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jueves, 21 de septiembre de 2023

INTERCREENCIALIDAD COMO PLURALIDAD EN RELACIÓN


col cifermann

 

Hoy no se puede ser religioso, sin ser interreligioso, intereclesial e intercultural y en diálogo con los no creyentes. En consecuencia, hay que acuñar otros conceptos que integren esta realidad, tanto en la ley de libertad religiosa y de cultos de los diversos países y regiones, como en el lenguaje ecuménico o de encuentro entre distintas creencias.

Todo es creencia, pues, ¿qué es realmente lo que decimos que es? Estamos de acuerdo en nombrar, creer e interpretar el mundo en general. La realidad se torna en la verificación de lo que creemos es verdad. No nacemos con creencias, sino que crecemos con creencias. Las creencias son todo aquello que tomamos como verdad en nuestra vida. Sentencias que escuchamos alguna vez y adoptamos como ciertas. Y como tal, no las cuestionamos, por lo que podrían acompañarnos hasta el último día de nuestra existencia y limitarnos o potenciarnos.

Cuando esa creencia no se va verificando en el tiempo, se torna como creencia verdadera y nos va dando una dirección en la vida. Todo eso se convierte en tradición, que en el fondo son un grupo de verdades que no han sido verificables en el tiempo. Luego lo tradicional queda instalado como creencia que se va transmitiendo a las próximas generaciones que la reciben como verdad. Por ello, podemos afirmar con Robert Bolt que “una creencia no es simplemente una idea que la mente posee, sino una idea que posee a la mente”.

Cuando el mundo político no gobierna CON las creencias de su pueblo, es más difícil gobernar, porque las creencias nos gobiernan. Ante esta realidad el concepto de “intercreencialidad” es fundamental, ya que desde ese ámbito podemos decir que hay personas con una opción creyente religiosa, indigenista, ecológica, espiritual… otros con una opción creyente eclesial y otros de fe sin iglesia institucional, y agruparlos en los que creen que creen. Y las personas con una opción no-creyente, atea o agnóstica, agruparlos en los que creen que no creen. De ese modo, el concepto de Intercreencialidad es incluyente de todas esas opciones de creencia e increencia. Proponemos aquí ese concepto para la formulación y redacción de las leyes relacionadas con la libertad religiosa, de cultos, entidades religiosas y organizaciones basadas en la fe.

Tal intercreencialidad ha de traducirse en una práctica de encuentros de Pluralidad de creencias en relación.

- Para lograr una intercreencialidad de Pluralidad en relación es necesaria la fraternidad

- Porque no hay conocimiento real de pluralidad en relación, sin la experiencia concreta de fraternidad

- Y es esa experiencia de amor fraterno lo que impide iniciar el conflicto, y lo que debe estar a la base para construir la paz, en que las creencias no se absoluticen ni se usen en contra de los otros, sino que nos hagan ser mejores personas.

Somos todos seres humanos en búsqueda, ninguno de nosotros tiene el monopolio de la verdad. Esa búsqueda nos hermana y podemos ir juntos en relación, aunque no sea de la mano. Busquemos cada uno desde su creencia e interpretación de la realidad ser hermanos con los otros. Ser fraterno es querer ser cercano al que lo necesita.

Ciertamente las creencias nos gobiernan, ¡pero es una locura dividirnos por creencias!, si todo lo que existe, existe en relación. Pluralidad de creencias en relación, no es para fusionar ni confundir creencias, sino para vivir una experiencia.

El amor como entrega o donación de sí mismo es la experiencia humana que nos lleva a mayor plenitud, aunque muchas veces sea dolorosa. El amor está en todas las religiones y en todas las culturas, pero el amor no tiene religión ni cultura. La religión verdadera, la iglesia verdadera, la creencia verdadera y el lugar verdadero es el que nos hace ser mejor persona humana.

Para lograr Pluralidad en relación es fundamental que nos ayudemos a enfrentar dos tentaciones permanentes:

La primera es buscar la diversidad sin relación, donde la tentación es polarizarnos.

