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miércoles, 3 de enero de 2024

HABLAR DE DIOS HOY, ¿PARA QUÉ Y CÓMO?


col koldo

 

¿Dios, no es un tema en decadencia? ¿No es una palabra que para muchas personas suena ambigua y cada uno la entiende a su modo? ¿Incluso no ha conducido en épocas y lugares determinados a fanatismos y fundamentalismos? ¿No ha legitimado conquistas y expolios? ¿Acaso no es un término ya indiferente para bastantes que no preocupa, ni ocupa tiempo y palabras en las sociedades secularizadas?

Cuando los temas más acuciantes como la guerra que asola a tantos países, las flagrantes e injustas desigualdades de un sistema capitalista que mata, cuando la tierra gime y grita desde el acoso al que está sometida por la avaricia consumista de los países ricos contaminantes, cuando el COP 28 termina con débiles acuerdos ante la emergencia climática, cuando más de los dos tercios de la humanidad sufren las consecuencias de una desigualdad creciente y la pobreza se agudiza… hablar de Dios resulta al menos superfluo para muchos, cuando no se interpreta como una evasión alienado. de la Asamblea siodal’

Un propuesta radical

En estos contextos no deja de ser, por tanto, sorprendente y comprometido buscar a Dios cuando lo que está perdido es el hombre. José Arregi ha querido correr ese riesgo con su libro, recientemente publicado, que ofrece una reflexión donde plantea abordar el tema de Dios en sus raíces y ofrecer o proponer otra manera alternativa de buscar a Dios. Y ¿para qué? ¿Para centrarse en disquisiciones teóricas? ¿Para hacernos olvidar la cruel situación de nuestro mundo? ¿Para desviar la atención hacia un más allá o reproducir espiritualismos alienantes? ¿Para recuperar terreno perdido?

Ciertamente, no. Este libro de teología radical ha sido escrito y publicado en los inicios de una nueva época a la que se asoma la humanidad y que le plantea el gran reto ante el antropoceno, generado por el ‘homo sapiens’, de descubrir un nuevo periodo holístico y transformador. 

No es un libro nuevo. Se ha ido gestando en una larga reflexión del autor que desde su inspiración franciscana intuye, reflexiona con coherencia y lógica el tema Dios que, en última instancia, es el problema de la humanidad y Misterio del universo. No es el único teólogo que piensa así o que indaga en este campo de esta manera. Otras teólogas y teólogos que cita a lo largo de sus páginas lo han hecho y le han inspirado. Desde ellas y ellos, pero sobre todo desde su vida coherente y pensamiento consecuente nos propone José Arregi este “exigente y liberador tránsito de Dios”. Tránsito de los dioses de múltiples religiones al Misterio insondable, al Aliento inspirador al Dios en quien “vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17,28).Pero no para perderse en elucubraciones metafísicas, sino para transformar este mundo. 

Desde su nacimiento en el Vº milenio a.C. en Sumeria, los dioses han condicionado la historia de la humanidad y en su nombre se han legitimado poderes, conquistas, expolios y guerras. Cada reino o imperio ponía a sus dioses de su lado. Y así ha sido hasta la modernidad en occidente. También en el nombre del Dios de la cristiandad se han legitimado conquistas, imposiciones del poder, condenas para aquellas personas que creían en un Dios de amor y justicia y actuaban en consecuencia defendiendo a los pobres y sus causas.

Todavía hoy se mantiene esa ideología religiosa, pero ya para mucha gente ha perdido su relevancia dominadora. Los procesos culturales y secularizadores, la pluralidad religiosa, la libertad de creencias o no creencias, ateísmos y agnosticismos la han suprimido para muchos

Una ‘transición teológica’ y subversiva

Consecuente con esa constatación, propone J. Arregi lo que denomina una “transición teológica” que pase del ‘dios’ teísta en sus múltiples denominaciones, a un Dios que se descubre en lo más hondo de la humanidad y del universo como Misterio insondable, Aliento y Energía que inspira y envuelve todo lo que es, toda vida. Del Dios de lo alto pasamos al Dios íntimo y profundo en lo más hondo de nuestra existencia y del universo. Cambiamos la idea dualista de ‘dios’ por un Dios que nos transforma y transforma el mundo contra toda dominación, desigualdad y sometimiento, para ser siempre liberador y, contra todo odio e injusticia, Amor.

