“En aquel tiempo”… Tu tiempo, empezaron las críticas cuando Tu mensaje y Tu acción resultaban duros a los oídos de quienes esperaban algo tan concreto como que fueras el líder que liberara al pueblo del dominio del invasor; y que siguiera proveyendo el alimento que quita el hambre del cuerpo y les recordaría al maná de aquel tiempo de penuria en la larga travesía del desierto hacia la tierra prometida.
¿Por qué les resultaba duro Tu modo de hablar? Empezaban a ver que Tus palabras hablaban de compromiso, de discernimiento, de la posibilidad de que habría problemas, de implicación en Tu vida y cambios en las suyas.
Abrirse a la escucha del Espíritu, abrirse a Tu palabra, es abrirse al “no-control”, exponerse a la intemperie. Eso puede producir un movimiento de huida y paso atrás: “muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”. Te volviste a los Doce. Los que habías elegido, los que Te acompañaban y escuchaban cada palabra que salía de tu boca dirigida a ellos, a las multitudes, a los que te vigilaban desde el poder político y religioso porque causabas molestia: “¿También vosotros queréis marcharos?”.
Seguramente hubo un silencio de estómagos apretados, al sentir que algunas de sus dudas e inquietudes eran las mismas de los que ya habían dado un paso atrás, es muy muy humano.
Simón Pedro dio un paso adelante y te dijo: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. ¡Ay, ay, ay… Pedro, expresivo y pasional! Efectivamente a quién ibais a acudir.
Te tomo la palabra, Simón, hoy, año 2024, y Le hago la misma pregunta: “¿Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Cuando el hartazgo de lo que se respira (discursos violentos, mentiras, frivolidad y manipulación en los medios, etc.) noto que me va afectando demasiado, doy un paso adelante: acudo al Evangelio y allí Te encuentro. Una suerte.
También me uno con otros en comunidad para compartir Palabra y Mesa. Busco a los más sencillos y necesitados que, sin discursos, me acercan a la esencia de lo que nos dejaron escrito los que vivieron a Tu vera, aún despistados y llenos de interrogaciones, como todos los que intentamos seguirte.
Cuando Tu hablar me resulta duro respiro hondo, intentando no dar echar marcha atrás; guardando cada palabra en el corazón, porque esta historia no es de entender sino de amar, y Tú empezaste primero.
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