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martes, 28 de noviembre de 2017

SÚPLICA, REALIDAD, VIGILANCIA

col sicre

¿Cuatro semanas para prepararnos a recordar el nacimiento de Jesús? No. El Adviento es más que eso. No se trata de recordar románticamente un hecho pasado, se trata de comprender a fondo lo ocurrido y prepararnos para el encuentro definitivo con el Señor.
Suplica (Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7)
La primera lectura nos sitúa siglos antes de la venida de Jesús. El pueblo de Israel se ve como un trapo sucio, como árbol de ramas secas y hojas marchitas. La situación no sería muy distinta de la nuestra. Pero el pueblo, en vez de culpar a los políticos, a los banqueros, al FMI y a la Sra. Merkel, piensa que todo se debe a que Dios le oculta su rostro por culpa de sus pecados, porque nadie invoca su nombre ni se aferra a Él. Lo lógico sería que el pueblo prometiese cambiar de conducta, interesarse por Dios. Sin embargo, en vez de prometer un cambio le pide a Dios que sea él quien cambie: que recuerde que es nuestro Padre (la idea aparece al comienzo y al final de la lectura), que vuelva, rasgue el cielo y baje. ¿Cómo responderá Dios a esta petición?
Realidad (1 Corintios 1,3-9)
La respuesta de Dios supera con creces lo que pedía el pueblo en la lectura de Isaías, aunque de modo distinto. Dios Padre no rasga el cielo, no sale a nuestro encuentro personalmente. Envía a Jesús, y mediante él nos ha enriquecido en todo y nos llama a participar en la vida de su Hijo. Por consiguiente, añade Pablo, “No carecéis de ningún don”. En una época de crisis, en la que tanta gente se lamenta, a veces con razón, de las muchas cosas de que carece, estas palabras pueden resultar casi hirientes: “No carecéis de ningún don”. Buen momento el Adviento para pensar en qué cosas valoramos: las materiales, que a menudo faltan, o las que proporciona Jesús: la certeza de que Dios es fiel, está de nuestra parte y nos mantendrá firmes hasta el encuentro final con Él.
Vigilancia (Marcos 13, 33-37)
No deja de ser irónico que precisamente el evangelio no hable de Dios Padre ni de Jesús. Se centra por completo en nosotros, en la actitud que debemos tener: “vigilad”, “velad”, “velad”. Tres veces la misma orden en pocas líneas. Porque el Adviento no es solo recordar la venida del Señor, es también prepararse para el encuentro final con Él.

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