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jueves, 27 de julio de 2023

La merecida derrota de la mentira


 Redes Cristianas

-- José Miguel Contreras

El resultado electoral en España deja abierta una nueva coyuntura en la que algunos caminos quedan claramente cerrados. La vía más clara que parece quedar descartada es la de que gobierne el Partido Popular.

Gracias a la absorción del voto de Ciudadanos ha conseguido ser la lista más votada, pero queda lejos de conseguir una mayoría suficiente para poder formar un Ejecutivo ultraconservador en coalición con Vox y sus posibles aliados de UPN y Coalición Canaria. Apenas llegan a 171 diputados, mientras hay, de momento, 179 que difícilmente apoyarían esa alternativa.

La derrota de la coalición liderada por Núñez Feijóo y Abascal es incontestable. Por otra parte, la defensa de que sea la lista más votada la que lidere el nuevo Ejecutivo está aún más lejos de hacerse realidad. Con apenas 136 escaños, el PP está a 40 diputados de distancia de los 176 necesarios para obtener una mayoría suficiente. La apelación del líder popular a buscar el apoyo de los sanchistas para que le ayuden a derogar el sanchismo es absolutamente ridícula. Roza la comedia.

Reconocer la realidad

Núñez Feijóo no ha obtenido el apoyo exigido democráticamente para formar gobierno. Ha fracasado. Ha perdido él y, sobre todo, ha sido derrotada su forma de hacer política. Ha perdido la mentira. La misma que él y sus compañeros de viaje fabricaron y que ellos mismos acabaron por creerse.

Toda la estrategia de la derecha política se ha basado estos últimos años en mentir, mentir y mentir. No ha habido una sola alternativa política que no fuera intentar destruir cualquier iniciativa que el Gobierno progresista quisiera poner en marcha. Han contado con todo el apoyo de un poder económico y mediático que no ha dudado en tomar partido político hasta límites inimaginables, perdiendo la mínima compostura y el mínimo rubor.

Si durante cinco años se ha intentado bloquear la acción del Gobierno, ahora se trata de intentar bloquear que se forme el siguiente.

Demoscopia falseada

En estas elecciones, el último descubrimiento ha sido el de involucrar con gran despliegue informativo a empresas de demoscopia que, como parte de su negocio, han aceptado realizar una campaña de propaganda política, distribuyendo datos falsos con el fin de manipular el estado de opinión de los ciudadanos. Diferentes empresas han distribuido estudios erróneos con el único ánimo de crear el espejismo de que este país detestaba a Pedro Sánchez y deseaba ansiosamente la llegada de un gobierno ultraconservador liderado por Núñez Feijóo.

Toda la estrategia de atropello de los principios democráticos ha estado a punto de salir victoriosa. A toda esta campaña de confusión generalizada le ha sobrado únicamente la última semana. Durante estos últimos cinco años se ha alentado un fuego alimentado por el odio y la confrontación ante una izquierda que inocentemente no supo entender la magnitud de lo que se le venía encima.

Fracasa el bloqueo, renace el bloqueo

Poco va a cambiar a corto plazo. La dirección del PP ya mostró anoche su nueva posición. Se trata de nuevo, de no reconocer la realidad y de plantear como verídica una inexistente victoria democrática. Pedro Sánchez ya gobernó como segunda fuerza más votada en España tras la moción de censura que hizo caer al corrupto Gobierno de Rajoy. El propio Partido Popular gobierna en diferentes comunidades y ayuntamientos sin haber sido la fuerza más votada. Así funciona nuestro modelo democrático. Si no reúnes una mayoría parlamentaria, no tienes el derecho democrático de formar un Ejecutivo.

El PSOE sí que tiene la única alternativa viable para reunir una mayoría. Para poder hacerla efectiva necesitará que el partido de Puigdemont la facilite con su abstención, antes que provocar una repetición electoral. A partir de ahora, aquí se va a concentrar toda la fuerza de la derecha política y mediática. Será más de lo mismo. Si durante cinco años se ha intentado bloquear la acción del Gobierno, ahora se trata de intentar bloquear que se forme el siguiente.

Proyectar su responsabilidad

Una vez más, veremos la acción de la derecha, consistente en proyectar en su rival su propia responsabilidad. La campaña encabezada por Feijóo ha mostrado nítidamente que no había mayor mentira en España que la suya acusando de mentir a sus oponentes. El uso continuado de la mentira ha sido la causa fundamental de su derrota. Ahora vamos a asistir a un nuevo capítulo del mismo fenómeno. La acusación a los socialistas de bloquear un gobierno de Feijóo, no ganado en las urnas, pretende encubrir la manifiesta intención del PP de bloquear una nueva legislatura de Pedro Sánchez como presidente.

La política de bloqueo permanente propiciada por PP y Vox en estos últimos años, apoyada en una estructura de medios de comunicación a su servicio, ha quedado cerca de conseguir su objetivo. De hecho, gracias a esta estrategia consiguió una importante cuota de poder el pasado 28 de mayo. Una impresionante reacción emocional del electorado de izquierdas en toda España ha conseguido detener la operación denominada “derogar el sanchismo” en las últimas semanas.

