Carlos Maza Serneguet
En estos tiempos en que lo último demanda con vehemencia convertirse en lo primero, quizá la irrupción –como por ensalmo– de la memoria, de nuestra memoria, sea uno de nuestros grandes motivos para la esperanza de este Adviento. Me refiero al recuerdo de que hemos tenido una vida, y a cómo ese recuerdo es capaz de remontarse hasta lo primero de todo.
Confieso que me preocupa que una memoria ocupada y saturada por lo último –las últimas noticias, el último mensaje o tuit, la última foto, lo último de lo último…– tenga cada vez más difícil remontarse en su propia historia hasta el misterio de lo primero: que somos hijos, al hecho de que estemos aquí sin que hayamos tenido que hacer nada para ello. No es que hayamos perdido la memoria; sigue ahí, sólo que a menudo sepultada y ensombrecida por el montón de mantas de nuestra ultimidad.
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