Por eso veo el libro de Arregi como un libro subversivo, porque nada subvierte más en el mundo de hoy que creer en un Dios-Misterio que mueve nuestro corazón y acción en la libertad y en la solidaridad. Nos llama, por tanto, a superar-subvertir el antropoceno para comprender el universo en honda relación holística donde todo tiende al encuentro, a la comunicación, al Amor; donde la humanidad adquiere su sentido definitivo; no en el ilimitado crecimiento necrófilo tecnocrático de los poderosos, sino partiendo de los más humildes y pobres.

Estos “apuntes para una transición teológica”, según el subtítulo del libro, no están centrados en formulaciones dogmáticas; tampoco las niega, por supuesto, sino que las reinterpreta. No está encerrado en una religión que le impide ser libre, sino que se guía por un pensamiento creativo más allá de controles eclesiásticos conservadores. En última instancia tal fue la actitud espiritual y libre de Jesús de Nazaret ante la teología y la religión de su tiempo.

Nos mostró un Dios con un lenguaje acomodado a las categorías de su tiempo. Quiso superar religiones, ritos, mandatos y normas para encontrar el Misterio profundo que movía y motivaba su vida, mostrar al Padre acogedor, al Amor definitivo. A causa de ese anuncio subversivo que nos hace pasar del dominador ‘dios’ de las religiones al Dios profundamente íntimo, humano, liberador (Lc 4,18) fue condenado y ejecutado. Pero con su muerte no murió el Espíritu que le resucitó. Continuó impulsando el descubrimiento de Dios que le había enviado a liberar los pobres y cautivos, a anunciar y realizar su Reino de justicia, de verdad y de Amor, de felicidad según las bienaventuranzas (Mt 5, 3-12).

La transición a la que el libro de Arregi, dentro de esta línea no teísta, nos invita se realiza a mi modo de ver en tres líneas: teológica, teologal y espiritual.

En primer lugar como libro de teología su tema es Dios. Es el quehacer de la teología desarrollada en innumerables reflexiones donde ha predominado el enfoque teísta que presentaba a Dios como trascendente, todopoderoso, eterno, principio y fin de todas las cosas; también, por supuesto, personal en su relación trinitaria y personal con la humanidad. Esta teología clásica ha evolucionado, sin duda, manteniendo el enfoque básico expresado en los dogmas de la Iglesia dentro de un planteamiento teísta. Sin negarlos, como insiste Arregi, su reflexión propone un Dios, más allá del teísmo, como Realidad fontal, suprapersonal, superando toda dualidad, en relación de comunión, “sin ‘otro’ frente a sí”. La comprensión de esa Realidad se inspira en tradiciones sapienciales profundas de místicas y místicos teístas o no teístas, que se transparenta en el Universo y en lo más íntimo de la persona, como decía Teilhard de Chardin, y que, sobre todo, comunicó Jesús de Nazaret como Hondura de la realidad y que él llamó Padre. 

Pero no es solo un libro teológico, es también teologal; es decir nos propone otra manera entender y vivir las actitudes que nos relacionan con Dios, con su Realidad, con el universo, con otras personas. Son lo que se ha llamado clásicamente virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. 