La reacción de Sánchez

Pedro Sánchez, el legítimo presidente del Gobierno de España apoyado por una amplia mayoría de la ciudadanía, no fue consciente del problema al que realmente se enfrentaba hasta el pasado día 28 de mayo. En aquella fecha, pudo comprobar el éxito de este intento de destrucción de los mecanismos democráticos de defensa de la verdad, sepultada por un tsunami de mentiras y deformaciones de la realidad. El sorprendente adelanto electoral le facilitó recuperar la iniciativa política. Decidió intentar tener voz directa en el escenario público. Sin intermediarios.

La campaña electoral de Sánchez se ha cimentado en asumir que tenía un grave problema a la hora de explicar su acción política a los españoles. El fracaso de las elecciones del 28M mostró a las claras que una importante parte de la ciudadanía vive inoculada por el virus del odio esparcido por la derecha política y mediática a través de la difusión continua del insulto y la mentira. La pérdida del mínimo respeto institucional ha formado parte del discurso cotidiano de lideres y comunicadores conservadores.

Un necesario cambio de imagen

Pedro Sánchez ha mejorado en dos meses su imagen pública de forma ostensible. Ha conseguido que la verdad y la transparencia sobre su figura política y personal se impongan a una deformada caricatura. Decidió ir a territorios enemigos a explicarse y a intentar deshacer años de infundios y de descarnadas descalificaciones lanzadas por comunicadores y medios declaradamente belicistas contra él.

Los estudios de opinión no manejados por la propaganda antisanchista han recogido este fenómeno de mejora ostensible de su imagen pública. Incluso, su intensa exposición mediática le ha permitido llegar a territorios nuevos, como el de la gente más joven, desconectados de envenenados medios tradicionales. La original y sorpresiva participación en el podcast de La Pija y La Quinqui mostró a millones de jóvenes un perfil humano del presidente jamás expuesto por ningún medio de comunicación en España. Quedará para la pequeña historia de esta campaña.

La fallida estrategia de Feijóo

Feijóo ha aflorado en esta campaña como un manifiesto difusor de falsedades, dotado de una sobrecogedora frialdad. La derecha mediática y política celebró con euforia su puesta en escena en el único debate cara a cara que aceptó, basado en una imparable y ya legendaria profusión de mentiras que dejaron fuera de juego a su oponente, que no pudo ni supo enfrentarse a semejante experimento de indignidad política.

La campaña desarrollada por PP y Vox, amplificada por sus medios afines, ha supuesto el intento de la imposición de la mentira y la falta de respeto como norma cotidiana. El civismo democrático ha quedado preocupantemente sepultado, de forma cotidiana, por un comportamiento tabernario y despreciable, cuyo paradigma puede encontrarse en el vomitivo uso del slogan ¡Que te vote Txapote!

Creer su mentira

El gran problema de esta extendida estrategia ha venido derivado de su éxito aparente. Feijóo y los suyos han acabado por verse engañados por su propia maquinaria de propaganda sucia. Tanto se ha mentido a tanta gente que han acabado por creer que esa realidad alternativa que iban creando nunca sería desvelada. Tanto empeño y tanta convicción pusieron en la labor que acabaron por creer que todo era verdad.

El resultado de las elecciones generales del 23J es histórico. El pueblo español ha derrotado con sus votos a una poderosa estructura dedicada a la difusión de la mentira como herramienta de manipulación social. Su omnipresencia ha facilitado su extensión, pero también ha acabado por hacer perder a sus promotores, embriagados de poder, la perspectiva y ha terminado por convertirles en las principales víctimas de su prefabricada irrealidad.

La palmaria verdad

Los gobiernos locales y autonómicos de PP y Vox han mostrado claramente quiénes son y qué pretenden hacer en España. Los ciudadanos lo hemos visto. Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, junto a otros grupos políticos alejados de un Madrid convertido en sede central de esta agencia de intoxicación, han conseguido ganar inesperadamente a una poderosa maquinaria político-mediática, que lleva tiempo intentando la generalizada manipulación de la opinión pública.

Alguien debería decirle la verdad. Feijóo no mereció darse por ganador en un debate basado en la mentira, que ha acabado por volverse en su contra. La periodista Silvia Intxaurrondo no fue culpable de su obscena defensa de sus falsedades. También perdió notoriamente el debate al que cobardemente decidió no acudir. Su denunciada íntima amistad de más de una década con un narcotraficante es un serio problema para un líder político y no es una anécdota del pasado utilizada por sus rivales. Este domingo, Núñez Feijóo ha perdido las elecciones, según las normas de la democracia.

Su apoyo electoral obtenido junto a su socio de Vox da, solamente, para convertirse en la primera fuerza de la oposición. Todo el viaje ha servido para acabar en el mismo punto en el que arrancó su travesía. Quizá, se deba tomar nota de la experiencia.

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