DIOS VIENE AL MUNDO POR LA MUJER: ha estado siempre ahí esta verdad, grande, impactante, y sin embargo no nos la contaron ni la cuentan así. A pesar de que Lucas no es el más feminista de los varones, no puede dejar de decir la verdad desbordante de evangelio y de creación: que cuando nos quieren contar como vino Dios al mundo nos tienen que contar que como todos, fue a través de una mujer. Hasta ahí sí sabemos de siempre, lo que posiblemente es una interpretación más tardía y más de acuerdo con nuestra realidad cultural: es que Dios viene al mundo por lo femenino de la humanidad, de ambos géneros.
Recuperar lo femenino para poder creer que el anuncio es también para mí. Recuperar lo femenino para enmudecer el Zacarías de la lógica y de las garantías, y activar la Isabel que cree, a pesar de su esterilidad y vejez, en un proyecto que supera lo natural, y no pone pegas. Recuperar lo femenino para devolverle al mundo lo que tantos años de patriarcado impuesto le ha robado: la perspectiva del Amor por encima de la razón, no sin ella, pero más fuerte que ella.
Recuperar lo femenino para devolverles a la humanidad y al cosmos el equilibrio que han perdido por el dominio de uno sobre otro. Y eso ¿se puede hacer con evangelio?
Veamos los relatos. Nos dicen los textos que el Judaísmo como religión ya no tiene espíritu: cuando Zacarías le pide garantías al ángel de que su promesa se realizará, enmudece de falta de fe. El sacerdote está mudo, no tiene nada que decir mientras su mujer vieja y estéril y no considerada, cree, y su ser se llena de vida. Es el inicio del Nuevo Testamento. Isabel hace de bisagra entre la institución y la profecía que anuncia la venida del Mesías.
María de Nazaret, también pregunta al ángel el cómo de aquella promesa, pero su pregunta es abierta, está llena de esperanza, porque en el fondo desea ser la madre del Mesías que toda muchacha judía esperaba. Tal vez al pasar de lo físico a lo espiritual perdemos la fascinante escuela de oración que María de Nazaret inicia para nosotras, Dios y la humanidad en diálogo directo, sin sacerdotes del templo que recen en su nombre, sin mediadores que tantas veces interfieren, se ponen en el centro, desvían el objetivo.
Las religiones fallan cuando desenfocan su objetivo: ser caminos hacia Dios. Y cuando vemos casi todo menos eso…algo falla, y los síntomas son siempre los mismos: y entre ellos sobresale uno: las ansias de poder y de protagonismo. Es el Herodes que también convive con nosotros, y busca desde siempre, inspirado en Caín, matar la inocencia. Este Herodes es la personificación del ego, en definitiva el anti-reino. Esa parte de nosotros anda suelta en nuestras relaciones con los demás.
Es tan fácil querer que las cosas se hagan como yo quiero, y tan difícil que se hagan como es mejor para todos. Es tan fácil argumentar mi punto de vista y tan difícil escuchar con respeto y acogida la perspectiva de la otra persona. Y eso se cuela en la familia, en la alcoba, en los lugares de trabajo, en las comunidades y parroquias, va conmigo, es mi sombra.
Por todo ello, María, con su inocente y profunda sabiduría, en cuanto descubre su ser habitado y recibe la noticia de que también su anciana prima está gestante, con esa fuerza que tienen las personas guiadas por el Espíritu “ …se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra…”
(Lc 1, 39-45). La sierra o colina, lugar bíblico de encuentro con Dios, será el lugar que María discierne está lleno de vida. Hubiera podido acudir al templo y contarle al sacerdote del paso de Dios por ella, pero atenta a su interior habitado, descubre que es guiada a otros lugares sagrados donde la presencia de Dios es real a través de una mujer y de la naturaleza, fuera de los rituales vacíos del pasado.
Ella recibe la visita de Dios en su casa, y acude a la casa de Isabel a darle el abrazo más largo y apretado de la historia. Abrazo que continúa en nosotras y nosotros cuando estamos habitados y la presencia de la vida en los otros hace que todo nuestro ser dance de alegría y esperanza. Y que también comprendamos que nuestro lado oscuro puede abortar esa delicada vida en gestación.
Será la pequeñez humana, la fragilidad absoluta de un recién nacido, quien dará luz para que yo pueda ver, con su inocencia, lo que no es inocente en mí y dejarle que lo rescate. En esa cueva oscura de mis límites y falta de amor y de aceptación de los demás sólo me atrevo a entrar si tengo la seguridad de que ellos, el niño y su familia, están. El olor al bebé que no huele a “Nenuco” sino a autenticidad, la joven que le tiene en brazos que transparenta realismo y acogida, el muchacho que sabe estar, acompañar y que es un saco de bondad. ¡Qué familia!
Y luego, claro, de vecinos, los impuros, los que ya ni se molestaban en purificarse para ir al templo porque su trabajo humilde y duro no les permitía participar en liturgias de ricos y puros, ellos como no tenían Internet estaban conectados a las estrellas y por eso, porque están despiertos de noche y con los ojos abiertos, están dispuestos a escuchar el anuncio.
Es que para escuchar el anuncio de que él ha nacido hay que estar conectados a las estrellas. Con esa alegría no tienen miedo de ir a la cueva porque antes de ponerse en camino han escuchado el anuncio. Yo creo que no quiero entrar en mi cueva porque voy sin haber escuchado el anuncio y algunas veces me quedo sin el niño. Ojala que este año no sea así. Por ello te invito a escuchar tu corazón, tu intuición, tu entraña porque por ahí te llegará el anuncio que te dará fuerza para retirar el ego y que nazca el amor.
Feliz gestación de la Vida.
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