Una cosa es saber y otra saber enseñar (Cicerón)
22 de diciembre. DOMINGO IV DE ADVIENTO
Mt 1, 18-24
Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y acogió a María como esposa (v 24)
Los sueños en la Biblia eran muy coherentes y reales, conteniendo unos mensajes muy claros, y no como los nuestros, que cuando te despiertan se pierden en la niebla. En Daniel 7, 1 se dice: “Daniel tuvo un sueño mientras dormía, y al punto escribió lo que había soñado”.
No sé lo que José soñaría sobre su prometida embarazada, pero seguramente estaría sorprendido, y como cantó Sglinde al conocer que llevaba en su seno la semilla de Sigmund, así cantaría María su embarazo con su hijo Jesús, que tanta gloria le daría a ella y al mundo entero tanto con sus palabras como con sus hechos.
Richard Wagner entonó todas estas cosas en El ocaso de los dioses, donde dijo también que los dioses y héroes perecerían ante el inexorablemente duro anatema, que culminará con el aniquilamiento total, porque los dioses han corrompido el mundo desde sus comienzos.
Y ahora soy yo el que digo:
¿Por qué no sucederá esto también con los dioses de todas las religiones, pues maldita la falta que nos hacen?
Una cosa es saber y otra saber enseñar, decía Cicerón, uno de los más grandes oradores de la República romana, pues para enseñar bien, antes hay que saber callar, cosa difícil para la mayoría de las mujeres.
Y la primera en conocer estas cosas debiera ser la Iglesia, y pensando estoy en el alto Clero, la de báculo y mitra, pues la Iglesia no sólo tiene que enseñar al mundo, sino y sobre todo aprender de él, puesto que en la vida es donde mejor se enseñan estas cosas.
Están próximas ya las Navidades, y como fieles cristianos no podemos olvidarnos de que una noche desembarcó en la casa de mi mente San Nicolás de Bari, y entrando cautelosamente en ella, pues los niños dormían y soñaban, y descargó su cesta de regalos, junto al árbol navideño que anteriormente ellos habían preparado.
Cuando Cicerón sabiamente dijo que “Una cosa es saber y otra saber enseñar”, ¡¡cuánta razón tenía!!
Como razón tenía igualmente cuando, como dice Mateo en su evangelio:
José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y acogió a María como esposa.
En la Misa de Reyes, predicarán los curas sermones que casi nadie entiende que nadie atiende a lo que dice, únicamente están pensando en lo que Gaspar, Melchor y Baltasar, les van a traer en sus camellos.
LA PRÉDICA DEL CURA
Fui condenado
por parodiar al cura en latinajos
que nadie en aquel pueblo comprendía.
por parodiar al cura en latinajos
que nadie en aquel pueblo comprendía.
Ni yo, ni el pueblo, ni los pájaros,
pero él erre que erre
con sus dominicales prédicas.
pero él erre que erre
con sus dominicales prédicas.
Al terminar la misa,
los feligreses salían de la iglesia,
se encogían de hombros y se iban
a celebrar con vino en la taberna
la incomprendida prédica del cura.
los feligreses salían de la iglesia,
se encogían de hombros y se iban
a celebrar con vino en la taberna
la incomprendida prédica del cura.
Y yo, que era el monaguillo,
quedé condenado para siempre
por la inicua condena
de aquel inicuo cura sin sustancia.
quedé condenado para siempre
por la inicua condena
de aquel inicuo cura sin sustancia.
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¡Pobre Evangelio, pobre misa,
y pobres los vecinos de aquel pueblo!
y pobres los vecinos de aquel pueblo!
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