La segunda es buscar la relación sin diversidad, donde la tentación es uniformarnos.

Tampoco se trata de buscar la Unidad por la unidad y sentirnos bien cuando atraemos al otro a nuestra vereda. Se trata de desarrollar el espíritu humano que es conscienciavoluntad- libertad-capacidad de amar y ser amado, a fin de lograr una espiritualidad humana real con o sin fe. Por eso, más que liderarnos la unidad, nos debe liderar la Relación.

En tal sentido, la intercreencialidad debe cultivar más que una inteligencia racional y emocional, una inteligencia relacional, que considere la consciencia de que todo lo que existe, existe en relación; que tenga la voluntad de no dejar la relación, sino mantenerla a pesar que no encontremos muchas cosas que nos unan; que haya libertad en la fe y fe en la libertad; y que la capacidad de amar y ser amados no nos haga salir de la relación nunca más.

No elegimos la época en que vivimos. La única elección que tenemos es cómo responder.

Estamos en el momento histórico donde lo importante no es solo de dónde venimos ni hacia dónde vamos, sino con quién vamos; para construir el futuro, y no ser cómplices con nuestras creencias al mal contra los indefensos e inocentes de este mundo. Es necesario encontrarnos en intercreencialidad.

Para que tenga sentido el diálogo interreligioso, intercultural y ateo debe ser siempre un encuentro concreto, visible, de pluralidad en relación, centrado principalmente en el COMPARTIR, porque, aunque muchas veces la vida no tenga un sentido, podemos descubrir que COMPARTIR ese sin-sentido de la vida, es el sentido. Es compartir el hecho de la norespuesta ante el sufrimiento de los inocentes, para hacer algo entre todos y que no vuelva a ocurrir.

Nadie tiene el monopolio del sentido de la vida, pero entre todos tenemos el monopolio humano de su búsqueda. Compartir el sin-sentido nos hermana y gatilla la necesidad de fraternizar y mantener la relación. También desde nuestras creencias interpretamos el mal en el mundo y nuestros padecimientos físicos, pérdidas y sufrimientos. Y no existe una única respuesta a las no-respuestas o sin-sentidos de la vida. Los otros y sus creencias nos pueden aportar sabiduría a nuestros peores momentos.

Hay una búsqueda intercreencial de sentido, a fin de que no se nos vaya el tiempo vital regateando sentidos. Estando en relación, podemos descubrir finalmente que el sentido es el COMPARTIR, aunque nunca hallemos una respuesta definitiva.

Pluralidad en Relación con lo Interreligioso:

No estamos aquí para gobernarnos, sino para aprender a cuidarnos a pesar de nuestras diferencias y opciones. Las creencias también fueron cómplices de injusticias en diferentes países o regiones y de diferentes maneras. También en el caso de las entidades religiosas, el hecho de llegar a miles de personas por semana para orientarlos, los hace responsables ante la crisis nacional, climática, económica y de crisis de sentidos. Una creencia que no cuide la Casa Común y los DDHH coopera al Antropoceno y descuida lo antropológico.

La intercreencialidad es una invitación a dudar de nuestras dudas sobre el otro o la otra y creer en ellos como personas, aunque no adhiramos a sus creencias. Siempre ha de estar primero el valor de la persona capaz de espiritualidad porque en ella acontece el espíritu humano.

Pluralidad en Relación con la salud, lo estatal y lo Intercultural:

La creencia en el papel dinero, se sustenta en la creencia que la Economía es lo que hay que salvar a como dé lugar. La salud física y espiritual se ignora, pero puede ser la base sobre la cual construir la economía personal, social y nacional.

Sin salud, no hay economía. Porque la salud física te permite Estar y la salud espiritual te hace querer estar con un sentido o saber Estar. Y sin ese Estar no se construye la economía.

Si primero no se está, no hay economía que pueda construirse. La inversión construye la economía, pero la salud física y espiritual merece inversión, aún sin la posibilidad de retorno económico. Porque significa la fortaleza ante la crisis de los cambios y los cambios en crisis.

