Sacerdote italiano de finales del siglo XIX, popularmente conocido como “Don Bosco”. Es el prototipo del apóstol de la juventud. Patrono del cine, de magos e ilusionistas, de escuelas artesanales y de la imprenta. Gran propagador de la devoción a María Auxiliadora.
Giovanni Melchorre Bosco nació el 16 de agosto de 1815, en la aldea de Becchi, a 25 Km. de Turín (Italia). Hijo de Francesco Bosco y de Margarita Occhiena, una familia de campesinos que sobrevivían trabajando como peones asalariados de la familia Biglione. Juan era el menor de tres hermanos. Cuando tenía 21 meses su padre fallece a consecuencia de una pulmonía, quedando la responsabilidad de la familia en manos de Margarita, una mujer de férreo carácter, que supo educar a sus tres hijos en la piedad y disciplina y sacarles adelante con el trabajo de sus manos.
Cumplidos los 9 años Juan tuvo un sueño que marcaría toda su vida. Había muchos muchachos que proferían malas palabras, él se lanzó a pegar a uno de ellos y entonces oyó una voz que le decía: “No con puños, sino con amabilidad, vencerás a estos muchachos”. Este sueño fue una premonición de lo que habría de ser su pedagogía como educador, toda la base de su sistema preventivo. Los primeros estudios los realizó en una escuela pública a 5 Km. de Becchi, pero en 1828 deja su aldea para trabajar como pastor. Al año siguiente conoce a un sacerdote que le anima a estudiar y el 4 de noviembre de 1831 va a realizar los estudios secundarios al liceo de Chieri, a 12 Km. de su pueblo. Como era pobre, para poder pagarse los estudios pedía por los pueblos y realizaba diversos trabajos para ganar algo de dinero. Después pasó al seminario. Durante el tiempo que duró su formación sacerdotal tuvo que sufrir los rigores del jansenismo, que les sometían a penitencias extremas. Él sin embargo escogió después como modelo a San Francisco de Sales, el santo de la dulzura, la humildad, la sencillez y la alegría.
Fue ordenado sacerdote por el arzobispo de Turín a los 26 años, el 5 de junio de 1841, celebrando en esa ciudad su primera misa. Se queda en Turín para ampliar sus estudios en el Instituto Pastoral y así poder profundizar en la tarea sacerdotal, la teología moral y la predicación. Al mismo tiempo prestaba servicios en diferentes centros de beneficencia de la ciudad. Comienza a ser consciente de la cantidad de niños menores de 10 años empleados en oficios serviles y cárceles atestadas de muchachos adolescentes. Esta situación le impresionó profundamente y fue lo que daría origen al “Oratorio de San Francisco de Sales”, cuya finalidad consistiría en acoger y educar a todos esos muchachos marginados.
Cuando lo tuvo todo organizado en un local adecuado, se llevó a su madre a Turín para que le ayudara a atender a los muchachos, quienes comenzaron a llamarla cariñosamente “mamá Margarita”. Además de convivir juntos, Don Bosco les educa, les instruye en la doctrina y les enseña un oficio para que puedan ganarse la vida. Comienza a madurar la idea de una comunidad religiosa de sacerdotes, que puedan dar continuidad a su obra, bajo la espiritualidad de San Francisco de Sales, por eso se les conoce como “Salesianos”. Después de esto formaría otra comunidad femenina, a la que llamó “Hijas de María Auxiliadora”, para que hicieran con las niñas y las adolescentes lo mismo que él hacía con los muchachos.
Falleció el 31 de enero de 1888 en Turín, siendo beatificado el 2 de junio de 1929 por Pío XI y canonizado por el mismo Papa el 1 de abril de 1934.
Reflexión desde el contexto actual:
La principal innovación pedagógica de Don Bosco, que le convierte en un educador de los tiempos modernos, consistió en implantar un sistema preventivo, cuando lo que imperaba entonces era el sistema coercitivo, basado fundamentalmente en el castigo. “La letra con sangre entra” no sería pues lo recomendable, porque la letra como mejor entra es con amor. “Procure el educador, decía D. Bosco, hacerse amar de los alumnos si quiere hacerse temer". Por otra parte, Don Bosco nos ha enseñado que educar no es solo una cuestión de instrucción intelectual, sino una labor integral e integradora, que abarca todas las dimensiones de la persona. No solo en materia de educación, también se adelantó a su tiempo y al Concilio Vaticano II, por lo que se refiere a la función de los laicos dentro de la Iglesia.
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