RELIGIÓN DIGITAL
En mis dos últimos encuentros con el Papa Francisco abordamos el tema de los Monasterios que se cierran a causa de la falta de vocaciones. Vi al Papa muy preocupado, o más bien triste. Le preocupa la cantidad de Monasterios que se han cerrado y que detrás de estos cierres ha habido intereses creados para vender los mismos y convertirlos en hoteles de lujo y en negocios.
Intereses, generalmente ajenos a las monjas, y en el que algunas personas bajo excusas piadosas o de “cuidado de las mismas” acabaron llevándose grandes tajadas de dinero y obrando con impunidad de manera corrupta. Y aquí hubo abogados, obispos, familiares y buitres vestidos de ovejas que engañaron hasta abocar a la miseria a las hermanas, ancianas y enfermas. Especularon con los monasterios y robaron a las pobres monjas, que encima se pensaban que velaban por ellas.
Al Papa le preocupa la facilidad con la que se ha hecho negocio y las dificultades para convertir los monasterios o conventos en espacios de acogida a los más pobres y necesitados, o en oportunidad para garantizar que sus moradoras puedan tener una vejez digna en la que estén atendida y cuidadas.
Me llamó profundamente su lucidez y su coherencia. Sintonizamos 100% en la necesidad de velar por una Iglesia pobre, al servicio de los más pobres, en la que pongamos nuestros bienes y recursos para “socorrer a los necesitados” y para trabajar por su dignidad.
No es de recibo que algunos se aprovechen de hermanas ancianas para lucrar en beneficio propio, y que quienes han dedicado su vida a la oración y al servicio se vean abandonadas en su vejez y despojadas de cualquier recurso y ayuda.
Una Comunidad de vida contemplativa, que ha creído de verdad en que estamos juntos en misión, y que junto a los laicos y a muchos voluntarios, hemos generado un movimiento de acercamiento y amistad con aquellos que sufren a causa de la pobreza y la exclusión social
Hace unos meses compartí con vosotros y quisimos hacer pública la nueva realidad de nuestra Comunidad. Una Comunidad de vida contemplativa, que ha creído de verdad en que estamos juntos en misión, y que junto a los laicos y a muchos voluntarios, hemos generado un movimiento de acercamiento y amistad con aquellos que sufren a causa de la pobreza y la exclusión social. Este movimiento y opción, evitó que la Comunidad pudiera ser cerrada y que viéramos hoy cómo el Monasterio fácilmente se podría haber convertido en un hotel o en un restaurante de lujo, malgastando los recursos y una larga tradición de servicio y de gratuidad.
A lo largo de estos últimos años, fuimos acogiendo y transformando nuestros espacios y consiguiendo algunos nuevos, precisamente para que en ellos puedan vivir con dignidad muchas personas abocadas a la exclusión social. Lo tenemos comprobado: La caridad no se improvisa. Es un estilo de vida, una forma de amar, es, el secreto de la felicidad y la felicidad es siempre fecunda. La fe es creer y creer es crear. El que cree no se queda quieto y la inquietud nos activa y pone en marcha y hace presente el Reino querido por Jesús.
El Papa decía con cariño a mis hermanas: “Seguro que con todo este movimiento se sienten más jóvenes”… Y así es. No hay tiempo para la queja, momentos que perder ni oportunidad para los lamentos estériles. La pobreza tiene rostros y les conocemos porque hemos acogido personas que hoy son hermanos y hermanas muy queridos; y ellos nos interpelan y nos hacen sentirnos comprometidas, y aunque hay “derecho al pataleo” por la inacción de los gobiernos, hay la obligación personal y comunitaria de no bajar los brazos hasta que cada uno pueda sentir que le merece la pena vivir…. Hasta que puedan volar con libertad.
¿Cuál es la misión y ocupación de las monjas? ¿Y de las más mayores? De todas, junto a los que comparten nuestra utopía -como el pan de cada día- es la de amar, amar y amar. Y como el amor es creativo, aquí se multiplican los panes, los recursos, las manos y las soluciones. No hay tiempo que perder, y hay mucho por hacer.
Eso sí: hemos puesto TODO lo que gratis recibimos al servicio de los más pobres. Hemos dado pasos importantes para “ser pobres de verdad” y para que esos bienes que nos han confiado, puedan estar al servicio de la personas.
Pude celebrar con Francisco que “nuestra casa” es un espacio de oración, de acogida y de servicio. Pudimos juntos buscar fórmulas para hacer que creíble el Reino querido por Jesús.
Hoy, a medida que nuestro proceso avanza y madura, una vez más pido a todos que os suméis. Que nos ayudéis a compartir y a repartir lo que es de todos, y a que no renunciemos a preguntarnos cada días: Con lo que soy y con lo que tengo: ¿Qué puedo hacer para que alguien esté mejor?
Hoy, a medida que nuestro proceso avanza y madura, una vez más pido a todos que os suméis. Que nos ayudéis a compartir y a repartir lo que es de todos, y a que no renunciemos a preguntarnos cada días: Con lo que soy y con lo que tengo: ¿Qué puedo hacer para que alguien esté mejor?
Si lo hacemos, la esperanza, no podrá fallar.
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