La salud física y espiritual no es un objeto del capital, sino que es lo social, sin lo cual, no es posible que acontezca un mundo relacional. Y sin ese mundo, imposible construir una economía que se sostenga. Pero la salud física y espiritual se ha entregado a manos privadas y no del Estado que debería Estar. Hemos de volver al estar del Estado y recuperar lo social, a pesar del capital. Los que lideran creencias deberían tener una opción intercreencial para que los que gobiernan no hagan creer engaños al pueblo, que mermen la pluralidad en relación digna de alcanzar.

La intercreencialidad determina a la inclusión como criterio de la verdad, porque la verdad no excluye a nadie. Lo auténticamente humano es la voluntad de ver al otro como un hermano que debo cuidar. El amor fraterno nos puede relacionar en pluralidad. La única acreditación válida, que sirve tanto a creyentes como agnósticos o ateos, es la dedicación a hacer justa y digna la vida de los otros, para que nos graduemos en humanidad.

Mientras nos vamos conociendo y descubriendo entre nosotros, descubrimos un destino.

Somos todos distintos y necesitados de relación, y en ella validamos eso único que somos.

Ya no hay que tratar de…, ni luchar por…, sino, construir CON… Ese es el método de la intercreencialidad como pluralidad en relación; es construir todo aquello que mantenga la esperanza en nosotros mismos y en el otro.

Todos distintos (pluralidad) en el Todo (relación). En el nombre de la Fuente, del Camino y de la Energía, descubramos la opción que nos hace ser mejor persona. Fraternidad es amor dentro de la diversidad. No se trata de saber de fraternidad, sino convertirnos en fraternidad; no se trata solo de creerlo, sino de verificarlo. Al crearnos momentos de fraternidad matamos por un momento a la muerte y resucitan nuestras esperanzas.

Hay un calentamiento social porque la voluntad de unos pocos precede a la de muchos.

Caminemos hacia una opción-intercreencial. Si todos nosotros que creemos, incluyendo los que creen que no creen, no somos cercanos a las necesidades existenciales de los otros, descuidando la fraternidad, no seremos creíbles; y seremos responsables de procesos anárquicos, porque ya la gente no creerá en nada. Por ello, deben asegurarse por ley encuentros concretos de intercreencialidad en los colegios, municipios, regiones, departamentos, al menos una vez al año, pues, con dichos encuentros se va formando una sociedad más acogedora, culta, informada, responsable, menos materialista, y por ende, menos indiferente e indolente con los más abandonados. Así, se va instalando, ante una paz y DDHH politizados, una experiencia de fraternidad, que tiene como base el único amor que no está regulado por ley: la relación de amistad.

Hay un decaimiento de la verdad si nos basamos más en lo que queremos que en lo que sabemos. Estamos para saber más del otro y cómo el otro aporta a la verdad de todos. Esa verdad de todos es la fraternidad entre todos. ¿Cómo lograrlo? Con encuentros intercreenciales que manifiesten públicamente una pluralidad en relación, y que al mismo tiempo hagan pedagogía de que otra relación es posible, a las mismas instituciones, entidades, organizaciones basadas en la fe, grupos de libres pensadores, ateos y agnósticos.

El hecho de que existen los que creen que no creen y los que creen que creen, da fundamento a la intercreencialidad, para alcanzar un sentido en lo social.

Pluralidad en Relación con lo Ateo y agnóstico:

Propongo una libertad en la fe y una fe en la libertad de pensamiento, para lograr una Pluralidad de creencias en relación. Se puede ser un "creyente intachable" y, al mismo tiempo, ser también un "ciudadano indeseable". No se trata de calificar la fe, las ideas, las creencias o las prácticas religiosas, sino "el comportamiento de una persona" o la conducta tan profundamente humana.

Desde el occidente cristiano, se trata de la salvación de situaciones humanas de sufrimiento.

Lo cual quiere decir que, para Jesús, la fe no estaba vinculada a unas verdades que se creen o a unas prácticas religiosas que se observan. La fe, para los evangelios, se relaciona directamente con una forma de vivir, que puede no tener relación directa con la religión, sino con la ejemplaridad de la persona.

