lo que tenemos es cambiante y con fecha de caducidad, en comparación con las estructuras fijas del pasado.
Muchas de las cosas que explicó Bauman hace 17 años en su obra Modernidad líquida y las que la siguieron se han convertido en una realidad en nuestros días. El sociólogo logró explicar el funcionamiento de la sociedad actual y determinar la relación de las nuevas generaciones con conceptos como el amor, el trabajo o la educación.
3. El amor líquido en la red social Tinder. Muy poco tienen que ver las relaciones de nuestros abuelos con la nuestra. Miedo al compromiso, rollos de una noche, desengaños amorosos… Para muchos jóvenes (y no tan jóvenes) este puede ser el pan de cada día. Para Zygmunt Bauman, estas relaciones son las que dan nombre a su concepto de amor líquido.
Según su patrón, el miedo al compromiso y a las cosas a las que hay que renunciar, como la libertad, son la razón principal por la cual existe este miedo a comprometerse y a darlo todo por una pareja. La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales. Las relaciones amorosas acaban convirtiéndose en breves episodios, en los que priva la búsqueda del beneficio personal. Cuando una pareja deja de ser rentable, se deja de lado y se busca una nueva. Ni más ni menos que la filosofía de Tinder. Es cierto que historias de amor para siempre han ocurrido gracias a la aplicación de búsqueda de parejas, aunque la mayoría de los usuarios desliza rostros en su pantalla hasta encontrar el indicado para pasar la noche.
4. Ciudadanos del mundo. Si hay algo que no queremos, son ataduras, ni en el amor ni en nuestra forma de vida. En la era moderna, es bastante común entre los jóvenes hacer un viaje de varios meses por América Latina o el Sudeste Asiático, con el objetivo de romper con las barreras y ser testigos de realidades distintas a las de su país de origen.
La realidad líquida de Bauman describe precisamente este escenario, que invita al movimiento, al flujo y a la búsqueda de nuevas experiencias, pero sin echar raíces en ningún lugar. Son ciudadanos del mundo, pero de ningún lugar al mismo tiempo.
5. No más trabajos para toda la vida. Esta filosofía basada en la búsqueda de nuevas experiencias y ser ciudadano de mundo también se ve reflejada en el ámbito laboral dentro de la sociedad líquida. Nuestros abuelos y padres entraron a trabajar en una empresa cuando acabaron la universidad, y se jubilaron en el mismo lugar 40 años después. Las personas no quieren ataduras ni en el amor ni en el trabajo, según Bauman.
En la actualidad, no existe el llamado trabajo de nuestra vida. Los empleos son cambiantes y el mercado actual necesita renovaciones dentro de las empresas cada poco tiempo. Por otro lado, Bauman identifica en sus obras la necesidad de cambio en los trabajadores, a los que se les reclama cada día más volatilidad y capacidad de trabajo en diferentes áreas.
4. Hannah Arendt, sobre la banalidad del mal
Pero hay otro aspecto de la “banalidad” ética de nuestra sociedad que, aunque está insinuada por Bauman, había sido recogida por la filósofa judía Hannah Arendt. Un 14 de octubre de 1906 nacía Hannah Arendt, una de las figuras más relevantes de la filosofía política alemana del siglo xx que teorizó sobre la “banalidad del mal” y que falleció en Nueva York en 1975. Arendt “se convertiría en una de las teóricas políticas alemanas (con atisbos de filósofa) más importantes del siglo xx. Víctima del antisemitismo nazi de 1933, Arendt pasó parte de su vida como apátrida entre 1937 y 1951, cuando el Gobierno de Alemania le quitó la nacionalidad (que más tarde le entregaría Estados Unidos)” (4).
Arendt fue un personaje que, a pesar de que se estudie como filósofa política, ella misma rechazaba ser relacionada con la reflexión filosófica. Le gustaba describirse como “teórica política”, pero obras como La condición humana y su constante crítica a otros pensadores han terminado por situarla en el prisma filosófico.
