La extraordinaria y apasionante exhortación apostólica que acaba de
publicar el Papa Francisco, Evangelii Gaudium, es una nueva llamada de
la Iglesia a favor de un cambio radical ( es decir en las raíces ) en el
actual sistema social y económico mundial, porque es ” injusto en su raíz ” ( EG 59 ) .
No son palabras de ningún marxista, ni
de ningún militante altermundista o anarquista, sino de quien preside la
Iglesia. Y no lo dice como una idea más a tener en cuenta,
sino como una de las afirmaciones centrales de su visión de la realidad
social, en línea con muchos de sus pronunciamientos anteriores, y en
plena continuidad con la doctrina social de la Iglesia.
Hace unos días titulaba mi post “la doctrina social de la Iglesia
pide un cambio radical en la economía mundial” y citaba las palabras de
Francisco denunciando que “la crisis es resultado de un capitalismo
salvaje dominado por lógica del beneficio a cualquier precio”. Pues
bien, no me esperaba que pocos días después el mismo Papa Francisco
reiteraría de forma tan clara y solemne esta reclamación y que elevaría
más todavía, como lo hace, la contundencia y gravedad de la denuncia y
de la exigencia.
Para Francisco es fundamental no olvidar (y por desgracia la mayor
parte de los dirigentes económicos y políticos lo olvidan
constantemente) que “la mayor parte de los hombres y mujeres de nuestro
tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas “. (
EG 52 ) Y es porque nuestro mundo sufre la dominación de un sistema
económico ” basado en la exclusión y la falta de equidad”, “una economía
que mata “, que lo hace entrar todo dentro del “juego de la
competitividad y la ley del más fuerte “, donde el poderoso se come al
más débil y grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas
sin trabajo, sin horizontes, sin salida (… ). Los excluidos no son
explotados, sino desechos sobrantes” (EG 53 ).
Una vez más el Papa Francisco, como clama insistentemente la Iglesia desde hace más de un siglo, afirma que hay
que superar la suposición de que “todo crecimiento económico,
favorecido por la libertad de mercado, consigue provocar por sí mismo
mayor equidad e inclusión social”, ya que esto nunca ha sido confirmado
por los hechos, por lo que hay que poner fin a la “confianza burda en la
bondad de los que detentan el poder económico y en los mecanismos
sacralizados del sistema económico imperante” ( EG 54 ) .
Para Francisco, recogiendo una expresión suya ya célebre, sufrimos “una globalización de la indiferencia” en relación a los que
sufren, ya que “la cultura del bienestar nos anestesia”. Esto nos
impide darnos cuenta de que nuestra sociedad vive esclavizada por “la
idolatría del dinero”. “En el origen de la crisis financiera hay en el
fondo, una grave crisis antropológica , la negación de la primacía del
ser humano”, que ha permitido “el fetichismo del dinero” y la “dictadura
de una economía sin rostro, que reduce al ser humano a una sola de sus
necesidades: el consumo” ( EG 55 ). Este es un desequilibrio que procede
“de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especulación financiera y niegan el derecho de control de los Estados,
encargados de velar por el bien común”. Se trata de una “tiranía
invisible que impone de forma unilateral sus leyes y sus reglas” y que
“tiende a fagocitar todo en orden a acrecentar las ganancias”,
incluyendo el medio ambiente ( EG 56).
Para Francisco, en último término lo que hay detrás de estos errores
es una actitud de rechazo a la ética y el rechazo a Dios. Por ello,
vuelve a reclamar lo que la Iglesia no se cansa de pedir, que la
economía y las finanzas retornen a una ética en favor del ser humano (EG 57 ).
Y, por ello, el obispo de Roma insiste en que “ya no podemos confiar
en las fuerzas ciegas y la mano invisible del mercado. El crecimiento en
equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone;
requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente
orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de
fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el
mero asistencialismo” ( EG 204) .
En este sentido, Francisco mantiene una continuidad plena con las
afirmaciones de Benedicto XVI, que reclamó, de manera especial en la
encíclica Caritas in Veritate, la necesidad de construir un nuevo modelo
solidario y sostenible de desarrollo y de economía, estructurado
teniendo a Dios como referencia última y orientado verdaderamente al
bien común, donde tengan cabida los principios de gratuidad y la lógica
del don, y donde haya una estructuración ética de los mercados
monetarios, financieros y comerciales, adecuadamente controlados para
evitar perjuicios a los más pobres.
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