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jueves, 21 de septiembre de 2023

JOAN ALSINA HURTOS, UN TESTIGO DE JESÚS EN CHILE


col jaime bustamante

 

El 19 de septiembre se cumplen 50 años de la ejecución del sacerdote español, Joan Alsina H, por efectivos militares; este hecho ocurrió en el contexto del Golpe de Estado, encabezado por Augusto Pinochet en Chile. De los militares responsables de su muerte, uno fue condenado por la Justicia y los otros dos estaban fallecidos, al momento de realizarse el juicio. Joan se presentó a su trabajo el 19 de septiembre de 1973, a pesar que sabía que lo buscaban para detenerlo. ¿Por qué lo hizo?  Este artículo pretende dar una respuesta.

1.- Nace en España 

Joan Alsina Hurtos nació el 28 de abril de 1942 en Castellón de Ampurias. Estudió en el seminario de Girona. Fue ordenado sacerdote el 30 de agosto de 1966.

2.- Misionero en Chile   

Tenía una profunda vocación misionera y el 30 de enero de 1967 llega a Santiago a vivir a una comunidad de sacerdotes catalanes, en la comuna de San Bernardo. 

Joan Alsina, trabaja en el Hospital San Juan de Dios. El ex Vicario de la Pastoral Obrera, Alfonso Baeza, que vivió con Joan, señala que su trabajo en el hospital formaba parte de su misión sacerdotal: “lo que lo llevó a tomar esa opción misionera era la evangelización encarnada en el mundo del trabajo. Fue una opción profundamente sacerdotal” [i](1).  

3.- 11 de septiembre de 1973: Golpe de Estado

El 11 de septiembre de 1973, se produce el Golpe Militar, encabezado por Augusto Pinochet. Joan se encontraba en el hospital y era Jefe de Personal. El Director autoriza a todo el personal para que se retire a sus hogares, antes que entrara en vigencia el Toque de Queda (15,00 horas). Joan decide permanecer en el Hospital: “Tengo que estar con los míos. Si me necesitan aquí estoy” (2)

Su permanencia en esos días no pasó inadvertida por los trabajadores del hospital: "La presencia de Joan durante esos 3 días nos alentó mucho, porque era el único Jefe de Departamento que se quedó. Y todos sabíamos que él era sacerdote. Pero ser sacerdote para él no significaba acogerse a una situación de privilegio, sino que lo miraba como un acto de servicio” (3).Los trabajadores que estuvieron con él, reconocen que Joan no sólo los acompañó, sino que también realizó diversos trabajos, ante la falta de personal.

El día 14 de septiembre se levanta el Toque de Queda por unas horas y un sacerdote lo va a buscar en moto y se dirige la parroquia de San Bernardo, a cargo de tres sacerdotes de Girona. Joan se queda en esta parroquia desde el día 14 hasta el 19 de septiembre, por la mañana. Celebra misas, entre ellas, una por un soldado muerto.

Del hospital, durante esos días, se llevan a varios trabajadores detenidos: fueron fusilados. El director lo llama por teléfono y le advierte que no se presente a trabajar: lo buscaban los militares. (4) 

El día 18, conversa con los sacerdotes de la parroquia su situación. Sabe que han ido al hospital para detenerlo; uno de ellos, le aconseja que se refugie en la embajada de España. 

Escucha los consejos, pero ha decidido mantenerse en su puesto de trabajo y en su labor pastoral. Esta decisión, la ratificó con una profunda convicción:“Hay momentos en la vida en que hay que jugarse el todo por el todo y si me necesitan allá estoy”(5)

Las detenciones masivas y arbitrarias, las listas de personas buscadas que aparecían en la prensa, los cuerpos que flotaban en el río Mapocho, las ejecuciones ordenadas por Consejos de Guerra, el ruido de balas cruzando la ciudad, le indicaban que a él también le había llegado su hora.

Es muy probable que el 18 de septiembre, en la noche, haya escrito su testamento espiritual, conocido como “Último Escrito”, encontrado entre sus pertenencias, días después de su muerte. El texto termina así: “Adiós. Él nos acompaña siempre dondequiera que vivamos. Joan Alsina” (6). 

4.- 19 de septiembre: La despedida

El 19 de septiembre se dirige con paso decidido al hospital. Al salir de su casa, todo indica que intuía lo que iba a sucederÉl lo presentía, él lo vivía y nos lo hizo vivir a todos nosotros, confidencia un amigo.

Primero pasa a entrevistarse con el Vicario Episcopal, que le aconseja que no vaya al hospital por el momento. La respuesta de Juan es clara: “Vuelvo a mi trabajo. Yo sé que mis compañeros de trabajo van a sufrir mucho y quiero ser solidario estando junto a ellos. Son momentos cruciales en que uno debe ser consecuente con sus convicciones. Pablo, reza por mi” (7)  

Después visita a unos militantes del MOAC. Ellos le insisten que no vaya al hospital. Uno le pide “poco menos que llorando, que no fuera al hospital”. Joan les comparte su decisión: “mi deber es estar en el hospital”. Le reiteran: “Juan, no vayas, te van a matar”. Les responde: “Cuídense Uds. que tienen hijos; yo voy al hospital pase lo que pase” (8).

Se despide y se dirige al hospital.

