Enviado a la página web de Redes Cristianas
Un joven pez, después de nadar hasta la extenuación, preguntó a un pez anciano: “¿Dónde está el océano? No hago más que oír hablar de él, pero no sé dónde está”.
El anciano respondió: “Está aquí, es lo que nos rodea y en donde vivimos”.
“Si es así, ¿por qué no puedo verlo?”
“Porque está en todas partes”, le respondió. “Te rodea. Está en ti y
fuera de ti. Nacimos en el mar y moriremos en él. Tú eres la vida del
océano. Cuando nadas, revelas su presencia. Es porque está tan cerca de
ti por lo que te cuesta caer en la cuenta. Pero no te preocupes, está
aquí”.
Recordé este cuento ante la reflexión de un maestro espiritual que sostiene que todas las
religiones de la tierra han servido a los pobres durante miles de años;
pero la pobreza sigue aumentando. “¿Qué clase de servicio es ése?”
La pobreza tendría que haber desaparecido pero las religiones la
alimentan. El verdadero servicio sería decir a los pobres “Estáis siendo
explotados y tenéis que rebelaros contra los intereses establecidos”.
Los poderosos donan dinero para que se predique la sumisión y la
esperanza en otra vida, mientras ellos continúan explotando a los
pobres.
La pobreza la causa el sistema económico, disfrazado de la hermosa
palabra “servicio”, que oculta una estructura social explotadora. Si
quisiéramos acabar con la pobreza, combatiríamos sus raíces. Sólo
tratamos los síntomas. ¿Cómo vamos a ayudar a los pobres sólo dándoles
comida en lugar de trabajo digno? Así los mantendremos en la
subsistencia para seguir explotándolos.
Mi corazón se sintió desolado cuando leí y escuché en los medios a
empresarios, padres de familia, religiosos, periodistas y a políticos
“celebrar” que se recaudara más comida para los pobres que el año pasado
y “así se podrán mantener comedores sociales”.
Pero no es esto, no es eso…
Lo que se debe en justicia no hay que darlo como limosna. Primero está la justicia social, la caridad va en el modo y en la delicadeza del trato.
Cierto que hay que
dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo,
cuidar al enfermo, enseñar al que no sabe, consolar al triste, visitar a
los presos. Pero, al mismo tiempo, tenemos que preguntar por qué hay
personas que pasan hambre, sed, sufren en su dependencia, no tienen
atención médica, pasan frío, les cortan la luz, los desahucian y los
echan a la calle. Es blasfemo sostener que los pobres son
bienaventurados, porque o Dios está con los pobres contra la pobreza o
se trata de una quimera.
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