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martes, 22 de enero de 2013

“Salve Jorge”: ¿de Palestina o de Capadocia? Leonardo Boff, teólogo

En Brasil y en otras partes del mundo hay millones de personas que ven novelas en la televisión. Una, actualmente, “Salve Jorge”, se desarrolla en Capadocia, Turquía, donde habría vivido san Jorge.
Entre los estudiosos existe un debate ya antiguo sobre el lugar de su nacimiento. Ha sido ampliamente discutido por Malga di Paulo, investigadora de la vida del santo, que fue quien proporcionó los datos para la actual novela. Próximamente va a ser publicado un libro suyo. Para Malga, que conoce a fondo la Capadocia, todos los indicios llevan a aquel lugar como la patria natal de este famoso mártir. Otros lo sitúan en Lod, Palestina, hoy Israel, donde se construyó un santuario en su honor.
Es muy poco lo que podemos decir de forma segura sobre el tema. La escuela de historiadores críticos de la vida de los santos y de los mártires, surgida a partir del siglo XVII, los Bolandistas, y su obra el Acta Sanctorum deja abierta la cuestión. Otro grupo, creado en torno a A. Buttler, basándose en los Bolandistas, y accesible en portugués a través de los 12 volúmenes de La Vida de los Santos (Vozes 1984) asevera: «Hay toda una serie de motivos para creer que san Jorge fue un mártir real y verdadero que sufrió la muerte en Lida (Palestina) probablemente en la época anterior a Constantino (306-337). Fuera de esto, parece que nada más se puede afirmar con seguridad» (vol. IV, p. 188).
Me inclino por afirmar que Palestina y no Capadocia es su lugar de nacimiento. La razón se apoya en el hecho de que habría habido una confusión de nombres. En efecto, había en Capadocia un obispo llamado Jorge de Capadocia, hecho históricamente bien confirmado. Entró en la historia de la teología por las polémicas acerca de la naturaleza de Cristo: ¿sería sólo semejante a la de Dios (arrianos) o sería la misma (anti-arrianos)? Tal discusión dividió a la Iglesia. El emperador Constancio II (uno de sus títulos era el de Papa) quería asegurar la unidad del imperio mediante una confesión única, en este caso, la arriana. Ocupó militarmente Alejandría, foco de la resistencia anti-arriana, e impuso a Jorge de Capadocia como obispo arriano (357-361), asesinado más tarde.
Mi hipótesis es que los primeros compiladores de la vida de san Jorge, ya en el siglo V y después en el siglo XII, confundieron a san Jorge con ese conocido Jorge de Capadocia y así lo hicieron nacer allí. Una hipótesis.
Dejando a un lado la discusión, es importante recordar su figura más conocida: un guerrero montado sobre un caballo blanco, vestido con coraza, con una cruz roja sobre fondo blanco, enfrentándose con su lanza puntiaguda a un terrible dragón.
Como su padre era militar siguió esa carrera. Fue tan brillante que el emperador Diocleciano lo incorporó a su guardia personal con el alto cargo de Tribuno. Cuando este imperador obligó, bajo pena de muerte, a todos los cristianos a renunciar a la fe cristiana y adorar a los dioses romanos, Jorge se negó y salió en defensa de sus hermanos en la fe. Preso y torturado, dice la leyenda que salió milagrosamente ileso de la caldera de plomo y de varios envenenamientos. Pero acabó siendo decapitado.
Al principio, en Occidente era venerado como un simple mártir, con su típica palma. Con el tiempo, y especialmente debido a las cruzadas, pasó a ser representado como guerrero, con sus instrumentos propios, y asociado especialmente al enfrentamiento con el dragón, símbolo del mal y del demonio.
La leyenda más conocida en Occidente es la siguiente:
En cierta ocasión, Jorge, como militar, pasó por Libia en el norte de África. En la pequeña ciudad de Silca el pueblo vivía aterrorizado. En un lago vecino reinaba un terrible dragón. Su soplo era tan mortífero que nadie podía aproximarse a él para matarlo. Cobraba dos carneros al día. Terminados estos, exigía víctimas humanas, escogidas por sorteo. Un día la suerte cayó sobre la hija del rey. Vestida de novia fue al encuentro de la muerte. Y he aquí que entonces aparece san Jorge con su caballo blanco y con su larga lanza. Hiere al dragón y lo domina. Le amarra la boca con el cinto de la princesa y ésta lo conduce manso como un cordero hasta el centro de la ciudad. Y todos, agradecidos, se convirtieron a la fe cristiana.
Es patrono de Inglaterra desde 1222 pero oficialmente sólo desde 1347 con Eduardo III, y se celebra con fiesta solemne (the St.George’s Day), y también lo es de Rusia, de Portugal, de Bulgaria, de Grecia, de Cataluña y de muchísimas ciudades.
Cuando el Vaticano en 1969 hizo una revisión de la lista de los santos y retiró de ella al popular San Jorge, por motivos no totalmente claros, se organizó una gran polémica. Hubo un clamor general, especialmente por parte de Inglaterra, de Cataluña y también del equipo de futbol Corinthians. El cardenal don Paulo Evaristo Arns, corinthiano fervoroso, intercedió ante el Papa Pablo VI en 1969 para que mantuviese la veneración a san Jorge, al menos como celebración optativa. A lo que el Papa respondió: “No podemos perjudicar a Inglaterra ni a la nación corinthiana; sigan con la devoción”. En el año 2000 Juan Pablo II, con sentido pastoral, restableció la fiesta. San Jorge está presente en las tradiciones afro: Ogum para la Umbanda y Oxossi para el candomblé-nagô. En Río de Janeiro el 23 de abril, que es su fiesta, es día feriado municipal, pues es el patrono oficioso de la ciudad.
En el próximo artículo intentaremos descifrar el arquetipo de base que subyace al guerrero san Jorge y al dragón. Hasta entonces, hacemos nuestra la oración popular:
«Andaré vestido y armado con las armas de san Jorge para que mis enemigos, teniendo pies no me alcancen, teniendo manos no me peguen y teniendo ojos no me vean… que mis enemigos queden humildes y sumisos a Vos. Amén

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