FE ADULTA
Toda la tradición cristiana ha considerado la Eucaristía -que, según esa misma tradición, habría sido instituida en la “Última Cena”- como la “presencia real” de Cristo “bajo las especies” de pan y de vino.
Esa lectura o interpretación queda ampliada y enriquecida desde la comprensión no-dual. Desde ella, el acento se coloca en la unidad radical de todo, más allá de las diferencias. Unidad que, según los relatos de los evangelios, vivió Jesús conscientemente y de manera explícita.
De todos ellos, es el evangelio de Juan quien más la subraya, poniendo en boca del Maestro de Nazaret las siguientes expresiones: “El Padre y yo somos uno”, “Quien me ve a mí, ve al Padre”, “Yo soy” (que se repite en siete ocasiones).
Pues bien, el mismo que afirma ser uno con el Padre, es también quien, en los evangelios sinópticos expresa que todo lo que le hacen a alguien, se lo están haciendo a él (Mt 25,40).
Y para expresar que esa unidad no conoce fronteras, se extiende incluso al pan, sobre el que pronuncia las palabras “Esto es mi cuerpo” que originalmente, según reconocen algunos estudiosos del arameo, serían una adaptación al griego de la frase: “Esto soy yo”.
Todo ello casa con una expresión contundente que recoge el evangelio de Tomás, en el logion 77: “Jesús les dijo: «Yo soy todas las cosas»”.
Mientras perdura la identificación con el yo separado -con nuestra personalidad-, es imposible pronunciar esa frase, del mismo modo que resulta imposible entenderla y aceptarla. A quienes se hallan en la lectura tradicional, les resultará incluso blasfema.
Sin embargo, quien ha vivido la experiencia de una comprensión profunda, encuentra que es tal vez el modo menos inadecuado de nombrar lo que se le ha mostrado. Porque quien habla ahí -el sujeto de esa expresión- no es el yo separado, sino la consciencia una que es la misma en todos los seres. Y es esa consciencia la que se reconoce como sujeto -en realidad, el único sujeto-.
El lenguaje utilizado será siempre relativo y es lo que menos importa, ya que no existe lenguaje que pudiera ser adecuado, porque nos estamos refiriendo a lo que es inefable. Por eso, el místico teísta puede nombrarlo como “Dios” o como “Padre”. Sin embargo, más allá del término empleado, se está hablando de la misma realidad.
Aparecemos como una forma -yo o persona- separada, real en su propio nivel de realidad; sin embargo, en rigor, no somos la forma que aparece, sino Eso que es consciente de ella. Y Eso es todas las cosas.
¿Cómo me comprendo?
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