La historia
El libro de Rut nos ha sido transmitido por la Biblia judía y la cristiana, fue escrito probablemente en el siglo IV a C sobre un episodio acaecido en el s. IX. Por su género literario, Pikaza lo incluye entre las historias noveladas o ejemplares (como los libros de Ester, Judit, y Tobías). Su estilo es ameno y su fondo ofrece situaciones profundamente humanas y universales, de personas sencillas.
Obligados por el hambre, Noemí emigra con su marido y sus dos hijos desde Belén a Moab (territorio pagano). Allí mueren su marido y sus dos hijos, que se habían casado con mujeres moabitas, Rut y Orfá.
Noemí decide volver a Judá, que está en época de prosperidad, para buscar alguna protección entre sus parientes. Caminó con sus nueras hasta aproximarse a Belén y les dijo “Andad y volveos a vuestra casa materna… las besó y ellas se echaron a llorar y le dijeron: ¡No! Volveremos contigo a tu pueblo. Pero Noemí insistió: Volveos, hijas mías. ¿A qué vais a venir conmigo…?”.
Rut y Orfá se encuentran en la misma situación; Orfá cede ante las razones de su suegra, y Rut se niega a abandonarla.
Ya en Belén, Rut va a un campo y pide que le dejen recoger las espigas que se le caen a los segadores. “Casualmente” el propietario es Boaz, pariente de Noemí, que según la ley del Levirato debe procurar descendencia a su sobrino difunto.
Esta feliz historia no solo acaba en boda, sino que se prolonga de generación en generación hasta su tataranieto Jesús de Nazaret. En el evangelio de Mateo (1,5) leemos: “… Boaz fue el padre de Obed, la madre fue Rut. Obed fue el padre de Jesé, y Jesé lo fue del rey David...”.
Reflexión
Dos mujeres en una misma situación toman decisiones opuestas. Orfá toma la decisión más razonable. Tres mujeres mendigando tienen difícil acogida. Noemí puede ser acogida por su parentela, pero ella es extranjera, inmigrante; sus dioses no son el Dios de Judá, sus costumbres y sus leyes son distintas. Toda su vida tendrá que cambiar, si es que logra sobrevivir.
Rut decidió quedarse, “iré a donde vayas y viviré donde vivas, que tu pueblo es mi pueblo, y tu Dios es mi Dios”. No parece razonable renunciar a su pueblo y a su Dios. Rut no decide con la cabeza sino con el corazón.
Si nos ponemos en la situación de un lector del s. IV a C (fecha en que se escribe este libro), esta decisión de Rut tenía que resultarle escandalosa y sacrílega. Esdras había emprendido la reforma religiosa para dar cohesión y fuerza al nacionalismo judío; y había expulsado a las mujeres paganas para que no contaminaran a sus maridos.
En este sentido, se trata por tanto de un libro rebelde en su tiempo; pero este escrito supera su tiempo y su geografía, y nos da un ejemplo de la supremacía del amor sobre nuestras costumbres, nuestras patrias, y nuestros dioses. “Las personas, antes que las creencias” nos dice el Papa Francisco.
El amor es una experiencia personal, concreta e innegable: las creencias son interpretaciones abstractas, elaboradas con conceptos y tendencias de regiones y épocas diversas. Dios es amor, “Ubi caritas et amor, deus ibi est”, donde hay amor verdadero allí está Dios”.
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