¿Cómo creer en Dios, cómo buscarle y encontrarle y dónde? No como una afirmación de verdades y profesión de creencias inmutables que nos resultan lejanas, sino como Misterio comunicado, abierto, sin límites, en quien “creer es crear”. No se encuentra en los mercados donde lo buscaba con su farol el ‘loco’ de la metáfora de F. Nietzsche comprobando que a ese dios lo habíamos matado, sino en los más pobres y abandonados, en las personas que huyen de las ruinas de Gaza destrozada por el odio, en las familias de los hogares destruidos de Ucrania, en los niños y niñas sin alimento, en quienes sufren las injusticias y buscan la liberación, luchan por un mundo humanizado…

El libro de Arregi se presenta como una reflexión teologal de esperanza que nos impulsa a transformar tanta injusticia causadas por el antropoceno para hacernos personas relacionadas solidarias en las que nace esa esperanza porque compartimos lo que somos y tenemos.

Por tanto solo cabe el amor como motivación definitiva y energía transformadora que es relación con todo lo existente, cuidado respetuoso de la naturaleza, compasión con quienes sufren, compromiso liberador con los oprimidos, mesa compartida para toda la humanidad. 

“Dios más allá del teísmo” es, en consecuencia un libro de profunda “espiritualidad de la vida, mas allá de la religión”, de los ritos, normas, mandamientos y obligaciones que podrán servir todavía, pero en la medida en que nos hace descubrir el Espíritu y Aliento de vida de todo lo que es y el sentido último de la vida, como insiste Arregi. Solo por esta vía espiritual, con mediaciones religiosas o sin ellas, podemos acceder al Dios que es el Fondo definitivo de todo lo que existe, en radical libertad, en permanente creatividad, en total amor.

Todo conectado en el Misterio

 Ese Misterio insondable, ese Aliento inspirador, esa Energía que todo lo anima, ese Espíritu que todo lo vivifica, que late en el corazón de una niña recién nacida, en la fragancia de una flor, en el aleteo de un pájaro, en la inmensidad del universo, en los pobres, sencillos y humildes inspira las auténticas espiritualidades donde le encontramos y experimentamos creando relaciones en un mundo holístico donde todo está conectado. También, sin duda, se ha ido expresando en las plurales religiones del mundo; aunque con frecuencia manipuladas por intereses políticos y económicos de dominación, han sido para muchos lugar de encuentro con Dios y aspiración limitada hacia su Manantial infinito. 

Jesús, ”metáfora de la encarnación universal”, como lo presenta Arregi y que como creyentes celebramos en Navidad, expresión de la luz que ilumina toda la creación, fue también hombre religioso de su tiempo; pero no fundó ninguna religión; la trasformó para que fuera camino hacia Dios, como otras religiones en su pluralidad dialogante. Tampoco, por tanto, fundó el cristianismo que surgió como consecuencia de su movimiento espiritual liberador y está sometido a lo avatares de la historia con sus limitaciones y errores; también, por supuesto, con sus logros evangelizadores y que hoy en sus formas históricas transitorias se encuentra, como indica Arregi, en “crisis terminal”.

También el modelo actual de Iglesia, con sus estructuras temporales y contextuales, que nació como comunidad y se hizo poderosa institución clerical, hoy está necesitada de profunda reforma en su lenguaje, en sus ritos, en su organización. Así lo reconoce esta misma Iglesia que, movilizada por el papa Francisco, está iniciando un proceso de sinodalidad de todo el Pueblo de Dios. Para ello es imprescindible, como indica Arregi, pasar de “dios a Dios”, superando ideas anquilosadas y restrictivas para abrirnos a un Dios-Aliento místico que late en toda vida en libertad, inspira toda oración, mueve a la acción por la justicia y al compromiso transformador en una relación fraternal y holística con todo lo existente.

Será la única forma de responder de manera testimonial no solo a un cambio de estructuras, de relación y de lenguaje eclesiásticos, sino a las aspiraciones anhelos de mujeres y hombres que confían y esperan en Dios; que alienta un caminar unidos, sinodalmente. Entonces movidos por el Espíritu, que envió a Jesús a anunciar la Buena Noticia a los pobres y la libertad a los oprimidos (Lc 4,18), experimentamos el calor de la Llama acogedora, nos dejamos guiar por la Luz que brilla en el interior del ser humano e ilumina nuestro caminar en el Misterio.

 

Félix Placer Ugarte, teólogo

Religión digital

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