fe adulta
“La felicidad está dentro de uno mismo, no al lado de nadie”. He tenido muy claro siempre que el ser humano es un buscador, por naturaleza, de la felicidad. Creo, sin embargo, que los caminos no siempre han sido los más acertados; y, lo peor de todo, es que en la actualidad lo sigue haciendo de manera errónea. De entre las diversas preguntas, adverbios exactamente, que se podrían plantear en torno a esta realidad fundamental de la vida de la persona, yo me centraría en dos: “dónde” y “cómo”.
Respecto al “donde”, las divergencias son abismales, por la sencilla razón de que las opciones son totalmente opuestas respecto a las diversas posibilidades entre las cuales escoger, como pueden ser entre otras, aquí, allí, arriba, abajo, adentro, afuera, etc.
Para la sociedad actual es “afuera” donde se nos dice de manera insistente que está y puede encontrarse la felicidad. “Afuera” como opuesto al “adentro”.
Un “afuera” como sinónimo de tener, de consumir, de lo materialmente medible y contable, del porte exterior, de la belleza (que no de la estética fruto de la ética; cuidado no confundir las dos cosas) física, por tanto; de la juerga y de la risa (no confundirlo tampoco con la alegría y la satisfacción, fruto de la paz interior); del hedonismo egoísta (que no tiene nada que ver con el goce compartido), del placer abusivo (todo lo contrario precisamente del disfrute respetuoso y solidario), etc.
Este es el “donde” que, sobre todo desde hace ya un tiempo, nos están imponiendo, que no ofreciendo, aunque quieran hacernos creer esto último, de manera enloquecida quienes mandan y nos dirigen (que no son quienes dicen ostentar el poder político y quienes se creen que nos gobiernan: ¡que más quisieran ellos!). Un “donde” cargado de atontamiento general y aborregamiento comunitario a base de slogans preciosos que no se cansan de prostituir palabras que designan valores tan nobles, sublimes y sagrados como amor y libertad principalmente. Un “donde” en el que ya no queda margen para decidir personalmente, pues “alguien” se encarga de hacerlo por todos, no como respuesta a la felicidad tan deseada por estos, sino para obtener pingües réditos por parte de aquellos.
Mientras tanto, “otros alguien”, con menos medios, pero con una gran coherencia, se esfuerzan por demostrar que la felicidad se encuentra “dentro”. Que es desde el silencio y la reflexión desde donde se conoce uno verdaderamente y se da cuenta de lo que de verdad le hace feliz. Por eso precisamente los primeros no pierden ocasión para desprestigiar el “adentro” de los segundos, como sinónimo de aburrimiento y de no estar al día; al suyo, claro. Amenazando además, ¡y de qué manera!, de que corren el riesgo de quedarse al margen de lo que mola, de lo guay, de lo que los puede convertir en atractivos, envidiables y merecedores del aplauso de los suyos, que no son otros que los borregos que los siguen sin rechistar después de haber sido narcotizados con sobredosis de atontamiento.
Así las cosas, se hace urgente escoger, optar o decidir. Algo, por otra parte, muy difícil, imposible, más bien, para la inmensa mayoría, si tenemos en cuenta la manipulación feroz que pende sobre nosotros.
¡Feliz 2023! Pero, desde dentro.
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