religión digital
No es tan mala como, a veces, la pintan. La Iglesia española tiene peor fama pública de la que merece. Porque, a pesar de sus fallos y errores garrafales, sigue siendo quizás la institución que más ayuda a los pobres, que sigue aglutinando a millones de personas en torno a la religiosidad popular y a la Virgen, y que continúa dotando de sentido la vida de mucha gente e impregnando nuestra idiosincrasia, al menos culturalmente.
¿Qué le pasa, entonces, a la Iglesia católica española, para tener tan mala imagen y seguir perdiendo a borbotones credibilidad y confianza social? ¿Qué debería hacer para recuperarlas? Venderse mejor (en el buen sentido de la palabra), ser más creativa en sus pronunciamientos, realizar gestos concretos de desprendimiento y humildad y renunciar ‘motu proprio’ a algunos de sus privilegios. Es decir, aprobar algunas asignaturas pendientes y superar algunos retos, que, sin ánimo de ser exhaustivos, pasamos a enumerar.
Confianza en la Iglesia
-Adecuar la agenda eclesiástica a la social. Hubo un tiempo en que la jerarquía marcaba la agenda pública, con sus intervenciones, sus decisiones y sus pronunciamientos. Ya no es así, desde hace años. Los obispos no tienen estrellas mediáticas y lo que comunican suele pasar desapercibido, ignorado o malinterpretado. Pero siguen en sus trece y su agenda continúa encerrada en el jardín eclesiástico, mientras la vida real les pasa por encima. La Iglesia ya no conecta con las penas y las alegrías de la gente y, además, ‘no coloca’ su mercancía en el mercado social. Y, si la sal se vuelve insípida…O si la luz permanece debajo del celemín…
-Posicionarse claramente y caiga quien caiga, sin miramientos partidistas, en las grandes cuestiones sociales de fondo. Por ejemplo, la renovación de la Justicia. O la importancia del 'escudo social'.
-Transmitir empatía y cercanía a la gente con gestos concretos. Por ejemplo, ganarse a la opinión pública, pagando de su bolsillo el coste de la luz eléctrica en la Cañada Real, un barrio chabolista madrileño sin fluido eléctrico desde hace años y con mucha gente sufriendo las consecuencias, especialmente en invierno.
Iglesia española memoria
-Aprovechar las fechas que todavía conservan cierto sabor religioso, como Navidad o Semana Santa, para transmitir mensajes que apunten a lo esencial. Por ejemplo, subirse en estas fechas a la ola ecologista, de consumo responsable y de austeridad.
-Poner a disposición de la gente su enorme infraestructura: acoger refugiados y emigrantes, pero también a sin techo y necesitados de todo tipo.
-Subirse al carro de las grandes causas justas actuales. Por ejemplo, la del feminismo o la de la lucha contra la homofobia o la de la ecología. Y también la del aborto, pero no sólo.
-Montar reuniones nacionales y por comunidades con políticos de todos los partidos, para explicarles los posicionamientos eclesiales, porque ellos son los que más y mejor pueden mejorar la vida real de la gente. Alabar sus decisiones que favorecen el bien común y criticar todo lo que atente contra la mejora de la vida del pueblo.
-Hacer lo mismo con sindicatos, empresarios y todo tipo de asociaciones sociales.
Homilía del cura
-Que los obispos ordenen a sus curas que muestren por la gente, especialmente por la más pobre, la misma dedicación que prestan al altar. Y que, de una vez por todas, hagan caso al Papa y cambien el modelo de formación de los seminaristas.
-Preparar católicos (laicos, curas y obispos) que sean capaces de participar asiduamente en los grandes programas televisivos, tanto de los medios públicos como privados, que crean y moldean la opinión pública. Formar tertulianos, sí.
-Una oficina de prensa de la CEE ágil y eficaz, que esté las 24 horas (la información no se detiene nunca) y todos los días de la semana (incluidos los sábados y domingos) al servicio de los medios de comunicación, tanto generalistas como especializados. Jugando con sus mismas reglas y ateniéndose a sus preguntas.
-Programar y ofrecer entrevistas y pronunciamientos sobre las noticias más relevantes a los grandes medios nacionales, regionales y digitales (más fácil en estos dos últimos).
-Que la Cope sea la voz de la Iglesia. Una cadena apartidista, que opte por el diálogo y evite la polarización y la confrontación, que sea sinónimo de calidad, independencia y fiabilidad total. Aunque eso signifique que sea menos rentable y menos negocio. Que deje de ser el cortijo de Carlos Herrera y del PP, para ser la radio de todos.
-Presentar un informe exhaustivo sobre los abusos del clero, pedir perdón, reparar y resarcir. Sin disculpas ni excusas. Limpieza a fondo. Sólo así volveremos a confiar en los curas, para poner a nuestros niños en sus manos. ¿Será, por fin, el 2023 el año en el que las víctimas ocupen el centro para los obispos?
-Clarificar a fondo el tema de las inmatriculaciones y, llegado el caso, devolver las hechas utilizando privilegios de la época franquista o aznarista.
-Prescindir del IBI sin que la obliguen, como aportación al bien común y signo concreto de solidaridad.
-Aceptar y bendecir la pluralidad de familias que existen hoy en la sociedad. Y tratarlas con el mismo respeto que a la familia tradicional.
-Ofrecer a la gente y especialmente a los jóvenes una moral sexual que no se base en el pecado ni en el moralismo rancio y trasnochado. Por ejemplo, no culpabilizar a las parejas que utilizan métodos anticonceptivos artificiales o a los adolescentes que se masturban o a las parejas de novios que mantienen relaciones prematrimoniales, que también son expresión del amor que se profesan.
-Parroquias abiertas, con consejos pastorales deliberativos, con celebraciones comunitarias de la penitencia y misas con homilías cortas, bien preparadas y en las que el cura no regañe a los presentes.
Sólo con éstas y otras medidas similares, la Iglesia española volverá a ser la madre misericordiosa que el pueblo anhela o el hospital de campaña que propone el Papa Francisco. Sólo así volverá a renacer de sus cenizas y, después del largo invierno de la desconfianza, brotará de nuevo la primavera del Evangelio en nuestro país.
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