En España nombra al arzobispo emérito de Pamplona Fernando Sebastián Aguilar
El papa Francisco no se cansa de repetir que quiere una Iglesia orientada hacia “las periferias del mundo”, dirigida por pastores con “olor a oveja”. Sin embargo, los mimbres con los que se encontró son bien distintos.
En números redondos, de los 120
cardenales electores —menores de 80 años—, 60 son europeos y, de ellos,
la mitad son italianos. O sea, pertenecientes al viejo primer mundo y
arremolinados en torno al poder viciado del Vaticano. De ahí que Jorge
Mario Bergoglio lanzara ayer un mensaje muy nítido de cambio de rumbo.
De los 12 primeros cardenales electores que nombra —una vez descontados
los tres eméritos y los cuatro
pertenecientes a la Curia—, nueve proceden de Latinoamérica (4), África
(2) y Asia (2). Además, la mayoría de ellos tiene en su currículo
muchas horas de parroquia o de misión, solo hay un teólogo de profesión y
no parece que las tradicionales luchas de poder entre congregaciones hayan tenido nada que ver —tal vez
por primera vez— en los nombres elegidos por Francisco, que regala a
Haití, la periferia de las periferias, su primer cardenal de la
historia.
Europa, en cambio, sale mal parada. Y España, peor. Quitando a los
cuatro nuevos cardenales de la Curia —tres italianos y un alemán—, el
Papa solo ha elegido a dos nuevos purpurados europeos: el arzobispo de
Westminster, Vincent Nichols, y al italiano Gualtiero Bassetti,
arzobispo de Perugia. De España solo se acordó para nombrar cardenal
emérito —sin derecho a voto por tener más de 80 años— al arzobispo
emérito de Pamplona Fernando Sebastián Aguilar.
Una vez descontados los cardenales eméritos, los 16 restantes se
dividen en dos grupos. Los cuatro jefes de departamento de la Curia
vaticana y los 12 residenciales. Entre los cuatro nuevos cardenales del
poder vaticano no hay sorpresas. El papa Francisco convertirá en
cardenal a su secretario de Estado, Pietro Parolin; al secretario
general del Sínodo de los Obispos, Lorenzo Baldisseri (quien, como
secretario del cónclave, recibió el pasado 13 de marzo de 2013 el
solideo púrpura que hasta ese momento había pertenecido a Jorge Mario
Bergoglio); al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe,
Gerhard Ludwig Müller, y al prefecto para la Congregación para el Clero,
Beniamino Stella.
La edad del español, de 85 años, hace que no tenga derecho a voto en un cónclave
La inercia de la Iglesia no permite volantazos, pero el papa
Francisco parece dispuesto a corregir el rumbo. La prueba está en que a
pesar de la escasa capacidad de maniobra —el límite de cardenales
electores está en 120 y ahora hay 123, aunque algunos a punto de cumplir
los 80—, el Papa ha querido reequilibrar el poder en beneficio del sur.
Así, el próximo 22 de febrero recibirán la birreta cardenalicia los
arzobispos de Managua, Leopoldo José Brenes Solórzano; de Río de
Janeiro, Orani Joao Tempesta; de Santiago de Chile,
Ricardo Ezzati Andrello, y de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli. También
el arzobispo Chibly Langlois, presidente de la conferencia episcopal de
Haití, quien mostró su sorpresa por el nombramiento, que se produjo
justo cuatro años después del terremoto que acabó con la vida de 300.000
haitianos y dejó sin casas a más de millón y medio. Además, Jorge Mario
Bergoglio quiso poner el acento en África y en Asia, nombrando
cardenales a arzobispos de Burkina Faso, Costa de Marfil, Corea del Sur y
Filipinas.
Salvo en el caso de Gerhard Ludwig Müller, un teólogo reconocido,
prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el resto de los
nuevos cardenales tienen un perfil más parecido al callejero Bergoglio
que al exquisito Ratzinger. Al arzobispo de Río —un cardenal internauta—
le sorprendió el nombramiento celebrando misa, como suele, en una
comunidad deprimida y sus primeras palabras fueron de recuerdo a Hélder
Câmara, el obispo brasileño figura clave de la teología de la
liberación. Entre los nuevos cardenales hay también quienes, como el
canadiense Gèrald Cyprien Lacroix, tienen largos años de experiencia
misionera. La cuestión, por tanto, no era solo reequilibrar
geográficamente el consistorio, sino también acercarlo a la calle,
alejarlo del Vaticano y de las luchas de poder —de los lobbies de
religión— entre las organizaciones más influyentes de la Iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario