Enviado a la página web de Redes Cristianas
Triste, cuando son tan
maravillosas sus tierras y tan alegres sus gentes… Triste, por lo que
representan y proyectan al mundo sus miles de mandatarios: sus
mandatarios coronados, sus mandatarios políticos, sus mandatarios
empresariales, sus mandatarios judiciales, su burguesía con fortunas de
sospechoso origen.
Vergüenza es la palabra que los define a
todos. Indignación y sublevación (por ahora ésta contenida) es lo que
define el estado de ánimo de la mayoría de quienes lo habitan. Propios y
extraños, naturales y naturalizados, autóctonos e inmigrantes, todos a
punto de estallar de odio concentrado. Nada de santa indignación, nada
de cortés y controlada cólera… Los espíritus honestos viven tal
desasosiego, que sólo les falta un detonante para hacer que la sociedad entera salte por los aires.
La escoria social está llevando a este país, es decir, a este
conjunto de naciones obligadas a soportarse entre sí por sus dueños
desde hace cinco centurias, lo ha desvalijado a lo largo de diez años. Y
como consecuencia de ello, los fundamentos de una sociedad moderna, es
decir, sanidad y educación, se han desmoronado porque esa chusma los
desguaza poco a poco. La crisis económica, en apariencia llegada de
fuera, es una tapadera con la que pretenden justificar los desmanes de
miles de individuos e individuas que han participado en el festín de
miles de millones públicos. La Justicia de los fiscales, con sus
falacias y vacuos argumentos, así como la que imparten ciertos
magistrados contribuye asquerosamente a solaparlos. Los tribunales
todavía vacilan y sueltan a los ladrones o les condena a penas
irrisorias por las que ni
siquiera entran en presidio, o salen inmediatamente o el indulto les
espera. Y a cambio, persiguen a los jueces que se atreven a traspasar la
línea roja trazada por el poder casi omnímodo de la escoria
institucional. Y a todo esto, sin devolver los procesados inmensas
fortunas escondidas en paraísos fiscales o pulverizadas en obras
faraónicas fruto de la megalomanía, trufadas de más miles de millones en
mordidas y comisiones.
Qué triste este país que jamás llega al estado de buena esperanza
del autogobierno de algunos territorios ansiada toda su historia por la
mayoría de sus gentes. Y más triste todavía tras la dictadura, por el
predominio y atroz abuso de la misma casta de hombres y mujeres que
ganaron una guerra civil, ahora alistados mayoritariamente en el mismo partido político y algunos también en el otro…
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