La hubiera querido abrazar con toda la pureza que mi ser hubiera sido capaz de reunir en el instante, pero, cobarde de mí, no hice nada, me limité a despedirme poniendo un énfasis especial de cordialidad…
Cuando estaba poniendo mis productos sobre el rodillo de la caja del “súper”, surgió el caos. La mujer encargada, seguramente recién estrenada en el puesto, se hizo un lío con los botones. “¡Abrimos la caja 3!” y al instante “¡Cerramos la casa 3!”, cantaban los altavoces. La confusión entre los clientes estaba servida y su rostro iba poco a poco cobrando el color de los tomates míos que estaban pasando por el “scanner”. No debía darle al botón adecuado y en medio del supermercado se difundían una y otra vez avisos contradictorios.
No sé nada de ella. A lo sumo por sus facciones podía intuir que había emigrado desde América del Sur y que venía de realizar un curso acelerado para poder conquistar la caja de esa conocida cadena de supermercados. A la hora de la verdad, en el momento de colocarse sin tutela en el puesto, su gobierno no resultaba tan fácil.
Mientras que mantuve a su vera, me hubiera gustado decirle que todos nos equivocamos, que yo estaba con ella en esos momentos de apuro, que no pasaba nada porque "la caja 3" se abriera y cerrara al mismo tiempo. Me hubiera gustado decirle que hay que tomarse esas situaciones con humor, que yo estaba con ella, con el recuerdo de los mares atravesados, con su nostalgia, con su pena por la gente dejada atrás. Me hubiera gustado decirle que todos somos uno, sobre todo cuando metemos la pata, que estamos para ayudarnos, para compartir aprietos, para sonreír juntos a los contratiempos…
Había más gente en la cola, pero seguramente si no la hubiera habido tampoco yo hubiera dicho nada. Me hubiera gustado decirle que estamos profundamente agradecidos porque han desembarcado en nuestro país, porque en él están entregado lo mejor de sus años, porque ayudan a que tantos servicios funcionen debidamente…
Ahora es fácil derrochar verbo, pero en el momento oportuno, necesario callé. Vivimos en un mundo hipercomunicado, pero en el que nos negamos a compartir lo sustantivo. Me marché hacia el coche con mi carro colmado de comida hasta el hartazgo, pero mi alma vacía, hambrienta del aprecio, de la solidaridad y afecto en estado puro a los que, por encima de todo, nos debemos los humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario