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martes, 28 de noviembre de 2017

Noticia novedosa

Gabriel Mª Otalora

Creía que en lo económico estaba dicho todo, al menos para no esperar noticias novedosas con semejante enjundia: cuatrocientos millonarios estadounidenses se han opuesto a la reforma fiscal del presidente Donald Trump. La razón esgrimida no ha sido menos sorpresiva: consideran que aumentará la desigualdad en Estados Unidos exacerbando aún más la desigualdad y el déficit.

“Somos ricos (…) y escribimos con una sola petición: no nos recorten los impuestos”, arranca el escrito en el que alertan de que la Ley presentada por el Gobierno este noviembre en la Cámara de Representantes, conllevaría “profundos recortes” en diversos servicios esenciales, como la educación o la sanidad pública.
No es frecuente que millonarios como Georges Soros, Bill Gates o Rockefeller se enfrenten públicamente al recorte de impuestos de Trump, una de sus grandes bazas electorales. Ejecutivos de grandes empresas, abogados y demás hacendados esgrimen unos argumentos que van más allá de la solidaridad pues dicha subida puede afectar paradójicamente a sus intereses al beneficiar dicha reforma fiscal de manera desproporcionada a individuos ricos y a empresas con recursos. “Crear más y mejores empleos, así como una economía más fuerte, no pasa por dar un respiro impositivo a quienes tienen mucho, sino por invertir en los estadounidenses” cuando la desproporción llega a que el 42 % de la riqueza del país recae en apenas un 1 % de sus hogares.
La Casa Blanca ha declarado que su proyecto mantiene intacta la presión fiscal sobre los más ricos. Pero lo cierto es que la documentación enviada al Senado y a la Cámara de Representantes muestra que las rebajas son múltiples. Solo eliminando el impuesto de sucesiones que ahora pagan unas 5.000 familias al año por herencias por encima de los 5,49 millones de dólares, acarrearía unas pérdidas de 269.000 millones en un decenio, lo cual es más de lo que se gasta en conjunto en la Agencia del Medicamento, el Centro de Control de Enfermedades y la Agencia de Protección Ambiental, se dice en la carta.
Los cálculos más conservadores establecen que la rebaja impositiva incrementará la deuda pública en 1,5 billones de dólares en 10 años. Una subida difícil de asimilar para unas arcas que ya arrastran un déficit de veinte billones de dólares y que en el próximo decenio aumentarán la carga en otros diez billones. Y eso no le conviene a quien tiene dinero y piensa con dos dedos de frente.
Nadie se cree que estas medidas sean un revulsivo para las clases medias y trabajadores, tal y como Trump trata de venderlas, apoyado en que el recorte desencadenará una ola de inversiones de tal magnitud que permitirá rápidamente compensar la pérdida fiscal. Es algo que no ha funcionado en el pasado. Dar más dinero a las empresas, señalan, no significa que lo vayan a usar para crear empleos o subir sueldos en vez de para abonar más dinero a sus directivos o a sus accionistas.
Además, las clases medias a las que supuestamente beneficiaría la rebaja fiscal saldrían perjudicadas también por la reducción de la cobertura sanitaria, al suprimirse la obligación del seguro sanitario.
Por tanto, los millonarios firmantes desconfían de la idea, a la vista de que las empresas alcanzaron beneficios récord: “Yo gano mucho dinero, y si mi ingreso crece, no pienso invertir más, simplemente ahorraré más”, ha sentenciado Bob Crandall, uno de los firmantes. Para ellos, las empresas viven días de gran bonanza y lo que procede es preservar la paz social para que el viento económico favorable se mantenga sin exacerbar las desigualdades.
Resulta ciertamente novedoso que los más ricos opinen públicamente que no les conviene reducir sus impuestos. La inteligencia ha ganado esta vez a la codicia, y esto sí que es una gran novedad. Es cierto que se ha aprobado la bajada de impuestos (227 contra 205), pero Donald Trump tendrá problemas en el Senado, donde su mayoría es más precaria. Estaremos atentos. 

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