5. La banalidad del mal,Hannah Arendt y por qué se permiten atrocidades
Seguramente, la obra más conocida de Hannah Arendt es Eichman en Jerusalén. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Eichman, el que fuera responsable de la logística para la organización y distribución de los campos de concentración, huyó a Argentina para evitar un Tribunal de Guerra. Finalmente, en 1961, Eichman fue secuestrado y juzgado en Jerusalén, saltándose todo el derecho internacional. Entonces, The New Yorker pidió a Hannah Arendt que realizara una crónica del juicio.
Fue a partir de este suceso que Arendt redactó el que, seguramente, sea su ensayo más conocido: Eichman en Jerusalén. En él, la alemana no solo describió el proceso del juicio minuciosamente, sino que se planteó una pregunta esencial: ¿por qué Eichman no parecía malvado si lo que había permitido y en lo que había contribuido era a todas luces un horror? Hannah Arendt ve a Eichman como una persona absolutamente normal: consciente de lo que ha hecho, nunca lo niega pero tampoco ve nada
intrínsecamente malo en los actos que ha realizado.
“Cumplía órdenes de Estado”, defendía el alemán quien, además, alegaba la condición de “buen ciudadano” que cumplía aquello que se encomendaba. Y, sobre esto, Arendt definió “la banalidad del mal” (depende de la traducción, se puede encontrar de otra forma). En primer lugar, la banalidad, en tanto que es poco trascendente, no lo sitúa sobre el hecho que “es horrible”, sino sobre el por qué Eichman lo permite o contribuye a ello. Para Hannah Arendt, el que el acusado no sustente sus actos en fuertes convicciones ideológicas o morales resulta, incluso, más aterrador que el mismo hecho en sí. ¿Por qué una persona normal, que ni es malvada ni tiene mayores pretensiones que las de cumplir órdenes, se involucra en tamaña maldad?.
Por una incapacidad de juicio. Hannah Arendt distingue entre conocimiento y pensamiento; el primero es la acumulación de saberes y técnicas, la conceptualización de lo aprendido mientras que el segundo lo define como una suerte de constante diálogo interno en el que, en la íntima soledad, uno juzga sus propias acciones.
Eichman carecía de “pensamiento”, o al menos no lo ejercitaba mientras orquestaba el traslado de miles de judíos para ser ejecutados. Esto lo situaba como un “nuevo agente del mal” que, sin parecerse en nada a los más convencidos ideológicamente, se entremezclaban en una masa desideologizada y sin reconocimiento que contribuye (activa o pasivamente) al “horror”.
Hannah Arendt distingue –dentro de la incapacidad del juicio– entre tres grupos: los nihilistas, que con la creencia de que no hay valores absolutos se sitúan en las esferas de poder; los dogmáticos, que se aferran a una postura heredada; y los ciudadanos normales, similar al hombre-masa que estableció Ortega y Gasset, el grupo mayoritario que asume las costumbres de su sociedad como “buenas” de una manera acrítica. Todos los grupos carecen del pensamiento definido por Hannah Arendt. La alemana defendió que el nazismo se alimentó, y fue alentado, por estos tres grupos, lo que permitía que el grueso del país pudiera realizar los horrores contra la Humanidad. Aun así, Arendt explica que esta ausencia de diálogo interno no es un mal de por sí y menos aún conlleva ningún acto, a priori, malo. Es en situaciones extremas, como el auge y establecimiento del nazismo en Alemania, en las que esta banalidad del mal reluce como complicidad e incluso simpatía con los “horrores”.
6. Las condiciones humanas: Hannah Arendt y la banalidad del mal
Discípula de Martin Heidegger y Karl Jaspers, el pensamiento de Arendt se puede acercar al pensamiento del existencialismo moderno. En su obra más representativa (entre otras), La condición humana, la pensadora alemana realiza un estudio sobre el estado de la humanidad en los tiempos que le son dados.
Arendt define la “condición humana” como aquello que le determina, negando la “naturaleza humana” como primer referente. Destaca “tres actividades fundamentales” sobre las que se yergue esta condición: labor, trabajo y acción; todas ellas englobadas en el concepto vita activa. Cada una de estas corresponde a una condición: biológica, mundana y pluralidad.
