fe adulta
Mt 20, 1-16
«Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros que hemos aguantado el peso del día y el bochorno»
La práctica recogida en el texto de hoy era habitual en nuestros pueblos hasta hace muy poco tiempo, y sin duda algo cotidiano en la Palestina de tiempos de Jesús. El hacendado, o su capataz, salía muy temprano a la plaza del pueblo a contratar a los peones que iba a necesitar esa jornada, y el que era elegido se ganaba el sustento, y el que no, se quedaba sin jornal y debía ayunar ese día. El inicio de la parábola relata por tanto un hecho de todos conocido, pero al final (como era su costumbre) Jesús introduce la paradoja, y en la paradoja encontramos el mensaje: los obreros que solo han trabajado una hora reciben el mismo salario que quienes habían estado todo un día soportando el duro trabajo.
Según nuestra mentalidad, los obreros de la primera hora que protestan tienen toda la razón, porque se ha cometido con ellos una injusticia (o como diríamos nosotros, un “agravio comparativo”). No hay derecho a que trabajando diez veces más que los otros, al final reciban lo mismo… Pero según la mentalidad que emana del evangelio, gracias a la “injusticia” del amo, aquellos braceros de última hora podrán dar de cenar a su familia ese día. Todo es cuestión de enfoque; nosotros estamos anclados en el mundo de la justicia, y el evangelio nos propone dar el salto definitivo al mundo del amor. «Tú piensas como los hombres, no como Dios», le dice Jesús a Pedro cuando se siente tentado por él.
Pensar como Dios, pensar desde el amor en lugar de pensar desde la mera justicia. Para Jesús debió ser muy importante recalcar esta forma tan distinta de ver las cosas, porque repite el mensaje en muchas ocasiones a lo largo del evangelio. En la parábola del hijo pródigo, la actitud del hijo mayor es perfectamente razonable, pero volvemos a estar frente a un problema de enfoque. El hijo sólo ve que su hermano «ha devorado la hacienda con rameras», mientras que su padre va mucho más adentro: «Este hermano tuyo estaba perdido y ha sido hallado». Ver el mundo desde la justicia o verlo desde el amor…
En el pasaje de la mujer adúltera, los escribas y fariseos tienen toda la razón. La ley de Moisés manda lapidar a las mujeres sorprendidas en adulterio, y ellos son los encargados de impartir justicia. Lo que no tienen es misericordia; viven en el mundo de la justicia y no son capaces de ir más allá. Jesús, en cambio, vive inmerso en el mundo del amor (piensa como Dios) y se juega la vida para salvar a la mujer: «Yo tampoco te condeno, vete y en adelante no peques más»
Podíamos seguir repasando episodios en los que se hace patente ese choque entre la mentalidad del mundo y la mentalidad de Jesús, pero preferimos finalizar con una frase de Karl Marx (en su etapa más joven y humanista) que creemos que encaja muy bien con esta parábola: «Que cada uno aporte según su capacidad, y reciba según su necesidad».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
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