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Porque estamos con los pobres contra la pobreza, la lucha contra el
hambre y la injusticia es el mandato más urgente de la vida. Hay una
forma de respuesta desde el voluntariado social al servicio de los más
débiles y marginados.
En 1985 la Asamblea de las Naciones Unidas
designó el 5 de diciembre como un día internacional para celebrar el
poder y el potencial de los voluntarios sociales. El voluntariado es una
forma poderosa de involucrar a los ciudadanos para hacer frente a los
desafíos en justicia, dignidad, educación, sanidad y respeto al medio
ambiente.
Cada uno puede aportar su tiempo, sus conocimientos y su experiencia mediante actividades voluntarias, y la combinación de todos los esfuerzos puede contribuir a lograr la paz y el desarrollo.
Los voluntarios sociales suponen un desafío, pero significa adquirir
nuevos conocimientos y realizar actividades gratificantes. Cada
voluntario aporta sus conocimientos, a la vez que aprende a comprender
mejor los problemas a los que se enfrentan los demás.
La pobreza es el mayor estigma de la humanidad. Y cuando casi nos habíamos acostumbrado, no sin dolor
ni sin ira, a convivir con los pobres, surgió en las últimas décadas el
concepto de los excluidos. Aquellos que no sabían que eran pobres, ni
tan siquiera que eran seres humanos. En menos de una década ha surgido
una nueva figura, la del perdedor radical.
El perdedor radical es un hombre al borde del precipicio, su vida no
vale nada porque se siente desposeído de una pretendida superioridad
ancestral cuya razón no comprende. Es una bomba humana que puede
estallar en un acceso de locura destructiva como el amok malayo. De
repente, leemos en los periódicos que un joven se lanza a matar con una
escopeta a sus compañeros de colegio, o un padre de familia a su esposa e
hijos y hasta a su propia madre anciana para finalmente darse muerte a
sí mismo. Otras veces, toman como rehenes a seres inocentes sin pedir
nada a cambio sino para inmolarse con ellos.
A diferencia del fracasado, al que sólo le queda resignarse y
claudicar; o de la víctima que reclama satisfacción, el perdedor radical
se aparta de los demás, se vuelve invisible, alimenta su quimera,
concentra sus frágiles energías y aguarda su hora. Sufre, pierde el
sentido de la realidad y se siente incomprendido y amenazado. Mientras
está sólo es un durmiente.
No se trata de casos aislados, su número crece en la medida en que nuestra sociedad se ha hecho opulenta y excluyente. Derechos humanos
para todos, bienestar, reivindicaciones, expectativas de igualdad,
consumismo y la lucha despiadada por convertirse en ganadores, pues son
los únicos que la sociedad respeta. Al mismo tiempo, los medios de comunicación
han exhibido la tremenda desigualdad entre los habitantes del planeta.
La decepción de muchos acompaña al progreso de los elegidos. Al no poder
identificar a los responsables de su situación y de la de sus deudos,
llega a fundir la destrucción con su autodestrucción matando.
Porque estamos con los pobres contra la pobreza, la lucha contra el
hambre y la injusticia es el mandato más urgente de la vida. Hay una
forma de respuesta desde el voluntariado social al servicio de los más
débiles y marginados. Con palabras de Frei Betto, ser voluntario social
es sumar esfuerzos, entrar por la puerta de la compasión y repartir lo
que ningún mercado ofrece: cariño, apoyo, talento, complicidad, a fin de
dar la vez a quien enmudeció la opresión y la voz a quien la injusticia
marginó. El voluntario social rescata mi propia autoestima, rediseña mi
rostro humano, despliega las fibras anquilosadas de mi pereza, me
inserta en la dinámica social, me hace cercano a las multitudes
empobrecidas.
Ser voluntario es saberse solidario, alzarse con pasión frente a la
injusticia y aportar propuestas alternativas. La solidaridad es hacer
propias las miserias ajenas. Saberse tú y actuar como nosotros. Alejo
de mí el asistencialismo que crea dependencias. “Voluntario, soy
multitud. Solidario, soy trabajo compartido. Sumando con todos aquellos
que tienen hambre y sed de justicia”. Me niego a acatar cualquier
fractura que niegue a la familia humana el derecho a la fraternidad,
para dar las manos a quienes asumen que la felicidad que brota de la
justicia y de la solidaridad es el artículo único de la declaración de
los Derechos Humanos.
fajardoccs@solidarios.org.es
Twitter: @CCS_Solidarios
EL ENVÉS 2013 12 05
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