En los pueblos suele ser muy corriente que cuando hay un fuego de noche, se toquen las campanas a vuelta. Y todos los vecinos acudimos rápidamente.
Estoy pensado en tocarlas. Celebramos el domingo la fiesta de San Juan Bautista. Yo diría que es un buen campanero. Él denunciaba una sociedad a un rey que quería apoderarse del reino de los Asmoneos a través de la esposa robada a su hermano. Denunciaba la hipocresía y anunciaba la alternativa uno a quien él “no era digno de desatar las correas de las sandalias” porque ese Jesús estaba bien casado y comprometido con la humanidad.
Siento -no sé si por ser verano- que la sociedad está muy tranquila, pacífica, consumista, adormecida, de verano. Y necesitamos que alguien interrumpa nuestro sueño -nuestra siesta- y nos despierte. Porque hay muchísimas personas sufriendo: inmigrantes, refugiados, sin techo, hambrientos, sin sanidad en el mundo, sin vida.
Necesitamos profetas, personas que denuncien estas situaciones, que clamen por la justicia y desde los débiles por un mundo digno. Lo pasamos tan bien de veraneo, que pensamos que todos los viven así.
Juan es un hombre recio con un mensaje fuerte de cambio social.
Pero hay un detalle importante. Juan vivía en la austeridad, sin ropa, sin apenas comida. Y hasta dio la vida por lo que creía y denunciaba.
Hoy podemos denunciarlo en los medios de comunicación, en los parlamentos, en las manifestaciones...
Pero ojo, necesitamos profetas cuya vida sea coherente con lo que intentan conseguir. Que no vayan buscando el dominar, el enriquecerse, porque para eso ya tenemos a los Herodes del momento.
El gran profeta Jesús anunció el amor a todas las personas y eso fue más revolucionario. También acabó en la cruz. Seguimos oyendo las denuncias y los anuncios de uno y otro.
No sé si necesitamos que griten más o quizás va a ser mejor que veamos la realidad de la vida de las personas empobrecidas. Porque una vista así, serena, profunda, nos va a interrogar y a mover. Buena oportunidad para el verano.
Pero que no dejen de sonar las campanas para levantarnos porque hay fuego.
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