No se conocen todas las razones que impulsaron a Joan a no seguir los consejos de sus amigos y de sus superiores, como el Obispo Auxiliar de Santiago, Fernando Ariztía y el Vicario Episcopal, Pablo Laurin: que buscara protección en la embajada de España; que no se presentara en el hospital. Pero el Vicario de la Pastoral Obrera, que vivió con Joan, entrega una pista: señala que en conversaciones con Joan, previas al Golpe Militar, y en el hipotético caso de un enfrentamiento entre dos bandos, de un Chile profundamente dividido, Joan tenía muy claro que haría: “estar en su lugar de trabajo. (9)

5.- La Pascua de Joan

Llega al hospital. Después de almorzar, es detenido por los militares. Es torturado; uno de los golpes lo recibe en el estómago. Lo llevan al 5° piso. Una funcionaria lo ve y relata: “Iba custodiado por dos militares; venía afirmado por ellos y se llevaba la mano al estómago por el culatazo. El venía muy pálido. Subió apenas las escaleras…”. (10). En una camilla lo llevan al policlínico.

Cerca de las cuatro de la tarde es trasladado a un colegio, que funcionaba como centro de detención. El militar a cargo del recinto, solicita a un capellán de las FFAA que verifique si es sacerdote; conversan y Joan, además se confiesa. Posteriormente, el capellán le informa al militar que el prisionero es efectivamente un sacerdote.

Al anochecer, durante el Toque de Queda, es subido a un jeep militar. Lo llevan al Puente Bulnes del río Mapocho.

Es custodiado por Nelson Bañados, soldado de 18 años. Juan está esposado, pensativo, no habla durante el trayecto: ya le habían comunicado que lo iban a matar. Lo condenaron a muerte sin un proceso judicial, sin un abogado defensor, sin derecho a defensa, con falsas acusaciones.

Llegan al Puente Bulnes. El soldado que lo fusiló, Nelson Bañados, relata en los tribunales: “…  saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos. Pero Juan me dijo ‘por favor, no me pongas la venda, mátame de frente, porque quiero verte para darte el perdón’… fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón, movió los labios como si estuviera rezando y dijo ‘Padre, perdónalos’” (11).  

El soldado, nervioso, le dispara con la metralleta una ráfaga. El impacto fue tan fuerte que volteó su cuerpo y sólo tuvo que darle un suave empujón para que cayera a las sucias aguas del río Mapocho.

“Eran las diez de la noche y de este fusilamiento no me voy a olvidar nunca jamás, afirma el soldado ante el juez. 

Los militares afirmaron que Joan había muerto en un enfrentamiento con patrullas militares: que era un extremista, un francotirador. Desafortunadamente, esta versión fue creída, en un primer momento, por el Arzobispado de Santiago. Posteriormente, el Cardenal Raúl Silva H., envía una carta a los padres de Joan: “Esa información fue dada a la curia de Santiago por los militares que entregaron el cadáver de su hijo. Por averiguaciones hechas más tardes, por los sacerdotes gerundenses que hay aquí en Santiago, y que han hecho indagaciones bastantes serias, ha resultado que Juan fue fusilado después de un juicio sumario”. (12)     

6.- Como otro Cristo, Juan se entregó voluntariamente

El día 20 los sacerdotes de la parroquia de San Bernardo inician diligencias para encontrar a Joan. Acuden al Arzobispado, al Consulado de España y recorren centros de detención, como el Estadio Nacional; no lo encuentran.

El 27 de septiembrela Embajada de España les comunica que el cuerpo ha sido ubicado. Fue encontrado el 20 de septiembre en el río Mapocho, subido a un camión, y con otros cuerpos, fue llevado al Instituto Médico Legal.

Al día siguiente es sepultado en el Cementerio Parroquial de San Bernardo. El Vicario Episcopal señala en el funeral: “En la muerte de Juan hay algo muy profundo que vale la pena meditar: él fue al encuentro de la muerte (…) Como otro Cristo, Juan se entregó voluntariamente”. (13)

 

Jaime Bustamante Gómez

 

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1 Baeza, Alfonso. Reivindicación de un sacerdote calumniado. Juan Alsina,  pág. 174.

2.- Jordá, Miguel.  “El Martirio del Padre Juan Alsina”, pág. 9

3.- Cámara de Diputados de Chile. Intervención de Sergio Aguiló.

4.- González, Javier A.  et al, pág. 95

5.- Jordá, Miguel, Martirologio de la iglesia chilena

6.- Boero, Mario, Araucaria, pág  105ss

7.- Pujadas, Ignacio. “Joan Alsina, en el Corazón de Chile”. Página 304

8.- Pujadas, Ignacio, ob cit, pág. 305

9.- Baeza , Alfonso, ob. cit, pág. 174s

10.- Pujadas, Ignacio, ob cit, pág. 306

11.- Declaración Judicial

12.- Pujadas, Ignacio, ob cit, pág. 369 ,370

13.- Jordá, Miguel, Martirologio de la iglesia chilena, pág.  37

Bibliografía

Baeza, Alfonso. Reivindicación de un sacerdote calumniado. Juan Alsina. Revista Mensaje N° 399. Junio 1991

Boero, Mario. Memoria del martirio en Chile (Aproximación biográfica de Joan Alsina. Revista Araucaria de Chile. N°32. 1985

Cámara de Diputados  321 a. LEGISLATURA (EXTRAORDINARIA) Sesión 4a., martes 9 de octubre de 1990.

González, Javier A.  et al. Golpes a la Memoria. Ed. TEGE. Madrid. 2019 

Jordá S., Miguel.  El Martirio del Padre Juan Alsina. S/e

Jordá S., Miguel. “Martirologio de la iglesia chilena. Juan Alsina y sacerdotes víctimas del terrorismo de Estado. ”Editorial LOM, Chile. 2001

Pujadas, Ignacio.“Joan Alsina, en el Corazón de Chile”. Ediciones Sígueme, Salamanca 1978. 

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