La película El Último Duelo (2021) dirigida por Ridley Scott, ambientada en la Francia de 1386, narra un caso de justicia y honor en una época donde el destino de las personas dependía tanto de la espada como de las leyes divinas y humanas. La historia del caballero Jean de Carrouges, su esposa Marguerite, y el escudero Jacques LeGris nos ofrece una rica oportunidad para reflexionar sobre cuestiones éticas que han perdurado a lo largo de los siglos: el papel de la conciencia, la interpretación de las normas morales, y la tensión entre la ley natural y las circunstancias personales.
La conciencia y el contexto: ¿condicionamiento o libertad?
En el centro de la trama está la decisión de Marguerite de denunciar la violación cometida por LeGris, un acto de valentía que la pone en peligro mortal en una sociedad que subordina la verdad a las costumbres y leyes de la época. Marguerite enfrenta un dilema ético: mantener su silencio para proteger su vida y la de su hijo, o revelar la verdad, sabiendo que hacerlo podría llevarla a una muerte segura si el duelo se resuelve en su contra.
Este conflicto pone de relieve la relación entre la conciencia individual y el contexto en el que se toman decisiones morales. La conciencia, en teoría, debería ser un faro de verdad y rectitud, guiando a la persona hacia el bien. Sin embargo, como muestra la situación de Marguerite, el contexto puede ejercer una presión tremenda, condicionando las decisiones. Aquí surge la pregunta: ¿Debe la conciencia someterse al contexto, o hay un deber moral que trasciende las circunstancias inmediatas?
En el pensamiento cristiano, la conciencia se considera la "voz de Dios" en el alma, pero también se reconoce que esta puede estar oscurecida o distorsionada por el entorno y la cultura. La tensión entre actuar según la conciencia o según las normas sociales o legales refleja un desafío ético que continúa siendo relevante: cómo discernir lo correcto cuando las circunstancias presionan para que elijamos lo que parece más conveniente o seguro.
La ley natural y la protección de la persona y la familia
La historia también pone en juego el concepto de ley natural, especialmente en relación con el sexto mandamiento: "No cometerás adulterio". Este mandamiento, más que una prohibición restrictiva, tiene como objetivo la protección de la familia, la unidad fundamental de la sociedad. La entrega generosa, la castidad y la continencia dentro del matrimonio son virtudes que se ordenan al bien de la familia y, por extensión, de la comunidad. Estas virtudes no son simplemente obligaciones morales abstractas; están diseñadas para fomentar un entorno en el que las personas puedan florecer, tanto emocional como espiritualmente.
Sin embargo, la interpretación de estos preceptos ha variado a lo largo del tiempo. En la Edad Media, la sexualidad a menudo fue vista bajo una luz negativa, en parte debido a influencias maniqueas que consideraban el cuerpo y sus deseos como algo inherentemente corrupto. Con el tiempo, especialmente bajo la influencia de una comprensión más integral del ser humano, la moral cristiana ha comenzado a corregir esta visión, reconociendo el valor positivo de la sexualidad cuando está orientada hacia el amor y la vida familiar.
En la película, la cuestión del adulterio se plantea indirectamente a través de la acusación de violación. Si Marguerite hubiera permanecido en silencio, habría protegido su vida, pero habría traicionado la verdad y su dignidad como persona. En este caso, el bien de la familia no solo está en la protección de la vida física, sino en la defensa de la verdad y la justicia, que son la base de cualquier relación auténtica.
El consecuencialismo y los absolutos morales: buscando un equilibrio
La ética cristiana ha debatido durante siglos cómo manejar situaciones en las que los mandamientos morales parecen entrar en conflicto con el bien concreto de las personas. El consecuencialismo, que sugiere que las acciones deben juzgarse en función de sus resultados, fue rechazado por la doctrina oficial de la Iglesia, especialmente en documentos como Veritatis Splendor de Juan Pablo II, que reafirma la existencia de absolutos morales que no pueden ser transgredidos bajo ninguna circunstancia.
