Lc 1, 26-38
Los textos que vamos a leer estos días, están tomados del “evangelio de la infancia”. Debemos tomar conciencia del sentido no histórico de los textos. El anuncio del nacimiento de un hijo de dios, el nacimiento de madre virgen, el nacimiento en una gruta, los pastores adorando al niño, el intento de matar al niño, la huída después de un aviso, la muerte de los inocentes, el anuncio por medio de una estrella, la adoración de unos magos, etc.; todos son relatos míticos ancestrales y ninguno es original del cristianismo.
El decir “mítico” no quiere decir “mentira”. Este es el primer error a superar. El mito es un relato que intenta desvelar una verdad radical que atañe al hombre entero, y que no se puede explicar por medio de discursos racionales. Al decir que estos relatos son míticos, no estamos devaluando su contenido, sino todo lo contrario; nos estamos obligando a descubrir el significado profundo y vital que tienen. Lo nefasto es haber considerarlo los relatos míticos como crónicas de sucesos sin mayor alcance vital.
Todo esto lo ha descubierto la exégesis hace muchas décadas. No acabo de comprender por qué existe tanto miedo a que el pueblo conozca la verdad. ¿No nos dice el mismo evangelio que la verdad os hará libres? ¿O es que lo que nos asusta es esa libertad? Es verdad que la explicación del sentido profundo de estos textos no es sencilla, pero es precisamente esa dificultad la que debía espolearnos. He visto a la gente abrir ojos como platos cuando han comprendido la profundidad del mensaje.
En las lecturas de hoy se destaca el contraste entre la actitud de David, que después de hacerse un palacio, decide hacer un favor a Dios, construyéndole un templo para que habite; y la actitud de María que ve solo la gratuidad de Dios para con ella. La humildad de María hace posible el acercamiento a Dios. La soberbia de David le aleja de Él. La lección es clara: Nosotros no podemos hacer nada por Dios, es Él, quien lo hace todo por nosotros. Ni siquiera tenemos que comprar su voluntad a partir de sacrificios y oraciones.
Lo que Lc nos propone, es la teología de la encarnación entendida desde el AT. Casi todas las palabras del relato hacen referencia a situaciones bíblicas. El evangelista acaba de narrar la concepción de Juan, que tiene como modelo la de Isaac. Para la concepción de Jesús, Lc toma como modelo la creación de Adán. Como Adán, Jesús nace de Dios mismo sin intermediarios; y como él va a ser el comienzo de una nueva humanidad. No es uno más de los grandes personajes de la historia de Israel. Esta es la clave de todo el relato.
Ángel=mensajero, no tiene, en el AT, la misma connotación que tiene para nosotros. No debemos pensar en unos seres al servicio de Dios, sino en la presencia de Dios de una manera humana para que el hombre pueda soportarla. El pueblo de Nazaret no es nombrado en todo el AT; es algo completamente nuevo. Galilea era la provincia alejada del centro de la religiosidad oficial. La intervención divina en Jesús rompe con el pasado y va a constituir una auténtica novedad. Todo sucede lejos del templo y de la oficialidad.
La escena se desarrolla en una casa sencilla de un pueblecito desconocido. A una virgen= doncella, no ligada a la institución, sino completamente anónima. Ni tiene ascendencia ni cualidad alguna excepcional. De los padres de Juan acaba de hacer grandes elogios, de María, ninguno. Virgen no debemos entenderla según nuestro concepto actual. Se trata de una niña aun no casada. Alude a la absoluta fidelidad a Dios, por oposición a la imagen del pueblo rebelde, tantas veces representado por los profetas como la adúltera o prostituta. María representa al pueblo humilde, sin relieve social alguno, pero fiel.
Alégrate, agraciada, el Señor está de tu parte. Alusión también a los profetas: “Alégrate hija de Sión, canta de júbilo hija de Jerusalén”. Es un saludo de alegría en ambiente de salvación. Cercanía de Dios a los israelitas fieles. Dios se ha volcado sobre ella con su favor. La traducción oficial, “llena de gracia”, nos despista, porque el concepto que nosotros ponemos detrás de la palabra “gracia”, se inventó muchos siglos después. No se trata de la gracia, (un ser divino) sino de afirmar que le ha caído en gracia a Dios.
Al contrario que en Mt, José, descendiente de David, no tiene papel alguno en el plan de salvación anunciado en Lc María misma impondrá el nombre a Jesús = Salvado. No será hijo de David, sino del Altísimo. Ser Hijo, en el relato mítico, no significa generación biológica, sino heredar la manera de ser del padre, y tener por modelo al Padre. No será David ni cualquier otro ser humano, el modelo para Jesús, sino Dios. Jesús no puede tener padre humano, porque en ese caso tendría la obligación de obedecerle e imitarle.
El Espíritu Santo y la fuerza del Altísimo son lo mismo. Cubrir con su sombra hace referencia a la gloria de Dios que en el Génesis se representaba por una nube que cubría el campamento. Santo=Consagrado, Hijo de Dios, son designaciones mesiánicas. Consagrado hace referencia siempre a una misión. El rey ungido era desde ese instante, hijo de Dios. El Espíritu no actúa sobre el cuerpo, sino sobre el ser de Jesús, dándole calidad divina. “De la carne nace carne, del Espíritu nace Espíritu”, dice Jn. No es la carne de Jesús la que procede del Espíritu, sino su verdadero ser. Claro que Jesús fue ‘engendrado’ por obra del Espíritu, pero de un modo más profundo de lo que pensamos.
Aquí esta la esclava del Señor. Hemos insistido tanto en los privilegios de María que hemos convertido en impensable la encarnación de Dios en alguien, que no sea perfecto. Pablo nos habla del misterio escondido y revelado. El misterio mantenido en secreto por generaciones, es que Dios es encarnación. Dios salva desde dentro de cada persona, no desde fuera con actos espectaculares. La buena noticia es una salvación que alcanza a todos. Misterio que está ahí desde siempre, pero que muy pocos descubren. No es que Dios realice la salvación en un momento determinado, Dios no tiene momentos.
Cambia el concepto de Dios para el evangelista. El Dios que a través de todo el AT se manifiesta como el poderoso, el invencible, el dador de la muerte y la vida, pide ahora el consentimiento a una humilde muchacha para llevar a cabo la oferta más extraordinaria en favor de los hombres. Ese formidable cambio de la manera de concebir a Dios no es fácil de comprender. Una y otra vez, hemos vuelto al Júpiter tonante, que está a nuestro favor y en contra de nuestros enemigos, pero estará contra nosotros si le fallamos.
Dios se hace presente en la sencillez. Seguimos esperando portentos y milagros en los que se manifieste el dios que nos hemos fabricado. Ningún acontecimiento espectacular hace presente a Dios. Al contrario en cualquier acontecimiento por sencillo que sea, podemos descubrirlo. Somos nosotros los que ponemos a Dios allí donde lo vemos. Pascal dijo: “Toda religión que no predique un Dios escondido, es falsa”. Los budistas repiten: “Si te encuentras al Buda, mátalo”. Todo dios que percibimos viniendo de fuera, es un ídolo.
Meditación
La disponibilidad de María es la clave del mensaje.
Dejar hacer a Dios es descubrir lo que está haciendo.
Él lo está haciendo todo en cada instante.
Descubrir esta presencia activa,
Es la esencia de toda vida espiritual auténtica.
No tienes que hacer nada ni conseguir nada.
En ti está ya la plenitud, que quieres alcanzar.
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