7. Es oportuno, importante e incluso necesario recuperar la capacidad de reflexión sobre el sentido de la vida
Las figuras intelectuales sobre la banalidad, tanto Bauman como Arendt, y la oportunidad del libro del profesor Manuel Fraijó, Semblanzas de grandes pensadores (5), nos invitan a leer y fomentar el pensamiento crítico para repensar nuestra vida en el contexto de la cultura líquida y de la banalidad. Una sociedad que tiene el peligro de “encefalograma plano”, que solo piensa en pasarlo bien, evadirse, consumir y usar y tirar, necesita algún tipo de revulsivo como el mismo Fraijó insinúa. Los recientes debates en Europa sobre la necesidad de volver a introducir la formación filosófica en los currículos educativos de secundaria nos abren a la esperanza. En el largo, fatigoso y a veces estéril camino de la reflexión no estamos solos. Muchos hombres y también mujeres (pero estas apenas aparecen en los libros de texto de filosofía) nos han precedido. No vamos solos, sino que avanzamos sobre lo que otros han elaborado antes.
El 15 de febrero de 1676 escribía Isaac Newton en una carta al físico Robert Hooke: “si he podido ver más lejos es porque me encaramé a hombros de gigantes”. Parece ser que esa expresión no es original de Newton, pues los expertos la atribuyen en el teólogo y filósofo John de Salisbury (1115-1180). Sea o no Newton el autor, merece nuestra atención. La historia social de las ciencias muestra que el desarrollo del pensamiento racional no suele ser obra de una sola persona. Ya Thomas S. Kuhn destaca la importancia de las comunidades científicas como constructoras de los paradigmas que fortalecen, transforman y derrocan las teorías científicas. De igual modo, las ciencias sociales crecen y se edifican desde determinadas concepciones del mundo y de la realidad. Históricamente, han sido los llamados “pensadores”, las mentes más privilegiadas, las que encaramándose a los hombros de los pensadores anteriores han hecho avanzar la interpretación de los procesos sociales.
8. La revista Razón y Fe nos invita a retomar el hábito de pensar frente a la cultura de la banalidad
La revista Razón y Fe, desde su fundación en 1901, nos invita a reaprender y a pensar. A valorar a los que consideramos “pensadores”. A fomentar una generación de hombres y mujeres con Capacidad crítica ante la realidad y no vivir en la banalidad de lo efímero. En una sociedad multicultural urge la construcción de espacios y plataformas de reflexión interdisciplinar que de la
atonía la cultura de masas dominante que solo busca consumir sin que ello transforme los hábitos de vida. Desde esta perspectiva, la búsqueda del sentido de la vida en una sociedad multicultural es una tarea apasionante. Y para este tipo de lectores la reflexión compartida con los que pueden denominarse “grandes pensadores” abre horizontes de posibilidad de ser creyentes en el siglo xxi.
Desde este marco cultural recomendamos el ensayo del profesor Manuel Fraijó, catedrático emérito de Filosofía de la religión en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). El autor no solo ha desarrollado una intensa labor magisterial en la universidad, sino que sigue siendo un fecundo conferenciante en el ámbito de la Historia de la filosofía, de la Filosofía de la religión, de la Historia de las Religiones y de la Teología. En estas conferencias, tanto en España como en América Latina, confronta con sus oyentes no solo los resultados de sus estudios sino también la reelaboración continua de sus propias vivencias humanas y espirituales enriquecidas por las aportaciones de los que pueden denominarse “grandes pensadores”.
No es fácil delimitar qué es lo que puede entenderse por “grandes pensadores”. En el libro que comentamos se refiere solamente a aquellos hombres (prácticamente todos) que desde la Reflexión racional (filosófica) han elaborado las diversas concepciones del mundo, el lugar del ser humano en el mundo y el sentido de los valores y la vida humana en el contexto de un mundo globalizado.