Sin embargo, el dilema presentado en El Último Duelo sugiere que hay espacio para una interpretación más matizada que reconozca la importancia de la conciencia y las circunstancias concretas. No se trata de relativizar los mandamientos, sino de entenderlos dentro del contexto de la protección de los bienes fundamentales: la persona y la familia.
En este sentido, la conciencia individual no debe actuar en contradicción con la ley moral, pero también debe tener en cuenta las realidades concretas de cada situación. La defensa de la verdad y la justicia, como se muestra en la decisión de Marguerite, puede exigir sacrificios, pero también refleja un compromiso con los valores fundamentales que sostienen a la persona y a la familia, más allá de las circunstancias.
Argumentos a favor y contra de guardar silencio
¿Tú piensas que ella podía haberse callado para proteger su vida, aunque en su conciencia arrastrara toda la vida esta carga? Esta pregunta toca un dilema moral profundo que enfrenta a la verdad con la autoprotección y plantea cuestiones sobre la integridad personal y el valor de la vida. Desde un punto de vista ético, se podría argumentar tanto a favor como en contra de la decisión de Marguerite de hablar.
Argumentos a favor de guardar silencio
Protección de la vida: Desde una perspectiva de autopreservación, Marguerite podría haber optado por el silencio para proteger su vida y la de su hijo. En un contexto tan peligroso como el que enfrentaba, este podría parecer un acto razonable y justificado, dado que la denuncia podría llevar a su ejecución en caso de perder el duelo.
Responsabilidad maternal: Como madre, Marguerite tenía la responsabilidad de cuidar de su hijo. Silenciarse para asegurar su supervivencia podría verse como una acción orientada a garantizar que su hijo no quedara huérfano o sin protección.
Realismo pragmático: En una sociedad donde la voz de una mujer era generalmente desvalorizada y donde la justicia se definía a través de un duelo a muerte, optar por el silencio podría haber sido un acto de realismo pragmático, reconociendo las limitaciones del sistema en el que vivía.
Argumentos a favor de hablar
Valor de la verdad: La verdad tiene un valor intrínseco, y al denunciar la violación, Marguerite afirmó su dignidad y se negó a vivir bajo la sombra de una mentira. Hablar no solo fue un acto de justicia personal, sino también un desafío a una estructura social que oprimía a las mujeres.
Integridad personal: La conciencia de Marguerite, al revelarse a sí misma y a la comunidad, fue una manifestación de su integridad. Cargar con la culpa y la vergüenza del silencio podría haber tenido un impacto devastador en su sentido de sí misma y en su relación con los demás.
Responsabilidad social: Su acto de denuncia también podría verse como una responsabilidad hacia otras mujeres y hacia la sociedad en general. Al hablar, Marguerite desafiaba un sistema injusto, plantando la semilla para el cambio, aunque fuera a un costo personal elevado.
Reflexión personal
Si bien es comprensible que alguien en su situación pudiera optar por el silencio para proteger su vida y la de su hijo, también es admirable y éticamente valioso que Marguerite eligiera hablar, a pesar de los riesgos. La decisión de no callar puede verse como un acto de heroísmo moral, afirmando el valor de la verdad y la justicia por encima de la seguridad personal.
En última instancia, el dilema de Marguerite refleja la tensión entre dos valores fundamentales: la verdad y la vida. Cada persona podría interpretar y resolver este dilema de manera diferente, dependiendo de su conciencia, valores y circunstancias. Sin embargo, su decisión de hablar, aunque arriesgada, es un poderoso testimonio del valor de la verdad y la justicia, incluso cuando las consecuencias personales pueden ser devastadoras
Conclusión
La historia de El Último Duelo nos invita a reflexionar sobre la compleja interacción entre la conciencia, la ley natural y las circunstancias concretas de la vida. En un mundo donde las normas éticas a menudo parecen en conflicto con las realidades personales, es crucial recordar que el propósito de la ley moral es proteger y promover el bien integral de la persona y la comunidad. La conciencia, bien formada, actúa como guía en este proceso, ayudándonos a discernir cómo aplicar los principios morales en situaciones concretas, siempre con un profundo respeto por la dignidad de la persona y el bien de la familia.
Llucià Pou Sabaté
Religión Digital
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