El cristianismo fue creado por Pablo. Y la predicación cristiana por siglos se ha basado en él, entendiendo a Jesús según Pablo y no a Pablo según Jesús. Para Pablo no se trata, como en los evangelios, de la salvación del sufrimiento humano en esta vida o vivificar la vida, sino de la salvación del pecado y de la condenación en la otra vida. Es ese Jesús según Pablo el que al final es rechazado, por ser obediente a un Padre que pide su sacrificio o su mortificación para darle después su vivificación. Para Pablo la pasión de Jesús son sus padecimientos, pero para Jesús es su Abba. Desde el cristianismo la opción debe ser ir al original y llegar a la fe de Jesús y al Dios de Jesús, para efectivamente poder vivir en una intercreencialidad fraterna, que renuncie a la soberbia histórica de lo logrado y a creer tener un poder sagrado. La intercreencialidad no es el amor a un poder de creencias sagradas, sino el poder del amor y del servicio a través de las creencias a las que adherimos.

Hay que poner en evidencia que la fe cristiana, tal como se nos presenta y se nos enseña, es una "fe hipotecada" por problemas de fondo muy serios. Problemas que la cultura de nuestro tiempo no acepta ni soporta. Lo cual quiere decir que, mientras no levantemos esa hipoteca, seguirá habiendo personas que se ven como ateos, pero que tienen tanta fe como el centurión romano de Cafarnaúm.

Nuestras creencias son nuestras convicciones. Y nuestras convicciones se verifican en lo que hacemos o dejamos de hacer. El ateísmo y el agnosticismo de buena voluntad, pueden ayudarnos a liberar a Dios de la religión manipuladora y que no le importa que sus adherentes sean mejores personas, abiertas y libres.

La tolerancia y la libertad religiosa exigen que se respeten la creencia o la increencia de cada persona. Por tanto, es válido defender el derecho al ateísmo y al agnosticismo. La dificultad reside en aceptar cualquier especie de fundamentalismo, sea religioso o ateo.

Creo que hemos de ser contrarios a la confesionalidad del Estado, sea él católico, como el Vaticano; judío, como Israel; islámico, como Arabia Saudita; o ateo, como la ex Unión Soviética. El Estado debe ser laico, fundado sobre principios constitucionales y no religiosos.

El dios que niegan muchos también yo lo niego. Creo en el Dios liberado de cualquier Estado y de todas las religiones existentes y por existir.

El careo no es entre creyentes y no creyentes, sino sobre el modo de creer y el modo de no creer. Un creyente, aunque lo sea, no deja nunca de buscar. No sabemos qué buscamos, ni dónde buscarlo. Ni encontramos lo que buscamos, pero seguimos buscando. Dicha acción de buscar nos hermana a todos, aunque no vayamos de la mano.

Pongamos en relación nuestra pluralidad, ante el mundo con “AI” (inteligencia artificial) que vendrá. Enfermemos de humanidad, bebiendo luz en la oscuridad, para conocer lo humano, comprender lo humano, aceptar lo humano, perdonar lo humano. ¡¡Vivificar lo humano!!

Esa es la capacidad que nos quedará para darle al mundo. Con la intercreencialidad mantenemos la atención en lo específicamente humano: el espíritu, contenido en la realidad de la consciencia-voluntad-libertad-capacidad de amar y ser amado.

Gracias a la intercreencialidad, podemos animarnos constantemente a que nuestro lugar en el reino de Dios, o en la Vida o en la realidad, sea amar radicalmente y hasta las últimas consecuencias a las personas, sean cuáles fueran sus pecados, sean cuáles fueran sus realidades, sean cuáles fueran sus diferencias. Así será creíble una Pluralidad en Relación donde nuestra salvación sea decidir mantener una vida entregada, y en donde en nuestra vida diaria, la Relación nos lidere.

 

Gabriel Cifermann – Teólogo - Director Corporación FRATECE (Fraternidad Teológica Católica y Ecuménica)

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