Por eso, el volumen que aquí comentamos de Manuel Fraijó no se incluye entre los manuales de historia de la filosofía como disciplina del desarrollo del pensamiento humano desde la fría postura del observador. Es más que eso. Se encarama a los hombros de los grandes pensadores para ver más lejos las direcciones del porvenir (que diría Pierre Teilhard de Chardin).
Este volumen contiene la elaboración personal de profesor Manuel Fraijó del proceso de búsqueda racional del sentido de la vida de 22 grandes maestros del pensamiento, desde Confucio hasta Karl Rahner pasando por figuras tan diferentes entre sí como Martín Lutero, Voltaire, Feuerbach, Nietzsche o Kant. En todos ellos ve el autor elementos positivos que pueden ayudar al lector abierto de mente a su propia reelaboración cognitiva y axiológica. No queramos ver en este volumen una selección de los que podrían ser los “mejores” pensadores de todos los tiempos.
En un mundo como el nuestro en el que parece triunfar la cultura de la evasión y de la banalidad, el reconocimiento de que han existido y existen personas que tienen como preocupación Existencial básica la reflexión, puede ser un revulsivo para la construcción de una sociedad de hombres y mujeres libres y dueños de sus propios destinos.
9. Conclusión
Posiblemente, en un mundo en el que las comunidades científicas perciben la urgencia, posibilidad y necesidad de fomentar el pensamiento crítico, racional, no banal, interdisciplinar, con la integración de científicos naturales, ingenieros, filósofos y humanistas, teólogos, economistas y cultivadores de las ciencias del espíritu (que postulaba Dilthey) no es una distracción sino una exigencia de la tarea de buscar y construir juntos sistemas interpretativos de la realidad que den sentido global y respuesta a la gran pregunta que ya se hacía en su tiempo Immanuel Kant: ¿qué es el hombre?
Este texto del prólogo a este volumen del profesor Fraijó es un manifiesto a favor de la convergencia de pensamientos hacia respuestas a las grandes preguntas: “En lo que coinciden todos los pensadores de este libro es en su rechazo de la obviedad y en su entrega a la reflexión. Desde sus inicios, la filosofía [y aquí podríamos integrar todos los esfuerzos racionales del pensamiento humano] partió de que nada es obvio, de que en todo lo que nos circunda habitan la extrañeza y la perplejidad.
Bien lo sabía Schopenhauer cuando escribió: “La vida es algo penoso; he decidido pasarla reflexionando sobre ella”. Algo parecido nos legó Husserl, uno de los filósofos del siglo xx que más han valorado la reflexión filosófica: “Tuve necesariamente que filosofar; de lo contrario no habría podido vivir en este mundo”. Solo cabe esperar que no sea cierta la sentencia de Fichte: “Si uno filosofa, no vive; y si vive, no filosofa”. Siempre será posible, pienso, unir vida y filosofía, pensamiento y experiencia”.
La perspectiva poliédrica de los pensadores que nos presenta Manuel Fraijó, junto a otros muchos hombres y mujeres que elaboraron, elaboran y elaborarán respuestas multidisciplinares a las grandes preguntas de la humanidad siempre es necesaria.
Leandro Sequeiros, SJ
Presidente de ASINJA (Asociación Interdisciplinar José de Acosta)
(1) Z. Bauman, Ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida, Barcelona 2015
(2) J. Mª. Mardones, Síntomas de un retorno. La religión en el pensamiento actual, Sal Terrae, Santander 1999.
(3) M. Redondo, “5 ideas de Zygmunt Bauman que retratan a la sociedad moderna. Con motivo de la muerte del autor de Modernidad líquida, explicamos cómo la filosofía de Bauman describe la forma de vida de la sociedad actual”, https://hipertextual.com/2017/01/5- ideas-bauman
(4) L. H. Rodríguez (14-10-2019), https://
www.newtral.es/hannah-arendt-sobrela-humanidad-del-mal/20191014/
(5) M. Fraijó, Semblanzas de grandes pensadores, Madrid 2020, 353-370.
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